lunes, 9 de enero de 2017

Viajes y experiencias: Jaén, tierra de misterios (I): Las Caras de Bélmez

Dicen que el Misterio es el motor de la vida y, personalmente, cada vez estoy más de acuerdo con la verdad de esta afirmación. De hecho, "El Principito" es quien dice aquello de "cuando el Misterio es demasiado impresionante, resulta imposible desobedecer ".

Varias teleplastias de Bélmez. Entre ella "el niño", de la que hablaré.

Puedo dar fe de lo que supone apartarse del Misterio. Yo lo hice, cuando entré al Seminario. Estupidos prejuicios me llevaron a ello. Dejé de escuchar Milenio 3, mi programa favorito y, progresivamente, fui apartándome de algo que había sido el principal motor de mi vida. Cuando dejé de ser seminarista, en marzo de 2009, me desvinculé temporalmente de todo lo relacionado con el Misterio. Tenía la intención de que esa desvinculación fuera definitiva, debido a una mala experiencia que tuve leyendo "Camposanto", la novela escrita por Iker Jiménez. Durante varios días, en plena lectura de ese libro, tuve varias pesadillas que me llevaron a deshacerme de ese y otros libros relacionados con el Misterio. Todo aquello, sin embargo, provocó en mi un fuerte vacío. Fue años después, cuando recuperé  mi pasión por el Misterio, como ya conté en este blog, cuando salí de aquella depresión que me atenazaba interiormente. Fue reencontrándome con aquel niño de 13 años apasionado por el Misterio que buscaba, conectándose a Internet en los ordenadores del colegio, información sobre ovnis, fantasmas y demás, como conseguí reencontrarme conmigo mismo y sanar las heridas provocadas tras mi salida del Seminario.

Desde bien pequeño había sido un apasionado aficionado a todo lo relacionado con el Misterio. Recuerdo muchas conversaciones que tuve con mi padre, especialmente durante nuestros viajes en el mítico Renaul 25 granate (para mí el verdadero Coche Fantástico). Recuerdo escucharle hablar, siendo yo apenas un mocoso de 6-7 años, sobre el impacto que produjo en España el fenómeno de las Caras de Bélmez. Desde entonces éste pasó a ser mi tema favorito dentro del mundo del misterio.

Pero además, varios años antes de entrar al Seminario, había vivido dos experiencias realmente impactantes sobre las cuales apenas he escrito y hablado. La primera sucedió, si mal no recuerdo, en 2005 y en Bélmez de la Moraleda, aquel pequeño pueblo jienense que décadas antes había sido mundialmente famoso por “algo”que allí  sucedió. La segunda vivencia aconteció en 2007, en la catedral de Jaén. 

Aprovechando que acabo de volver de esa pequeña pero bella y agradable ciudad que es Jaén, me gustaría relatar ambas experiencias. Sobretodo porque en la catedral he sentido algo parecido a lo de 2007, una sensación de certeza que estoy convencido de que está ligada a los objetivos que actualmente tengo en mente: lo que llamo mi "Misión Personal": Eso que en el pasado me llevó  al Seminario creyendo tener una vocación sacerdotal que, en realidad, no tenía. Aunque, y con todo el respeto a los sacerdotes lo digo, creo que mi Misión Personal trasciende lo que es un puro sacerdocio ministerial. Al fin y al cabo, los bautizados somos reyes, profetas y sacerdotes. Y no existe una sola "vocación", como muchas veces parece escucharse (la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa). Sino que existen muchas vocaciones, siendo la más importante de todas la de la vocación a la vida. Hemos sido creados por Alguien y para algo. Para una misión personal que, si la realizamos, dejará una huella profunda y positiva en los demás. En marzo, antes de los Idus, hablaré sobre todo esto en una ponencia que estoy preparando con mucha ilusión y fuerza.

Bélmez de la Moraleda
Como he dicho antes, mi pasión por el Misterio me viene desde pequeño, pues a mi padre también le apasionaba. Recuerdo, además de las mencionadas conversaciones con mi padre, escuchar siendo un crío programas como Turno de Noche (pues de pequeño tenía insomnio) donde hablaban sobre las caras de Bélmez, los extraterrestres. el triángulo de las Bermudas, los templarios y otras cosas. Mi tema favorito, ya lo he dicho antes, siempre ha sido el de las caras de Bélmez, de hecho hace tiempo escribí un artículo sobre ellas dando mi punto de vista como católico. Recuerdo también algunas conversaciones mantenidas con un profesor del colegio que durante su juventud visitó este pueblo jienense y conoció a Maria Gómez Cámara. Este buen hombre aún se estremece al recordar como aquella mujer, entrañable y con carácter al mismo tiempo, adivinó algunas cosas de mi profesor que era imposible que supiera. Por todo ello siempre quise ir a Bélmez. No pude hacerlo cuando vivía Maria pero su muerte acrecentó mi deseo de conocer aquella casa llena de rostros inquietantes.
Como he dicho antes, fue en 2005 cuando conseguí visitar aquellos rostros del absurdo gracias a una familia amiga, residente en la provincia de Jaén, que me invitó a pasar unos días en su casa. Y, aprovechando su generosidad, fue como conseguir realizar uno de mis mayores sueños, algo por lo que les estoy eternamente agradecido. Aquel sábado de septiembre nos pusimos en camino a la bella y mágica Sierra Mágina. Llegamos a Bélmez sobre las 11:00 de la mañana. Tras preguntar por las caras en una casa, situada a la entrada del pueblo, nos encaminamos a la iglesia. Subimos aquella cuesta y giramos a la derecha. Mi emoción iba en aumento. Recorrimos unos cuantos metros y, por fin, llegamos al ya mítico número 5 de la antigua calle Rodriguez Acosta de Bélmez de la Moraleda, hoy conocida como calle de María Gómez Cámara. Poco a poco iba creciendo dentro de mi la expctación y me llegaron a temblar las piernas, estaba verdaderamente emocionado. Instantes después de llamar al timbre salió Miguel Pereira, uno de los hijos de Maria. En ese instante, un curioso estremecimiento se apoderó de mi. Digo curioso porque en él se entremezclaban la emoción y el sobrecogimiento. Entramos a la casa y mi pulso se aceleró. Entonces me ví embargado por la sana incredulidad. Incredulidad no porque, de pronto, me surgieran dudas sobre la veracidad de las caras. No, todo lo contrario. Sucedió, simplemente, que no me podía creer que realmente yo estaba allí, tan cerca de esas caras sobre las que tanto había leído y con las que tanto había soñado desde pequeño. Me parecía estar viviendo uno de aquellos sueños infantiles. Recuerdo haber soñado en mas de una ocasión con ellas. Pero, en esta ocasión, era real. Yo estaba allí, de verdad, podía verlas con mis propios ojos, me pareció que también ellas me observaban y me animaban a acercarme. Ser consciente de que eso estaba sucediendo realmente me llenó de una inmensa felicidad que aún dibuja una amplia sonrisa en mi rostro al recordarlo.

El epicentro del Misterio más grande de nuestro país

Acababamos de entrar a la casa. Me quedé observando un cartel del SEIP donde se anunciaba que en esos días había algunos investigadores en Bélmez. Pedro Amorós y sus compañeros se encontraban en aquellos momentos investigando en otra casa de la localidad, el lugar donde nació María Gómez Cámara y donde, presuntamente, habían aparecido otras caras en 2004. También estuvimos en esta segunda casa y, francamente, creo que no tiene nada que ver con la original. Si me preguntasen  ¿crees en la veracidad de esos rostros aparecidos en 2004 en otra casa? respondería con un rotundo "NO". Igual que puedo responder con un rotundo "Sí, creo que las caras aparecidas en la casa de Rodriguez Acosta número cinco desde 1971 son reales" en caso de que me preguntasen por ellas.

Mientras observaba aquel cartel del SEIP, Miguel abrió la puerta del lugar que pasó de ser una vieja  cocina a convertirse en el epicentro del Misterio y, por fín, pasamos dentro. Otro escalofrío inundó  todo mi ser al observar, desde el quicio de la puerta, la vieja lumbre con los misteriosos rostros emergidos a su alrededor. Ahí estaban, mirándome fijamente, desafiantes ante cualquier tipo de lógica con la que se intente rebatir su autenticidad. Miré al “pelao”. Miré  a “la pava”. Una extraña sensación me embargó. Era como si aquellas teleplastias (el nombre correcto del fenómeno) llevasen años esperándome. Sentí la emoción a flor de piel y una pequeña y sincera lágrima recorrió mi rostro mientras observaba aquel testimonio del absurdo más grande sucedido en nuestro país (y en la propia historia de la parapsicología). Miguel comenzó a relatarnos la historia de aquellas caras “34 años hace ya que aparecieron…” repetía constantemente mientras entornaba los ojos, quizá emocionándose al recordarlo. Nos hablo del miedo experimentado por su madre al ver la primigenia “pava” (la que posteriormente fue picada…. Y que poco después volvió a emerger). Un miedo que le llevó a la pobre mujer incluso a dormir durante algunos días en la fuente aledaña, pues era incapaz de entrar a la casa. Nos habló también de Germán de Argumosa y Hans Bender, del precinto notarial realizado por el notario de Huelma Antonio Palacios Luque, de las psicofonias (algunas tan tenebrosas y misteriosas como aquella de "matar a él"... ¿A quién quería matar, quien fuera el autor de aquella frase? ¿Quién era "él"? ¿Quizá aquella voz hacía referencia a la persona que ordenó bombardear el Santuario de la Cabeza?). Por cierto, a partir de ahora me referiré a las psicofonías como parafonías, el nombre correcto que se le debe dar a este fenómeno.

Uno de los momentos más impactantes de la mañana fue cuando Miguel nos habló sobre los huesos que aparecieron tras una excavación realizada, por orden del alcalde, Manuel Rodríguez Rivas, en el suelo de la antigua cocina. Al parecer, aquel lugar había sido cementerio varios siglos antes, desde tiempo de los musulmanes. Incluso se sabe de unos extraños hechos acontecidos en el siglo XIX, cuando los entonces moradores de la casa (antepasados de Miguel Pereira por vía paterna) denunciaron extraños ruidos y movimientos de objetos acontecidos allí. También, al parecer, aquel lugar fue en otro tiempo o bien un bar o bien un prostíbulo o allí debieron suceder acontecimientos parecidos a los que se pueden vivir en un lugar así. De hecho, algunas de las parafonías registradas en esa casa decían cosas como "Pobre Quico" o "Quico, borracho". En cualquier caso, se trata de uno de esos lugares donde numerosos misterios parecen reunirse. Es como si todo lo vivido allí desde hace siglos siguiera, de algún modo, latente y, en ocasiones, saliera a relucir.

María Gómez Cámara sentada junto a "la pava"
Salimos de la antigua cocina y Miguel nos enseñó algunos rostros que había en diversas estancias de la casa, especialmente el pasillo. Yo me encontraba muy emocionado y, paradójicamente, sentía paz. Y digo paradójicamente pues la mayoría de las personas que han ido a esa casa dicen haber sentido mal rollo, opresión, pena y otros sentimientos mas o menos desagradables. Pero yo, sin embargo, sentí paz. No me preguntéis por qué, pues ni yo mismo lo sé, ni tampoco lo entiendo, sinceramente. Pues no tiene mucha lógica que en un lugar así, y con tanto sufrimiento rodeando el misterio allí emergido yo sintiera paz. Pero sí, ese fue el sentimiento que tuve. Simplemente, sentí paz. Aunque, no obstante, al observar aquellos rostros si sentía cierta desazón pues su expresión no es, precisamente, la de una sonrisa. No, nada de eso. Se trata de rostros que están sufriendo. Y, desde luego, las parafonias dan muestra de esto mismo. Si esas caras, como (casi todo) parece indicar, representan a alguien que vivió y tuvo relación con Maria Gómez Cámara… desde luego no es extraño que reflejen ese sufrimiento que caracteriza a las teleplastias de Bélmez de la Moraleda. Más abajo cuento lo vivido esa misma tarde en el Santuario de la Virgen de la Cabeza y que me lleva a pensar que esa teoría de que hay relación entre la casa de María (y ella misma) con el Santuario es veraz y lógica. Sobretodo teniendo en cuenta que alguna de las parafonías dice cosas como "Es que yo sigo enterrada".

Hubo un momento, poco antes de que Miguel nos explicase los rostros del pasillo, en el que me quedé totalmente solo en la vieja cocina. Tuve entonces la tentación de hacer una foto (algo que teóricamente Miguel no permite más que a los periodistas cuando éstos se lo piden). Estaba solo... no se iba a enterar, pensé. Por ello metí la mano en el bolsillo para coger el móvil…. Y una sensación  poderosa lo evitó. No sé describirlo con palabras. Solo puedo decir que tuve la sensación de que alguien me decía, quien sabe si la que en otro tiempo fue la dueña de la casa, “es mejor que no lo hagas”. Saqué la mano del bolsillo, sin el móvil. Me quedé observando, en silencio  las caras. De pronto tuve una sensación algo más amable y me incline, casi postré, ante el rostro conocido como “el niño (¿o quizá la niña?). Puse la mano sobre el cemento, toqué aquella cara con respeto, casi con veneración. Cerré los ojos… y entonces sucedió el puro absurdo. Algo que parecía venir de abajo, como una corriente subterránea que emergia, comenzó a sentirse en la palma de mi mano. Además sentí que el suelo se volvía húmedo. Como si alguien hubiera estuviera tirando un cubo lleno de agua allí mismo y en ese momento. O como si la humedad viniera de algún río subterráneo (que, de hecho, se sabe que por debajo de la propia casa pasan varios riachuelos subterráneos). Pero lo que sentí no era nada negativo, al contrario. Es cierto que quizá denotaba cierta tristeza pero, desde luego, aquello no era nada negativo. Las caras de Bélmez, a pesar de lo que dice cierta parafonia ("el infierno comienza aquí"), no tiene nada que ver con lo demoníaco. Quizá si con lo infernal... pero no un infierno según la visión religiosa, sino un infierno más terrenal, provocado por el hombre y su absurda manía de promover guerras entre quienes deberían ser hermanos. Aquella sensación duró unos cuantos segundos. Es probable que incluso uno o dos minutos. El caso es que durante un buen rato tuve la sensación de que el tiempo se había detenido. Era como si se hubiera resquebrajado por completo el espacio-tiempo. La sensación, como digo, no era negativa. Tampoco amable. Sencillamente "era". Y yo sentía que era más poderosa que yo. Aunque aquello no quería hacerme daño. Simplemente me estaba queriendo comunicar algo aunque yo no fuera entonces capaz de comprenderlo. Hoy creo que puedo entender lo que aquello me estaba diciendo: el Misterio es mi Vida y no debo apartarme de él. Debo ser fiel al Misterio, sobretodo a aquel cuyo nombre escribimos con mayúsculas: Dios. Cuando me aparté y alejé del Misterio fue cuando caí en aquella dura depresión. Cuando volví a él es cuando logré recuperarme totalmente de aquello. Creo que con esto no hace falta decir ni añadir mas para hacerlo mas entendible.

Varias de las teleplastias de Bélmez
Estaba yo absorto por aquella sensación emergente cuando escuché mi nombre desde el pasillo. Abrí los ojos y, tras levantarme (mirando fijamente al "niño"), me encaminé, en completo silencio, hacia donde estaban mis amigos con Miguel Pereira. Entonces Miguel, como ya he comentado, siguió explicándonos los rostros del pasillo. Después estuvo contándonos sus vivencias como pastor por las sierras jienenses. Lo cierto es que me pareció un buen tipo. Alguien que no ganaría nada mintiendo. Tengo una brújula interior que me hace ver cuándo el alma de una persona es luminosa y cuándo es oscura. Esto me permite saber si una persona es sincera o mentirosa con solo sentir su presencia (y soy consciente de que algún lector arqueará la ceja con escepticismo. Pero así es). También puedo anticipar si me voy a llevar bien o mal con una persona que acabo de conocer, de hecho suelo acertar casi siempre. Por ello, creo que las caras de Bélmez son un fenómeno auténtico. Al menos, las que aparecieron en la casa de María Gómez Cámara. Pues, como ya sabéis, hay otra casa en Bélmez donde, supuestamente, aparecieron otras teleplastias en 2004. También visité esa casa y puedo afirmar que ni la casa ni las "teleplastias" de 2004 pueden compararse bajo ningún aspecto con las originales. Lo que sentí en la casa de María Gómez Cámara no lo sentí en la de 2004. De hecho, los grandes investigadores del Misterio afirman algo parecido a lo que yo estoy diciendo: que los rostros de la casa original, la situada en la antigua calle Rodríguez Acosta de Bélmez de la Moraleda, hoy conocida como calle de María Gómez Cámara, son aunténticos. Y que los rostros "aparecidos" en 2004 en otra casa del municipio no son auténticos.

Personalmente, creo además en la honestidad de Miguel Pereira. También en la de su madre, cuyas facciones y el timbre de su voz al hablar sobre las caras me inspiran confianza. Creo que fue una mujer sincera, y tengo el convencimiento de que sus hijos también lo son. Además, esa mujer no ganó nada con el misterio acontecido en su cocina. Al contrario. Tuvo que soportar muchas molestias desde entonces. Especialmente durante aquel mes de febrero de 1972, cuando miles de personas entraban a diario en su casa para ver los rostros. Tuvo que soportar, igualmente, aquella deleznable "operación tridente" con la que acallaron el Misterio (Diario Pueblo dijo que se se había acabado el Misterio tras una llamada realizada desde las altas esferas gubernamentales. La explicación que se dio, sales de plata, carece de fundamento, pues jamás se ha hallado tal compuesto en el suelo de la casa de María Gómez quien, desde entonces, tuvo que soportar ser acusada de embustera desde algunos medios de comunicación).  María no ganó nada con todo aquello. Ni siquiera económicamente, pues la casa es bastante humilde y sus hijos no son precisamente multimillonarios. Al contrario. Por ello, pondría la mano en el fuego porque Maria Gómez Cámara y su familia dijeron, y dicen, la verdad. Y estoy totalmente convencido de que el propio gobierno franquista era consciente de su sinceridad. Si María Gómez y su familia hubieran sido unos mentirosos habrían acabado en la cárcel. O incluso muertos. Acusados de falsedad y escándalo público. Franco no era precisamente una hermanita de la caridad. La propia Iglesia también lo sabía. En caso contrario Miguel Peinado, el obispo y pata importante de la operación tridente, hubiera provocado su excomunión. Por otra parte, María Gómez Cámara era muy religiosa. Y tengo entendido que Miguel Pereira también lo es. De hecho, en la antigua cocina, junto a las teleplastias, hay una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y otra del Inmaculado Corazón de María.

En 2005, treinta años después de la aparición de "la pava", tanto Franco como Peinado habían muerto. Sin embargo, las caras seguían ahí, desafiando al paso del tiempo. Y hoy siguen ahí, aunque poco a poco parecen estar difuminándose. De hecho, pensaba que "el niño" se había marchado para siempre. Pero en éste vídeo grabado por unos youtubers puede verse que aún continúa sobre el viejo cemento. En cualquier caso, no me resulta extraño que esos rostros se estén marchando, pues la propia Maria intuía que tras su muerte las caras se irían con ella. 

Salimos de la casa compartiendo nuestras impresiones sobre lo vivido durante la hora y media que estuvimos allí. Todos coindiamos en que aquel fenómeno nos parecía totalmente real. Aquello no parecía fraude sino veraz, y estábamos plenamente convencidos de ello. Nos despedimos de Miguel Pereira y, tras dar un paseo por el pueblo, fuimos a comer. Por la tarde, como he dicho anteriormente, pusimos rumbo al Santuario de la Virgen de la Cabeza, situado en Andújar.  Allí sentí que ese lugar está estrechamente ligado a las caras de Bélmez. Yo si me creo la teoría de Iker Jiménez y Luis Mariano Fernández en su libro "Tumbas sin nombre". Es más, al pasear por allí, observándo las ruinas del santuario bombardeado y las de "la Casa Colomera" me vino una sensación de dolor parecida a la que provoca contemplar la desazón de las famosas teleplastias. Pensé en Paquita Chamorro, una de las sobrinas de María Gómez Cámara que falleció en aquellos bombardeos. Y de pronto, sentí su presencia. Un fuerte escalofrio me invadió y creí poder arrojar luz sobre el misterio de Bélmez de la Moraleda. El Misterio, por lo inabarcable que es para nuestra limitada capacidad de comprensión, puede resultar absurdo. Pero a veces parece como si todas las piezas encajasen: María Gómez Cámara sufrió mucho durante toda su vida por el recuerdo de aquella familia muerta (casi al completo) en el Santuario de la Cabeza. Miguel Chamorro, su cuñado, era guardia civil. Como tantos otros compañeros, se refugió en aquel lugar con su esposa e hijas (Isabel Gómez Cámara, su esposa, y Juana Chamorro, Ana, Carmen, Remedios, Francisca, Amparo e Isabel, las hijas del matrimonio). Perecieron casi todos. Solo sobrevivieron dos de las niñas.
Creo que es perfectamente posible que María Gómez Cámara llevase, durante décadas, un fuerte sufrimiento grabado a fuego en su alma. Y ese sufrimiento, de alguna forma que aún no somos capaces de explicar, salió a relucir mediante la aparición de aquellos rostros que emergieron en el suelo de su vieja cocina (por cierto, otra de las parafonías dice, con voz clara y total franqueza, "emergí". Y otra parafonía dice "¡Isabel!". Se han captado, además, muchas parafonías donde lo que se escucha son llantos de niños y lo que parece una situación bélica y de mucho sufrimiento).

Isabel Chamorro, una de las supervivientes. Y un cuadro de su familia

Por debajo de la casa de la antigua calle Rodriguez Acosta número 5 de Bélmez de la Moraleda pasan varias corrientes subterráneas de agua ¿Quién sabe si mental e inconscientemente María Gómez Cámara provocó que aquellos rostros emergieran? Suena absurdo, lo sé. Pero ya he dicho que cuando toqué "el niño/la niña" sentí que de pronto el suelo se llenaba de humedad. Eso también parecía completamente absurdo. Pero fue real. Y yo me pregunto ¿Será esta teleplastia un reflejo de Paquita Chamorro, sobrina de María? En mi opinión, sí.
Por cierto, y para concluir, decir que en las cercanías del viejo Santuario de la Virgen de la Cabeza hay un cementerio con tumbas sin nombre, fosas comunes donde Paquita Chamorro y su familia fueron enterrados ¿Podría ser que esa familia, y quienes murieron en el Santuario, estén pidiendo ser identificados y enterrados "dignamente"? Quizá no sea ninguna tontería esto. Y, tal vez, se podría hacer algo al respecto.

En el próximo artículo escribiré sobre lo que viví en la catedral de Jaén cuando la visité en 2007, una sensación que volví a tener al visitarla durante estas navidades que acaban de terminar.