martes, 13 de marzo de 2018

Reflexiones sobre el comunicador cristiano

Retomo el blog aprovechando uno de esos pocos momentos "valle" que permite el Máster Cope de Radio que estoy realizando. Es decir, un momento en el que no tienes tantas obligaciones académicas y puedes permitirte un tiempo libre para reflexionar, escribir, meditar... en definitiva, para hacer algo diferente a lo que están siendo estos intensos (y bonitos) meses de radio, compañerismo y aventuras.



Por ello, hoy me gustaría escribir sobre dos aspectos que en estos meses han rondado mi mente en forma de reflexiones: cómo ser un buen comunicador cristiano. Como digo, están siendo meses de duro trabajo, en los que tienes que escribir mucho, locutar mucho y comunicar muchísimo más. Un tiempo que me ha permitido profundizar en ese concepto, tan mal entendido a veces, que es la vocación. Y digo tan mal entendido porque suele relacionarse la religión, como si no hubiera más vocación que la religiosa (sacerdotal, fraile, monja...). Pero, en realidad, hay infinitas vocaciones, como he explicado en mi videoblog en varias ocasiones.  Y, si he reflexionado sobre la vocación en estos meses, ha sido precisamente por esa intensidad de trabajo de la que hablo.

Si una persona no tiene vocación radiofónica, difícilmente podrá estar, por ejemplo, desde las cinco de la tarde hasta la una de la mañana editando en Audacity, o escribiendo-locutando para la radio. Difícilmente podrá aguantar esa tensión, bendita en el fondo, que supone vivir al filo de la noticia, tratando de informar aportando valor, calidad y mostrando verdadero talento. Si uno no tiene vocación radiofónica, difícilmente podrá dedicar un fin de semana entero para aprender a manejar, más o menos, programas como Audacity o Premiere (si, en radio también se editan vídeos para subirlos a la página web). Pero, sobretodo, si uno no tiene vocación radiofónica, difícilmente podrá comunicar.

Realmente, para ser comunicador, solo hacen falta tres cosas: constancia, perseverancia, y alma. Comunicamos lo que somos. Tal como está nuestra alma, tal y como tengamos enraizados unos verdaderos Principios y Valores comunicaremos. Y, si no tenemos esos Principios y Valores (o nos movemos bajo falsos paradigmas), no estaremos comunicando. Sí, tal vez hablaremos, y diremos muchas cosas. Pero comunicar es otra cosa, no basta con hablar. Hay que llegar al alma del receptor, hay que enseñarle, entretenerle... aportando lo mejor de nosotros, ejerciendo una influencia positiva (y si no, mejor permanecer callados) y dejando una huella en quienes nos escuchan.

Como digo, comunicamos lo que somos. Hay una frase que suele decirse en ambientes franciscanos y me encanta: "pasar del Evangelio a la vida, y de la vida al Evangelio". Pero, aunque lo decimos los franciscanos, creo que es una frase extrapolarle a todos los cristianos. Creo que debemos esforzarnos, día tras día, en vivir de forma coherente con nuestra fe, siendo honestos e íntegros. El Evangelio no es letra muerta, no es un texto bonito que escribió alguien hace dos mil años. En realidad, el Evangelio (como toda la Biblia) es Palabra viva. Jesús hizo aquellas cosas, predicó aquellas enseñanzas, hace un par de milenios. Pero sigue haciéndolo ahora. Por ello, creo que es verdadera norma de vida para un cristiano del siglo XXI y, con más razón, para un comunicador cristiano.

Durante estos meses hemos asistido a varias conferencias en las que hemos escuchado un término bastante de moda en nuestros días, "la posverdad", algo que, en el fondo, es aquella "dictadura del relativismo" de la que hablaba Benedicto XVI. También los profesores nos han hablado sobre las "fake news" y la importancia de informar con criterio y veracidad. Y esta, precisamente, es una de las claves que debe tener un comunicador cristiano: ser veraz. Pero para ello, para que los demás confíen en ti, es fundamental construir una vida interior cimentada en sólidos valores y cimientos que te permitan ser coherente y honesto. No sirve de nada defender ideas buenas, como puede ser la vida, si en tu vida hay secretísimo, o si maltratas a otras personas. Pocas cosas me parecen tan hipócritas como que una persona critique, por ejemplo, el acoso escolar, y luego se dedique a hostigar a quien no piense como ella.

Por ello, creo que no todo el mundo sirve para comunicar. Pues comunicamos lo que somos. Y uno puede hablar muy bien, usar palabras muy bonitas o rimbombantes, pero puede caer en la pura charlatanería hipócrita. El pasado mes de febrero fui a la última oración de don Joaquín con los jóvenes de la Diócesis de Getafe como obispo diocesano. Me impactaron dos palabras que, desde entonces, reverberan en mi alma: orad y anunciad.

Desde hace tiempo, siempre que escribo algo, siempre que me preparo para hablar en la radio, o cuando voy a hacer alguna acción que me suponga interactuar con los demás (aunque sea algo tan simple como charlar con compañeros de clase tomando un café) invoco al Espíritu Santo. Es decir, hago una oración. Comunicamos lo que somos. Y creo que, como cristiano, nada puedo sin la oración.  Es cierto que en varias ocasiones he escrito aquí sobre la superación personal, o he hablado de ella en mi videoblog. Y he leído muchos libros, de autoayuda o no, sobre esta temática. Y me he dado cuenta de que suelen caer en un defecto: el voluntarismo. Podemos crecer como personas, como comunicadores, si trabajamos duro por ello. Pero creo que, para hacerlo con verdadera eficacia, necesitamos la ayuda de Dios. Al menos es la perspectiva que tengo como creyente. Si yo tratase de sacar este Máster por mis solas fuerzas, estaría intentando construir castillos de arena en el aire. Si pretendo escribir una ficción sonora para la radio sin invocar a Dios, acabaré realizando una verdadera chapuza. Si pretendo hablar en la radio, o en mi videoblog, sin la ayuda de Dios seguramente me pondré nervioso o bloquearé. Al menos a mi, Dios me da paz, serenidad, inspiración. Y me permite comunicar. Me permite lanzar un mensaje coherente con mis Principios y Valores para poder ejercer una buena influencia (no confundir con manipular) en los demás.

Orad y anunciad, decía don Joaquín. Y... ¿Qué es lo que hace un comunicador cristiano si no es anunciar la Buena Nueva del Evangelio? Porque no es lo que estés diciendo, sino cómo lo estás diciendo. Hables de política, deportes, historia... lo importante es cómo lo estás haciendo. Un ejemplo: Tenemos los compañeros un podcast, "La Grada del Var". Humilde y honestamente, creo que es un programa que no tiene nada que envidiar a los grandes programas deportivos radiofónicos. Lo hacemos con cariño y ofreciendo lo mejor de nosotros mismos. Y, en mi caso, cuando hablo (en la sección de ciclismo) trato de hacerlo bajo ese prisma cristiano. Hablo sobre Froome, por ejemplo, y trato de hacerlo con caridad aunque me pueda decepcionar lo que le está pasando (por si alguien no lo sabe, presunto dopaje y también a nivel de su equipo).

Orad y anunciad, también en radio, también en los medios de comunicación. Decía Santa Teresa de Jesús que "a Dios se le encuentra entre los pucheros". Un comunicador cristiano podría decir "a Dios se le encuentra entre los micrófonos". Quizá no tenga tiempo para dedicar una hora al día a orar, pero trato de hacer oración continua a lo largo del día. Sobretodo, como ya he dicho, invocando al Espíritu Santo.

Creo que un comunicador cristiano tiene que comunicar siendo fiel a ese Evangelio en el que cree. Pero para ello, como seres débiles e imperfectos que somos, necesitamos la oración. Es gracias a la oración, la contemplación, como podemos ir venciendo esas imperfecciones, puliendo esos defectos y creciendo como cristianos. Y es la oración la que nos permitirá, a los comunicadores cristianos, comunicar de verdad. Solo así seremos, de verdad, comunicadores y no charlatanes.

Por ello he querido hoy escribir mis reflexiones. Siempre que alguien se queja de lo mal que está el mundo, la Iglesia, lo "maleducados que son los jóvenes", lo "superficial que es la sociedad"... siempre le pregunto: Y tú ¿Qué haces?

Creo que todos tenemos una gran responsabilidad en lo que está pasando. He estado viendo un reportaje-documental que Televisión Española ha dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente con ocasión del 38 aniversario de su fallecimiento. Félix consiguió salvar a lobos, osos pardos... defendió mejor que nadie la naturaleza y al ser humano (si, también al ser humano, pues defender la naturaleza es defender toda la Creación, también a nosotros). Y no lo hizo con una crítica estéril, sino de forma proactiva, con un mensaje que calaba hondo en quienes le escuchaban. Pero Félix era un hombre de gran fuerza espiritual, con una fuerte vida interior. Precisamente fue eso, y no otra cosa, lo que le convirtió en un gran comunicador.

Comunicar y orad. No te quejes de cómo está el mundo. Comienza a cambiarlo. Comienza cambiando a esa persona que ves delante del espejo cuando te estás lavando los dientes: tú mismo.