sábado, 9 de mayo de 2015

Un amigo puede irse. La amistad perdura. En recuerdo de Álvaro Muñoz Salas



Han transcurrido casi diez años, pero aún recuerdo, como si fuera ayer, aquel día. Era una calurosa tarde de agosto. Solía entonces dar un paseo por Santoyo, mi querido pueblo, al atardecer. Ese día vi por última vez (al menos físicamente), a un querido amigo de mi infancia. Le había perdido el contacto pues, por algún motivo que desconozco, ya no iba por Santoyo. O quizá iba, pero no salía de casa. Unos días antes alguien había dicho que mi antiguo compañero de juegos se encontraba en el pueblo, pero no quería salir de casa. Quizá por ese motivo pasé, casi sin ser consciente por la puerta de su casa. Vi como mi viejo amigo salíó a la calle, con el rostro ligeramente cabizbajo, y se dirigió a un coche, junto con su padre. Fue un instante. Me miró ojeroso, la expresión de su mirada reflejaba una profunda pena. Bajó la cabeza como para que no viera que algo le pasaba, pero las lagrimas parecían estar apunto de salir de sus ojos. Entraron en el coche y se fueron. Yo me quedé en estado de shock. Aquellos días no me encontraba demasiado bien anímicamente, pues mi padre acababa de fallecer. A esto se le unió ver el rostro de mi amigo y el ser consciente de que no quiso que le viera en ese estado anímico. La mezcla de ambas cosas me dejaron en estado de shock. Quizá un año antes me hubiera acercado a saludarle, antes de que se metiera en el coche. Pero aquella tarde me quedé como paralizado. También me quedé profundamente intrigado, preguntándome qué le podía estar pasando. Durante unos años no supe de él, hasta 2009, pero nunca dejó de estar en mi memoria. De hecho, tres años después estuve en su tierra y pensaba "igual me lo encuentro". No tenía su teléfono, ni su messenguer, no sabía como localizarlo. He decidido escribir para rendirle homenaje y para contar su historia, al menos lo que conozco, desde el cariño y el respeto. Hay historias que merecen ser contadas y creo que la suya lo es, así lo siento internamente. En 2012 escribí un artículo sobre él que me ha ayudado a conocer algo más sobre la vida de mi recordado amigo, fallecido en 2006.

No obstante, aún me quedan puntos que esclarecer para poder comprender lo que le ocurrió. Como cristiano, historiador y periodista soy un incesante buscador de la verdad. Tengo la imperiosa necesidad de saber la verdad siempre que investigo algo, sea sobre los mártires cristianos en Hispania, la muerte en la hoguera de Juana de Arco, el acoso escolar, o la vida y muerte de mi amigo Álvaro. Por este motivo viajé el 3 de mayo de 2014 a Salamanca. Recorrí esa bella e histórica ciudad en busca de aquellas claves que pudieran arrojar algo de luz y taquígrafos sobre lo que le ocurrió a mi amigo. Intenté conocer y saber algo más. Un amigo común de Álvaro y mío, que se puso en contacto conmigo a través de este blog, me enseñó los lugares donde vivió y estudió mi recordado amigo. También el Hospital Universitario de Salamanca, donde estuvimos hablando con una persona que decidió abrir su alma y contarnos lo poco que sabía y recordaba de aquel 18 de mayo de 2006 en que Álvaro decidió marcharse. Pero también me encontré con silencios. El silencio de algunas personas que podrían haberme resuelto alguna duda. Pero, aún así, volví a casa con bastante información para poder realizar lo que en Periodismo se llama un perfil sobre Álvaro Muñoz Salas.

Nació en Salamanca un miércoles 8 de mayo de 1985. Álvaro, aunque era salmantino, tenía raíces palentinas. Por este motivo iba en verano a Santoyo, tierra de sus ancestros.  Pasó su infancia y adolescencia en el Barrio del Rollo. Sus primeros años de estudio estuvo en el Colegio Caja de Ahorros y, posteriormente, fue al Instituto Garcia Bernalt. Una vez finalizó el Instituto, comenzó a estudiar Medicina en la Universidad de Salamanca.

Era muy buen estudiante y compañero además de un gran amigo, tal, como me dijo el amigo común y yo puedo corroborar. Una de esas personas que son recordadas por su forma de ser, bondadosa y entrañable. Personalmente, le recuerdo en Santoyo como tímido cuando estábamos muchos críos juntos pero muy simpático cuando no había tanta gente. Aunque me consta que fue una persona muy sociable. De adolescentes hablaba poco con mis amigos sobre religión, por lo que no recuerdo haber hablado sobre ello con Álvaro. Pero me consta que, aunque no estaba bautizado, iba a clase de religión en el colegio. Me contaba este amigo común que durante un curso, le encargaron encender y apagar las velas durante cierto tiempo litúrgico en el aula donde les daban clase de Religión. Aquí hay un detalle que, creo, refleja la personalidad generosa de Álvaro, pues le dijo al amigo común "puedes apagar tu las velas" dejando que el otro niño, que se encontraba malo aquel día, pudiera soplar para apagar las velas. 

En verdad Álvaro fue un chico muy generoso y solidario. Le recuerdo como alguien que siempre tenía ganas de ayudar a los demás. En alguna ocasión he contado que yo sufrí acoso escolar en el colegio. Cuando iba a Santoyo me sentía seguro, con mis amigos. Pero sobre todo recuerdo, con gran cariño y agradecimiento, las palabras de aliento y ánimo que Álvaro me dirigía cuando me veía desanimado. No me extraña que quisiera estudiar Medicina, pues trataba de ayudar a quien estaba necesitado. En aquellos años yo lo estaba, emocionalmente, y me ayudó mucho. Le estoy muy agradecido y, la verdad, me duele no haberle podido ayudar cuando se encontraba mal. Pero siento que desde donde está sigue ayudándome. 


Pero Álvaro, aunque era muy bondadoso y buen amigo, también tenía una personalidad bastante marcada.  En Santoyo, si no estaba de acuerdo con alguna opinión general que expresasemos los demás amigos, él mostraba su pensamiento sin temor al "qué dirán", con seguridad y aplomo. También con serenidad, pero sin amilanarse. Quizá no le gustaba mucho que alguien hiciera de sus pequeños agobios un mundo cuando él también los tenía. En una ocasión, el mencionado amigo común,  se cruzó con Álvaro por la calle y, cuando le contó que le costaba compaginar la asistencia a clase con el tiempo dedicado a los estudios, mi recordado Álvaro le dijo "pues macho, apañate y ajo y agua", como diciéndole que se pusiera a estudiar y aguantase la presión. Lo cierto es que él estaba estudiando, como he dicho, Medicina. Esta carrera es especialmente complicada y dificil. Quizá por ello, cuando le hablaban de estrés motivado por los estudios, era como si Álvaro dijera "a mí me vas a hablar de estrés...". Siempre he pensado que, quizá, el estrés influyera en lo que le ocurrió.

He hablado antes de su cierta timidez. Creo que más que timido era callado. Pero porque le gustaba escuchar a los demás, aprender de ellos.  Como digo, daba su opinión sin complejos y era una persona que sabía hacer amigos y conservarlos. Sabía hacerse querido por sus amigos. En el artículo que escribí en su momento sobre Álvaro comentaba una pequeña anécdota que refleja su generosidad y preocupación por los demás. A los de la cuadrilla de amigos nos encantaba ir a jugar a unos cerros cercanos a Santoyo, llamados Costacollaos. Yo tenía bastantes problemas cuando bajaba de ellos, porque por mi discapacidad auditiva tengo problemas de equilibrio. Pues Álvaro me ayudó, en más de una ocasión, a bajar los cerros, agarrandome por el hombro para que no me cayera. Nos encantaba conversar. Conmigo era, si mal no recuerdo, con quien más conversaba cuando coincidiamos en Santoyo. Me hablaba mucho sobre Salamanca y los amigos que tenía allí. Le encantaba jugar al fútbol, especialmente como portero, aunque no desdeñaba participar como delantero, mediocentro, o defensa. También era muy feliz jugando con los demás amigos al rescate por las calles del pueblo, o al Risk cuando ibamos a merendar a la bodega. Era alegre y bromista y, cuando yo le hablaba sobre las chicas del colegio que me gustaban, se reía. Algún amigo del colegio me solía decir "a ti te gustan todas". Álvaro se reía afablemente cuando se lo comentaba.

Cuando terminó su etapa en el Colegio Caja de Ahorros se fue a estudiar al IES García Bernalt. Allí no solo se le daba bien estudiar, sino que escribía bastante bien. Quizá por ese motivo fue el encargado de escribir y leer un discurso en el acto de despedida de 2º de Bachillerato del que me hice eco en aquel artículo que he comentado. He querido incluir aquí un pequeño extracto donde describe hábilmente a los egresados en la Universidad: "Una integral en juliana, un geólogo sin par. Aquí no hay fieras, sólo graciles mulas y teijones sin más. Ni elefantes, ni bicicletas, sólo hay ingleses de London, que completan esta posada a cuya puerta nunca el Cid llamó. Y por supuesto, los alumnos, fin y causa de la educación. De pueblo, de ciudad, de aquí, de allá ¡qué más da!", Somos nosotros los huéspedes a quienes hay que hospedar". El discurso puede leerse en la revista de este Instituto. También hay en Internet, algún otro escrito suyo alojado en una conocida web donde los estudiantes comparten trabajos y apuntes.

Una vez finalizada su etapa en el Instituto decidió estudiar Medicina, por este motivo se matriculó en la Facultad de la Universidad de Salamanca. Pese a que era un joven sociable y bromista, un muchacho que salía con los amigos a tomar algo y sabía divertirse, algo tuvo que suceder en aquellos años, entre 2003 y 2006. Algo que motivó lo que posteriormente ocurrió. Fue en el verano de 2005 cuando le vi con esa tristeza en los ojos, por lo que ya por entonces algo tenía que estar haciéndole sufrir. Algo que le motivó un dolor tan fuerte que ni siquiera un espíritu noble como el suyo pudo soportarlo. Como comenté en el artículo ya reseñado, tras su muerte se decía en Santoyo que el motivo pudo estar en que pudo quedar dañado tras romper con una chica. Puede ser, pues eso mismo me ha llegado por otros canales que no tienen nada que ver con los amigos del pueblo

Decidió irse un jueves 18 de mayo de 2006. Según la información que tengo, salió de casa para dirigirse al Hospital Universitario de Salamanca, donde estaba realizando las prácticas de Medicina. Desde que en 2009 me enteré, siempre me he preguntado si fue una decisión que tenía meditada o si hubo, quizá, un hecho detonante que precipitó los acontecimientos. Pocos días antes había celebrado su cumpleaños en un céntrico bar salmantino y nadie notó, aparentemente, nada extraño en él. Por lo que sé, durante aquella celebración se le vio sonreir. De hecho, durante algún tiempo en la puerta del bar estuvo puesta una fotografía donde Álvaro aparecía sonriente en aquella celebración. Además, los últimos meses de su vida había seguido saliendo con sus amigos y participaba en eventos sociales de un modo aparentemente normal. Claro, se suele decir eso de que la procesión se lleva por dentro. Pero los que hemos pasado por una depresión sabemos que hay momentos en que, por más que lo intentes, no puedes fingir ser feliz. Puedes salir, puedes estar con los amigos e, incluso, disfrutar con ellos. Pero se te nota que no estás del todo bien.

Parece ser, aunque no estoy del todo seguro de esto, que pudo cruzarse, casualmente, con un conocido a quien dijo "voy donde tengo que ir". A ese mismo conocido le había dicho, tiempo antes, algo como "ya sé por qué se suicida la gente". Son pequeños detalles por los que, parece, Álvaro había dejado pequeñas pistas de que algo no iba bien en su vida. Otro detalle que me intriga es el de que aquella mañana había borrado todos los archivos que tenía en su ordenador.  Por lo que sé, subió a la sexta planta del hospital. Entró o en un despacho o en una habitación (este aspecto lo desconozco) y se precipitó por una ventana. Según la persona con la que hablé en el Hospital Universitario de Salmanca cuando estuve el año pasado, antes de saltar se rasgó la ropa, quizá fruto de la desesperación. Según me contó en su momento una persona del SAMUR que le atendió, estuvo un rato debatiéndose entre la vida y la muerte, inconsciente, hasta que falleció. Creo que fue una media hora. Se trató, por lo tanto, de un suicidio.

Se trata de un tema complicado, soy consciente de ello. Conozco poco sobre ello y pienso que hay personas mucho más autorizadas que yo para hablar sobre este tipo de muertes. Pero creo, al menos tengo esa convicción, que Dios pudo salvarle, en ese rato que estuvo aún con vida, mediante maneras y caminos que para nosotros son desconocidos. Hay una anécdota del Santo Cura de Ars que me encanta. Caminaba por esa población francesa con una dama que se sobresaltó al ver a un señor tirándose desde el puente y el Santo Cura dijo algo parecido, que había que rezar por ese señor pero que Dios podía salvarle de infinitas formas y mediante caminos para nosotros misteriosos. Además, Álvaro era una gran persona, un gran chaval y un excelente amigo. Era un muchacho que tenía muy buenos valores. Me enteré de su muerte durante la Semana Santa de 2009. Desde entonces he rezado y ofrecido misas por él, aunque creo que está en un lugar mejor. Cuando estuve en Salamanca el año pasado viví una experiencia curiosa durante la Eucaristía. Fue el 4 de mayo de 2014. Había ofrecido esa misa por Álvaro y todo el rato estaba pensando en él,  tenía su imagen en mi mente. Aunque ese domingo fue un día soleado en Salamanca, la luz solar no iluminaba la Catedral hasta que se rezó el Padrenuestro. Cómo digo, yo tenía presente en la mente todo el rato la imagen de Álvaro y de pronto, cuando rezábamos la frase "Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad..." entró la luz del sol por una de las vidrieras y se iluminó todo el Altar Mayor. Esa luz me daba de frente, fue entonces cuando ocurrió.  Esto puede sonar raro para quien no me conoce, pero sentí que esa luz inundaba mi mente y, con ello, la imagen de Álvaro que tenía presente, como si el sol estuviera abrazándole, como si Dios estuviera dándole un abrazo. De alguna manera creo que fue como una especie de mensaje divino, pues, desde que supe de su suicidio, siempre he encomendado a Álvaro a la Misericordia Divina. Es una experiencia que a algunas personas puede resultarles extrañas y, quizá, no la comprendan bien. Pero creo que Álvaro, de alguna manera, está bajo la Misericordia de Dios. Aunque seguiré rezando durante toda mi vida por él, siempre le tendré presente en mi recuerdo, igual que al resto de seres queridos ya difuntos. Igual que a Paloma, mi otra amistad fallecida.

Pese a todo lo que pude averiguar en aquella visita realizada en mayo de 2014 a Salamanca, me siguen quedando muchas incógnitas sobre lo que pudo sucederle a mi añorado amigo. Cómo ya dije en aquel primer artículo, no creo que lo hiciera tan sólo por haberlo dejado con una chica. Creo que se debió a una concatenación de factores que le llevaron a una situación psicológica que no pudo soportar. Quizá en aquel verano de 2005 ya se encontraba mal anímicamente, de ahí que yo le viera
triste. Puede ser (es una hipótesis) que lanzase algunas señales a modo de S.O.S. que no las personas de su entorno más cercano no pudieron apreciar. Puede ser que la carrera influyera, pues Medicina, como sabéis, es bastante dura y exigente. Parece ser, por lo que he podido averiguar, que no se trata del único estudiante de dicha carrera que se ha suicidado. De hecho, aquel trabajador con el que hablé, me confesó que en ese mismo hospital se han suicidado mas estudiantes de Médicina. Parece que es una carrera que tiene gran exigencia, conlleva un estrés que no todos pueden soportar, y eso creo que le pudo pasar factura a Álvaro. Yo, por ejemplo, siempre tuve claro que no quería ser médico (de hecho soy incapaz de ver un tobillo con esguince o una operación a corazón abierto), por lo que no me extraña que el estrés por los estudios pudiera ser un factor determinante. ¿Hubo otras cosas? No lo sé. Quizá, pero posiblemente no hubiera una causa que fuera la decisiva, sino que fue una concatenación de causas que le llevó a hacerlo. En cualquier caso, y sobre todo, lo que ahora me importa es honrar la memoria de mi buen amigo y rezar por él para que Dios le tenga en su seno. Como digo, confío mucho en la Misericordia Divina.

Seguiré investigando y escribiendo sobre Álvaro. Por lo que le conocí, por lo que de él conozco, por ciertas sensaciones, creo realmente que su vida merece ser contada y conocida. Fue una gran persona, alguien que me ayudó mucho en mi infancia. Lo que me extraña es haberme encontrado con ciertos tabúes cuando he preguntado a personas de su ciudad sobre él, como vecinos o compañeros de clase. Recuerdo la persona del SAMUR, que me dijo que Álvaro se apellidaba de una forma errónea, también recuerdo el silencio de sus antiguos vecinos, o la renuencia a hablar sobre el tema de algún viejo compañero suyo de colegio e instituto. En cualquier caso, no creo que se trate de miedo a hablar sobre Álvaro, pues era un gran chaval. Simplemente, en nuestra sociedad existe miedo a la muerte, es tabú hablar sobre lo que hay después de esta vida, da la sensación de que es mejor no hablar de ello, sobre todo si se trata de un suicidio. Pero creo que obviar la muerte y las cuestiones trascendentales que acontecen tras la vida supone un grave error. Caer en ello supone perder el sentido trascendental de la vida y lo que ello conlleva, concretamente el haber dejado de rezar por los difuntos. Parece muy divertido, según algunos, que llegue el último día de octubre y la gente se disfrace de fantasmas o vampiros. Sin embargo, olvidamos que tanto el 1 de noviembre (día de todos los santos) como el 2 de noviembre (día de los fieles difuntos) son días escogidos para rememorar y rezar por los difuntos, días fuertes de oración por aquellos que se fueron antes que nosotros. Esto es algo que se nos olvida, algo en lo que la gente no quiere pensar, porque les da miedo. Parece que es mejor ocultar la muerte, como si no existiera, aunque cuando llega nos deje temblando y llorando. Sobre todo parece que es mejor obviar la muerte cuando se trata de un suicidio. Pero, como digo, se trata de un tremendo error. Conviene recordar a nuestros familiares y amigos difuntos. Es necesario recordarles y rezar por ellos. Es necesario recordarles pues nadie muere del todo mientras sigue vivo en nuestro corazón, mientras hablamos de ellos. Por ello seguiré hablando y escribiendo sobre Álvaro y,  sobre todo, seguiré pidiendo que se rece por él. Aunque creo que puede estar ya bajo el seno de la Divina Misericordia, creo que es aconsejable que se siga rezando por él. Por eso quiero aprovechar el final de este artículo para volver a pedir que recéis por Álvaro Muñoz Salas, de Salamanca, que abandonó este mundo en 2006 con 21 años de edad. Os lo agradecerá, estoy convencido de ello.

Concluyo este artículo con unas palabras para mi querido y añorado Álvaro. Gracias por aquellos veranos en Santoyo, esas conversaciones en Costacollaos, esas palabras de ánimo que me dedicabas mientras sonreías, gracias porque estuviste ahí cuando aprendí a montar en bicicleta (lo cual me costó por mi problema de equilibrio, pero me alentabas), gracias porque de alguna manera siento que sigues cuidando de mí desde donde ahora te encuentras. Te recordaré siempre como un gran amigo de la infancia y trataré de que tu memoria perdure escribiendo sobre ti. De alguna manera, resuena ahora en mi corazón, esa frase "pues tío apañate y ajo y agua" como una especie de señal que el destino me ha enviado. El año pasado estuve agobiado debido al Máster de Periodismo Social que realicé. A veces me agobio con los avatares de la vida, aunque sean pequeñas cosas sin importancia. Sin embargo, siento de alguna forma que estás a mi lado y me dices que no me deje llevar por el estrés, ahora y a lo largo de la vida, que aguante pues no merece la pena ir agobiado por la vida pues lo importante en ella no es llegar antes sino disfrutar del camino. He titulado este artículo haciendo referencia a la canción "cuando un amigo se va algo se muere en el alma" pues recuerdo que te la cantaban en Santoyo cuando te ibas para Salamanca, ya al final del verano.

No te olvidaré, querido Álvaro, rezaré siempre por ti y trataré de que los demás lo hagan, que te conozcan, que te recuerden. Un abrazo allá donde estés, sigue cuidando de nosotros, que Dios nuestro Señor te acoja en su seno y que María Santísima te lleve hasta Él e interceda por tí. Descansa en paz.