jueves, 2 de junio de 2016

La vida es un viaje que se debe hacer con calma y perseverancia

He vuelto a Málaga siete años después. Estuve a finales de abril de 2009, poco después de dejar el Seminario. Como mis lectores mas fieles sabéis, entre marzo de ese año y junio de 2012 tuve una fuerte depresión de la que terminé de curarme en diciembre de 2012, momento en el que tomé conciencia de que había superado del todo aquella depresión. Sobre como la superé hablo en este post. He querido volver ahora a la bella y milenaria Málaga, pues en 2009 no pude disfrutar de una ciudad que me parece bella, con buen clima y buenas gentes. Aquel año fui con mi familia y, aunque visitamos los lugares y edificios emblemáticos de tan bella urbe, mi cabeza en aquellos momentos no estaba para ver arte o sitios históricos.

La vida es un viaje apasionante, camina en buena compañía


Siempre comparo la depresión con el perro negro de Felipe II. También con el "perro del hortelano", pues ni come ni te deja comer, ni vive ni te deja vivir. Se trata de un perro que te atemoriza, te atenaza y llega a cortarte la respiración, un perro que te absorbe toda tu energía con el fin de impedir que salgas adelante. Recuerdo aquellos años de mi depresión cuando me decían "pero anímate, tienes motivos para ser agradecido con Dios". Tenían, y tienen, razón, pues puedo dar gracias a Dios por muchas cosas de mi vida. Pero en aquella primera visita a Málaga, mientras paseaba por ella trataba de animarme, de disfrutar de la Alcazaba o de la gastronomía malagueña, sin embargo venía el perro negro, se "ponía" a mi lado y me absorbía de tal modo la energía que me incapacitaba para poder ser feliz, o al menos eso me hacía creer. Esto mismo me sucedió durante esos años entre 2009 y 2012, pues trataba de ser feliz, de disfrutar de mis amigos, de sentirme bien disfrutando de cosas sencillas como escuchar Milenio 3, por ejemplo. Pero entonces venía el perro negro, se sentaba junto a mí y me quitaba toda la energía y vitalidad mental del mismo modo que un vampiro te chupa la sangre. Un perro negro que, además, no se conformaba con eso, sino que me decía "Tu vida no tiene sentido ya, no has podido ser sacerdote, que es lo que querías, nada te merece la pena". Es decir, aún tenía puesto mi foco de atención en el Seminario. Quería ser cura y me empeñaba en que debía serlo a toda costa porque sino todo lo que había vivido los años anteriores (peregrinaciones con la Diócesis, el curso Introductorio del Seminario, vivencias con la parroquia) carecía totalmente de sentido. Lo cual es, en cierto modo, lógico pues había volcado toda mi vida hacia el sacerdocio renunciando a otras cosas para ello y el hecho de salir del Seminario fue traumático para mí. En resumen, la depresión es un perro negro que, además de dejarte sin energía, sin ánimos, de alienar tu espíritu, distorsiona tu foco de atención haciendo que tu cabeza tan solo piense en aquello que te hace daño. De ese modo te obsesionas, precisamente, con lo que menos bien te hace.

Con el tiempo, gracias a los buenos amigos que ya tenía y a otros que se subieron en mi autobús vital, logré superar la depresión. Salí muy fortalecido de aquella vivencia de tres años y medio  en compañía de ese perro negro al que conseguí expulsar de mi vida la noche del 9 de junio de 2012 cuando alcé la mirada al cielo, tras una velada en buena compañía escuchando aquella inolvidable Alerta Ovni que me hizo reencontrarme con mi yo de 13 años y vi, entonces, una preciosa, y enigmática, luminaria cruzando el cielo de la sierra madrileña. Desde ese momento cambié el foco de atención en mi vida y me dí cuenta de que, por mucho que considere que la vida sacerdotal es interesante y los curas hacen una buena labor, aquella no era mi vocación. Comprendí que tengo mucho que aportar a los demás, que puedo aspirar a dejar una huella positiva en el mundo, pero que lo haré como escritor y comunicador estableciendo, además, relaciones sinérgicas de colaboración con otras personas. Esa es mi verdadera vocación.

Déjate ayudar y confía en Dios


Cuento esto porque, en esta ocasión, si que he podido disfrutar de Málaga, paseando por sus calles, disfrutando de la conversación en compañía de buenos amigos, conociendo rincones añejos que no había visitado anteriormente y otros que en 2009 aún no existían o, al menos, no eran como ahora. Escribo esto porque me encanta viajar para conocer lugares nuevos y a personas de otras ciudades, países o incluso continentes. No me gusta viajar en plan ir a un Resort una semana, o el típico viaje organizado de unos días en el que ves los monumentos a toda prisa y vas todo el día en autobús (aunque he viajado así). En cambio, me gusta ir de viaje yendo o bien a una ciudad o bien a varias, pero de forma que pueda patearlas bien, comiendo en los lugares donde comen los lugareños e, incluso, haciendo cosas aparentemente banales como ir al cine en esa ciudad. Me resulta simpático pensar "estoy en el cine con los de Santander", o "vaya, voy a ver una obra de teatro con los de Praga", ya que veo en ello un compartir la vida con personas que tal vez sean diferentes, en ciertas cosas, a la gente de mi ciudad, pero con la que, en el fondo, tengo bastantes cosas en común. Mi padre siempre decía que cuando uno va a otras ciudades, o pueblos, especialmente del extranjero, no puede conformarse con visitar los sitios turísticos, sino que es bueno pasear por los barrios donde viven los habitantes de esa ciudad, ya que de esa forma se puede conocer realmente ese lugar y a sus gentes. Además, el ser humano es un animal muy social y, conversando con otras personas, se puede aprender muchísimo, por ello siempre que viajo trato de socializar lo máximo posible, tanto con personas del lugar que ya conocía como con algunas de las personas que me encuentro por el camino (aunque sea simplemente tener una breve conversación con un camarero). Como digo, se aprende mucho viajando, pues es algo que enriquece notablemente, especialmente si se hace de esta forma.

He decidido escribir sobre esto ya que siempre he comparado nuestro periplo vital con los viajes. Se suele hablar del mundo como "valle de lágrimas", pero yo no estoy de acuerdo con ello, pues el mundo, la Tierra, es una Creación maravillosa, un lugar en el que Dios nos ha puesto por algún motivo.  Como creyente, pienso que Dios nos ha creado con una misión específica para cada uno, una vocación mediante la cual podemos ser realmente felices. Con respecto a esto, aclaro que la vocación tiene diferentes dimensiones: Humana, religiosa (la fe personal o la espiritualidad de cada uno) y laboral (dentro de la que puede incluirse el sacerdocio, oficios como la carpintería o el trabajo de ama de casa, historiador, etc.). Hace poco un comentarista me preguntaba ¿Cómo puedo conocer mi vocación, aquello que me gusta y puede ser mi labor en este mundo? Mi respuesta es: mediante la introspección, conociéndote a ti mismo lo mejor posible, y mediante la oración, preguntándole a Dios qué quiere de ti. Pero, sobre todo, es fundamental tener en cuenta que la paciencia debe el principal medio para realizar la misión que estás llamado a realizar en este mundo. Roma no se hizo en un día, del mismo modo la vida, tal como he puesto en el título de este artículo, es un viaje que se debe hacer con calma y perseverancia. Así como viajar por ciudades, pueblos, países... te enriquece, pues aprendes tanto de lo que ves como de las personas con las que te encuentras, el viaje por tu vida, si lo haces atendiendo al momento presente, al "aquí y ahora", es algo que te enriquece. Rodearte de personas positivas, que te influyan positivamente, es importante, como también lo es el alejar de tu vida a quienes te hacen daño, se aprovechan de ti o no te aportan algo bueno (lo que se conoce como personas tóxicas). Leer mucho y bien también te enriquece, discerniendo qué leer (pues, del mismo modo que eliges a los amigos por un criterio razonable, tienes que usar éste para elegir los libros que te hagan bien, que te ayuden y formen como persona). Hace poco escuché al periodista Santiago Vázquez decir que la mente, como tal, no existe, sino que es fruto de las operaciones del alma, del espíritu (bueno, él lo explicaba mejor). Antes he hablado de la depresión. Un alma recia, alimentada por buenos libros, por la oración-meditación, por personas que te influyen positivamente, es más difícil que caiga en depresión, por ello es menos probable que tenga problemas psicológicos, es altamente factible, sin embargo, que sea una persona fuerte anímicamente. Por este motivo un alma sana, una "mente" libre de ataduras anímicas (sin depresión, sin ansiedad...) puede descubrir la misión para la que está llamada en la vida. Pero para ello, no obstante, hace falta tener calma, ser paciente. Suelo decir que, aunque soy madridista, me gusta la filosofía del Cholo Simeone "partido a partido, jornada a jornada". Cada día es una nueva oportunidad para seguir creciendo, para continuar mejorando. En Málaga, tomando una tónica, vi una servilleta en la que ponía "Unas veces se gana, otras veces se aprende". Es decir, no existen los fracasos, no hay derrota alguna. Solo existen las victorias y las ocasiones que la vida nos presenta para que podamos crecer y no nos estanquemos. El otro día, en Cuarto Milenio, Iker Jiménez dijo que "O se evoluciona o se tiende a la extinción". Nuestro viaje por la vida debe ser una continua evolución, un crecimiento personal y espiritual que nos forje como seres humanos. En caso contrario nuestra labor personal será estéril y contribuiremos a la extinción de la estirpe humana.


Lucha por mejorar cada día un poco más


Quizá estas palabras sean duras, pero son muy reales. Precisamente porque la vida es un viaje, nuestro paso por el mundo debe consistir en un crecimiento diario como seres humanos, generando una espiral ascendente que nos permita ayudar a forjar un mundo mejor. Otra de las cosas que aprendí en Málaga ha sido el tema de la interdependencia. Es decir, el ser humano es un animal social, el individuo necesita de la colaboración de los otros, del mismo modo que es importante que colabore con ellos. Depender de otros (salvo por discapacidad o enfermedad) es malo pues nos impide ser libres para realizar nuestra vocación. Ser independiente no es del todo malo, pero tiene el riesgo de volvernos individualistas y egoístas. La persona interdependiente, sin embargo, es quien se responsabiliza de sí mismo y de los demás, quien sabiéndose independiente requiere de la colaboración sinérgica de los otros para lograr sus metas y quien trabaja en equipo por un objetivo común (sea en el trabajo, la parroquia, un equipo de fútbol...). Por ello hago la analogía de nuestro periplo vital con el viajar por el mundo, ya que los otros pueden enseñarnos mucho: "tenemos dos maestros: nosotros mismos y todos los demás", enseña Ángel Lafuente, de ahí la necesidad de ser interdependientes. Si somos individualistas, si hacemos un mal uso de nuestra independencia personal, difícilmente podremos aprender de los demás y seremos incapaces de hacer una aportación positiva al mundo. Si somos interdependientes, si colaboramos con los demás, si nos esforzamos por conocer a personas que puedan ser una buena influencia para nosotros, en cambio, aprenderemos de ellos, lo cual nos enriquecerá de tal modo que podremos ponerlo, junto con nuestros propios dones y talentos, al servicio de la misión para la que hemos nacido, aportando con ello a crear un mundo mejor.

Como conclusión me gustaría, por tanto, dar un mensaje de esperanza a quien esté pasando por un mal momento, por una depresión o un tiempo de bajón anímico. Tal como dice el mencionado Ángel Lafuente, cada uno de nosotros es el ser mas sagrado del mundo, pues hemos sido creados por un Dios que nos ama desde la Eternidad, alguien que nos ha dado dones y talentos que debemos descubrir y potenciar. Para ello, como he dicho, es necesario hacer introspección, oración-meditación, leer y reflexionar ¿Que tienes defectos? Pues claro, no hay ahora mismo en la Tierra ni un solo ser humano que carezca de defectos, que no tenga pecado. De hecho, me atrevo a asegurar que tan solo han existido dos seres humanos intachables, sin defecto ni pecado: Jesús y María de Nazaret, es decir, Jesucristo y la Virgen María. El resto tenemos cosas que debemos pulir, con paciencia, día a día, para superarnos como personas, para crecer humana y espiritualmente logrando así realizar la misión a la que nos sentimos llamados, aquello que nos entusiasma y que deseamos hacer en la vida.
Quizá hoy te sientes triste, por la razón que sea, deprimido, pero si yo he vencido a la depresión tú también puedes. Aprende a quererte a ti mismo, de forma sana. Borra todo diálogo interno negativo, háblate a ti mismo de forma positiva, rodéate de personas que te influyan positivamente y aléjate de las personas tóxicas. Mucho ánimo amigo lector, no es fácil salir de los baches que se nos presentan en la vida, pero es posible hacerlo. Eres lo más sagrado de este mundo, recuérdalo siempre. Ten fe, protege tu paz interior y persevera en tu caminar por la vida. Paz y Bien.