miércoles, 1 de marzo de 2017

Viajes y experiencias: Jaén, tierra de misterios (II). Es imposible desobedecer al Misterio

De aquel viaje guardo, por tanto, un grato recuerdo, especialmente el de aquella inolvidable jornada por la Sierra Mágina y el Santuario de la Virgen de la Cabeza. Volví a Jaén en 2007, invitado de nuevo por aquella familia amiga que mencioné en el anterior artículo.  Sin embargo,  no fuimos a Bélmez, ni tampoco a Andújar.  En esta ocasión decidieron enseñarme Úbeda y Baeza, dos villas que recomiendo encarecidamente visitar por la belleza de sus monumentos, realmente impresionantes. Ya de vuelta a casa, pasé toda una mañana en Jaén con mi amigo, inolvidables horas de turismo y tapeo. Como aún no conocía Jaén capital, decidió enseñarme los lugares más bellos de la ciudad: la catedral, la basílica menor de San Ildefonso, la Magdalena... pero si algo me impresionó especialmente fue, sin duda alguna, la catedral de la Asunción, donde se encuentra el Santo Rostro. Durante todo el rato que estuvimos dentro de éste templo sentí que allí verdaderamente está Dios. Puede sonar paradójico, pues los católicos creemos que Jesús está realmente presente en la Eucaristía, por tanto en cada sagrario de cada iglesia podemos encontrarnos cara a cara con Dios. Sin embargo, lo que sentí al caminar entonces por la cateral de Jaén fue algo poderoso que he sentido en muy pocos lugares. Era una sensación de profunda paz entremezclada con la enorme certeza de que yo estaba yendo por el camino correcto (pues poco antes había sentido esa "llamada" que me llevó al Seminario). Puedo asegurar que pocas veces he visto las cosas tan claras como en aquel momento. Tuve una sensación de pequeñez y, al mismo tiempo de saber que Dios me estaba llamando a servir a los demás, a ayudarles. Me postré de rodillas junto al Santo Rostro, y durante unos minutos estuve contemplándolo. De vez en cuando también miraba al altar. Sentí varios escalofrios y... me emocioné. Mi amigo me dijo después que había estado varios minutos rezando, en completo silencio, totalmente concentrado. Cuando salí de la catedral tuve el convencimiento de ser una persona nueva, muy distinto a como había sido hasta entonces. Quería realizar aquello a lo que me sentía llamado por Dios. Y deseaba hacerlo cuanto antes. En mi corazón ardía un fuerte sentimiento de ayudar al prójimo.



Un año después entré al Seminario. Durante un tiempo estuve formándome para ser sacerdote. Sin embargo, terminé viendo que aquella no era mi vocación y terminé saliéndome. Años mas tarde realicé un Máster en Historia Antigua, y después otro en Periodismo Social. Como ya sabéis, hasta que decidí hacer el primer máster estuve luchando contra una fuerte depresión que me llevó a sentir un enorme vacio existencial y la constante pregunta de ¿Para qué he nacido? Realizar aquel máster, volver a escuchar un programa de radio que me entusiasmaba y hacer nuevas amistades me ayudaron a vencer a la depresión. Pero seguía preguntándome qué quería exactamente Dios que hiciera con mi vida. Comencé a recibir una respuesta a esta pregunta durante un viaje a Lourdes que realicé en 2014. Me encontraba en una capilla rezando cuando me vino a la mente una frase ("Mía es la Victoria") acompañada de una imagen de la Vírgen María. Entonces le pregunté "¿Qué debo hacer?" y otra frase inundó mi mente: "escribe, escribe, escribe...". Poco después tuve la oportunidad de hablar con el escritor Javier Sierra, quien me animó a escribir "pues estás en la mejor edad, ya que comienzas a tener una perspectiva vital que te permitirá escribir a conciencia, sabiendo lo que dices y por qué lo dices". En cierto modo, era verdad. Pues, aunque aún sigo siendo joven, he vivido ya bastantes cosas como para saber lo que es la vida y poder dejar una huella en el mundo ejerciendo una influencia positiva en los demás. Pero necesitaba que alguien me diera el empujoncito "de gracia". Fue mi amigo y también colega escritor Luis Ignacio Rodríguez quien me dijo literalmente "tío, es una pena que no aproveches el talento que tienes". Esto me lo dijo en marzo de 2015. Esa misma tarde comencé a escribir mi primera novela histórica: Crónica de un Cantar Hispano, publicada en 2016. Pero en ese mismo mes de marzo tuve otra moción espiritual. Ocurrió durante unos días que pasé de retiro personal en el convento capuchino de El Pardo. Decidí abrir un videoblog dedicado, especialmente, a hablar sobre oratoria, motivación personal y emprendimiento (aunque también quiero hablar sobre Historia, Misterio e, incluso, temas de actualidad. De hecho, cuando falleció Bimba Bosé dediqué un vídeo a hablar sobre el cáncer). También escribo en la sección de Historia de "Qué Aprendemos Hoy", colaboro con el "Espejo de la Diócesis de Getafe" (COPE) y con la delegación diocesana getafense de Manos Unidas. Por tanto, se podría decir que me encuentro, de alguna forma, en el camino correcto para realizar la Misión Personal a la que me siento llamado. Sobretodo me apasiona comunicar y poder ayudar a los demás. Como he dicho antes, deseo dejar huella en el mundo ejerciendo una influencia positiva en los demás. Pero ha sido en este 2017 cuando he comprendido muchas cosas sobre esa Misión Personal.



En navidades volví a la catedral de Jaén. Fuimos allí a misa tanto el día de Año Nuevo como el de Reyes. Y volví a sentir aquellos escalofríos de 2007 que, de nuevo, estuvieron acompañados por una fuerte sensación de certeza. Poco antes, a principios de diciembre, había estado de Ejercicios Espirituales y ya entonces vi claro que Dios aprobaba ese camino de la Misión Personal al que estoy haciendo referencia en éste artículo. Mientras paseaba por la catedral de Jaén, admirando su belleza tanto interior como exterior, me venían los recuerdos de las dos vivencias anteriores. Sentí exactamente lo mismo que había sentido cuando estuve en Bélmez de la Moraleda y cuando en 2007 recé en la Catedral de Jaén. Pero no solo recordé estas dos experiencias. De pronto me vinieron otras sensaciones del pasado. Recordé lo que sentí aquella noche en Fátima (2008) durante la procesión de las antorchas. Había ido a Portugal con el Curso Introductorio del Seminario. Y esa noche, mientras caminabamos por la explanada del Santuario, ví un bello meteorito (¿o cometa?) verde que imprimió en mi mente la palabra Esperanza. Lo curioso es que casi nadie lo vio, salvo un niño (el único que me creía. Ya sabéis... de ellos es el Reino de los Cielos). Pero también recordé aquella noche de Pelayos de la Presa (2012), cuando ví aquel OVNI que me sacó de la depresión. Volví a postrarme ante la Santa Faz a rezar mientras pensaba en todo esto y, de pronto, todo cobró pleno sentido. Desde entonces veo claro lo que Dios quiere de mi. Cuando me llamó a seguirle en 2007 lo que me estaba queriendo decir era que quería que me comprometiera a vivir mi cristianismo de un modo real, siendo integro y honesto con mis principios y valores. Yo, como he contado, lo había interpretado como una llamada al sacerdocio. Pero no era así. En realidad Dios quería que comunicase a través de mis escritos, o de los vídeos que grabo, sobretodo que la vida tiene un sentido pleno, que no somos fruto de la casualidad sino de un Dios que nos ama y ha pensado en nosotros desde la Eternidad, y que todos los seres humanos estamos llamados a realizar una Misión Personal, pues todos tenemos dones y aptitudes que Él nos ha dado. TODOS VALEMOS PARA ALGO. Pero, igual que a mi me ocurría antes de decidirme a escribir mi primera novela histórica, a todos nos hace falta que alguien nos de un empujoncito, una palabra de ánimo y consuelo, que nos motiven a ser mejores personas. Y creo que es a lo que Dios me llama.

El Principito decía aquello de "Cuando el Misterio es demasiado grande, resulta imposible desobedecer". Cuando termino de escribir un artículo, un nuevo vídeo en Youtube, o un capítulo de mi segunda novela histórica (que será continuación de la primera) siempre me pregunto ¿De donde viene la inspiración? Siempre he tenido la sensación de que cuando nos sentimos inspirados fuera como si estuvieramos conectados a una red WIFI y "descargásemos" datos que después comunicamos por escrito o por vía oral. Para mí, esa "red WIFI" es el Espíritu Santo, pues tengo la costumbre de invocarle durante mi día a día, especialmente cuando quiero escribir. En cualquier caso, veo claro que el Misterio forma parte de lo más esencial que hay en mí, pues el Misterio con mayúsculas es Dios. Y ha pensado en mi desde la eternidad. Me llama a realizar una Misión Personal concreta y trabajaré por llevarla a cabo, poco a poco, con esfuerzo y entusiasmo. De alguna forma me siento llamado a dar Esperanza a los demás.


Por ello, desde el año pasado también estoy muy metido en el mundo del crecimiento y la superación personal. Al haber sufrido acoso escolar durante mi infancia, y una dura depresión tras mi salida del Seminario, sé perfectamente lo que es pasar por momentos duros, por ello me he decidido a ayudar a los demás, siguiendo la estela de aquella "llamada" que sentí hace ahora diez años. Y por éste motivo he dedicado un videoblog a hablar, especialmente, sobre esta temática.  Además, el próximo 10 de marzo voy a dar una conferencia en Madrid sobre la Misión personal, la cual espero sea la primera de muchas, por otra parte. Será dentro del I Evento SFD de Motivación Personal, Emprendimiento y Oratoria (si queréis inscribiros o pedir mas información podéis escribir a eventosfdmadrid@gmail.com).

Pero fue el pasado fin de semana cuando, de alguna manera, sentí la confirmación de todo esto que acabo de contar. El sábado acudí al Cerro de los Ángeles a una jornada de formación dedicada a las redes sociales. Concluyó con una Eucaristía, y me confesé. Hasta aquí todo mas o menos "normal". Poco después, ya en el Cercanías, me enteré de la muerte de Pablo Ráez, un muchacho malagueño que vivía en Marbella y durante dos años estuvo luchando contra la leucemia. Pablo fue, sin duda alguna, todo un ejemplo de como afrontar una dura enfermedad desde la positividad, la esperanza y el querer enseñar a vivir de verdad a los demás. De hecho, en una ocasión llegó a decir que "lo triste no es morir, lo triste es no saber vivir". Yo había seguido con cierta frecuencia las publicaciones que realizaba este joven en la red social Facebook. En alguna ocasión le llegué a escribir alguna que otra palabra de ánimo. Por éste motivo, su fallecimiento me conmocionó profundamente. Además, es un caso muy parecido al de una amiga mía que falleció tras dos años luchando contra un tumor cerebral. También Paloma mostraba su fortaleza y sus ganas de vivir con gestos como declinar, educadamente, que la ayudases a llevar la bandeja del comedor (éramos compañeros del colegio). Solía decirme "tranquilo Víctor, yo puedo, tengo fuerzas". Pero el caso de Pablo tuvo una gran repercusión social tanto por su manera de afrontar la enfermedad, como porque consiguió que las donaciones de médula ósea aumentasen considerablemente. Pero no sólo eso. Tal y como dice su hermana, Pablo creía que el mundo podía ser un lugar mejor. Y José López Solórzano, párroco y amigo suyo, dijo en la homilía del pasado domingo que Pablo "hizo lo que tenía que hacer, ha dejado su huella en este mundo. Sigamos nosotros".

Ayudar al prójimo a levantarse y a subir cuestas vitales es mi Misión Personal
Como digo, me siento profundamente conmovido cuando pienso en el ejemplo y testimonio de Pablo Ráez. Pero, especialmente, cuando leo las palabras de su párroco, pues me siento interpelado por ello. Contaré algo personal relacionado con la confesión que tuve el sábado. Durante los últimos meses estuve algo agobiado y con estrés. El sacerdote, que también se llama Pablo (lo cual creo que no puede ser casualidad) me conminó a no vivir una vida mediocre y a confiar en Dios. Después vi que Jesús en el Evangelio, que ya era el del domingo, precisamente decía aquello de "no estéis agobiados". Después, ya en el Cercanías, leí en Twitter lo de la muerte de Pablo Ráez. Y comencé a albergar un deseo de seguir su ejemplo vital. Por tanto, deseo recoger el testigo que él y mi amiga Paloma me dejaron con su ejemplo y poder ayudar a los demás, realizando con ello la Misión Personal a la que estoy llamado.

He querido traer aquí estas experiencias vitales porque considero que nada hay de casualidad en las cosas que uno vive. Y son todas ellas vivencias que, de una u otra forma, me han marcado y me hacen ser consciente de quién soy, de donde vengo y adonde quiero ir. Yo antes tenía cierto miedo a la vida, a la incertidumbre del futuro, a que algún día pueda faltarme la salud. Pero hoy ya no me ocurre. Quiero vivir la vida haciendo el bien y, sobretodo, enseñar a los demás a vivir siendo libres y felices.