miércoles, 21 de enero de 2015

A algunos más les valdría no haber nacido. STOP Bullying

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(Publicado en Infovaticana el 5 de noviembre de 2014)
He querido titular este artículo usando palabras de Jesucristo que, aunque duras, expresan a la perfección como me siento. De nuevo mi alma  vuelve a aullar, como si de un lobo se tratase, ante el daño sufrido por uno de esos pequeños por los que Nuestro Señor Jesucristo dijo que pobres de aquellos que hicieran daño a uno sólo de ellos. Esta vez ha ocurrido en Madrid, concretamente en el Colegio San José del Parque. En esta ocasión no ha habido un Jokin o una Carla saltando al vacío ante la cruel situación de acoso y violencia escolar que padecían, pero si hay un niño, un menor de edad, una de esas criaturas predilectas de Dios (si no nos hacemos como ellos, no entraremos en el Cielo, recordadlo) que arrastra profundas heridas físicas, psicológicas y emocionales debido a las cuales le han declarado una minusvalía del 33%.

Mucho se nos llena la boca a la hora de hablar de los Derechos de los Niños, mucho nos horrorizamos cuando pervertidos como el pederasta de Ciudad Lineal cometen sus repugnantes actos. Sin embargo callamos ante el drama social que supone el acoso y violencia escolar. Callamos ante una situación que padecen más de un 20% de nuestros escolares, (X Informe Cisneros, 2007). Callamos y nos lavamos las manos como Poncio Pilatos ante un drama que crea unas lesiones que, en muchos casos, difícilmente se pueden borrar por mucho que pasen los años. Si estamos haciendo leyes para proteger a nuestros menores ¿Por qué no hacemos lo mismo en los colegios e institutos? es mejor callar, no manchar "el buen nombre de la institución", como parece está sucediendo en este caso (el colegio denunció por calumnias a la madre, parece ser) y como en otros casos que conozco sucedió.

Claro, es muy fácil lavarse las manos, es muy fácil, parece ser, culpabilizar a la víctima, decir que miente, cambiarle de colegio (cuando lo que deberían irse son los acosadores). Pero cuando uno ve los dibujos que R., el menor del que habla la noticia, realizaba con apenas 10 años se le cae el alma a los pies. Ese niño, como tantos otros, estaba acostumbrado a una cruel rutina, a una perversa rutina consistente en que cada vez que iba al colegio sentía miedo, indefensión e impotencia por no verse capaz de afrontar esa situación, sentía soledad ante la inacción de los profesores y de aquellos compañeros que, sin acosarle, callaban. R., igual que Jokin o Carla, se sentía intimidado, apocado, reducido a la miseria como persona, sometido, amilanado, aplanado, estaba consumido intelectual y emocionalmente ante las agresiones padecidas... y era UN NIÑO ¿De verdad alguien merece sufrir esto siendo un niño? por que, señores, el estrés postraumático y las depresiones que padece no le han venido por arte de magia, no. Jokin no se suicidó, le suicidaron. A R, esas lesiones no le han venido de forma mágica, se las han creado ante el silencio y las miradas cómplices, ante la falta de acción de quienes debieron protegerle. Los daños psicológicos no vienen por arte de magia, son la repetición de conductas de acoso y violencia unidas al sentimiento de indefensión. 

Esa es la pura realidad. Es fácil, aparentemente, intentar negar la situación y querer callar a quien lo denuncia llamándole embustero. Pero quienes conocemos lo que el acoso escolar supone sabemos que no es el primer caso en el que las autoridades académicas hacen gala del corporativismo y pretenden callar al que denuncia. Así funcionan, generando miedo. Pero al final la verdad siempre sale a relucir. Conozco un caso bastante flagrante, un niño que acudía a cierto colegio madrileño, perteneciente a una entidad religiosa fundada por un personaje un tanto oscuro pese al rigor con que dicha entidad funcionaba, casi como una auténtica legión. El padre, muy católico, intentó por todos los medios que aquello acabase, por las buenas. Pero al final no tuvo más remedio que cambiar a su hijo de colegio debido al acoso y violencia que sufría. Si, es una curiosa manera la que tienen los cómplices del acoso escolar de dar la vuelta a la tortilla, de generar miedo. En el caso de Jokin Ceberio, para más inri, tres de los acosadores eran hijos de profesores del Instituto.

Existe una ley del silencio ante el acoso escolar, una ley que trata de suavizar, camuflar o distorsionar este problema con eufemismos como el de "son conflictos entre escolares", como si fuera equiparable una disputa entre menores, iguales en fuerza, al hostigamiento al que varios niños pueden someter a otro. Este caso del colegio San José del Parque no es el primero, por tanto, en el que se trata de silenciar y de crear una sensación de impunidad para los agresores a la cual contribuye la denuncia del colegio a la madre de R. Ya ocurrió con el colegio Amor de Dios de Alcorcón, condenado a pagar 32.000 euros porque "incumplió el deber de cuidado" de uno de sus alumnos, de diez años, ante "una situación de acoso que toda la clase y profesores conocían" pues no actuó "ni castigando las conductas de maltrato ni llamando a sus padres ni aplicando el reglamento interno del centro" sino que, según informa el Diario el País, su única actuación fue decir a los padres que "el niño debía hacer frente por si mismo a los problemas, que más vale sólo que mal acompañado y otros mensajes de autojustificación". Esto es una vergüenza ¿Desde cuando el ser humano ha dejado indefenso a sus niños ante las agresiones exteriores? ¿Os imagináis a una mujer del Paleolítico dejando que su bebé se enfrentase, por si sólo, ante una situación de peligro, por ejemplo que hubiera lobos en las cercanías? Entonces ¿Por qué lo consentimos? basta ya, hombre. Basta ya de silencios, basta ya de complicidades, basta ya de intentar callar a las víctimas y conformarse con cambiarlas de centro. Basta ya de terrorismo escolar.

Para mi Trabajo de fin de Máster, que versaba sobre el acoso escolar, me explicaron desde Cooperación Internacional que aparentemente el suicidio de Jokin Ceberio tenía que haber sido la puerta que abriera a la concienciación de la sociedad frente al acoso escolar. Me explicaban que, sin embargo, no se está haciendo todo lo que se debería hacer ante este drama. No sólo desde los colegios e institutos, sino desde la clase política, pues "no hay políticas públicas claras que apuesten por incluir materias de prevención y actuación frente al acoso escolar".

No se puede seguir callando ante este drama social, debemos darnos cuenta de que no es un juego de niños, mantra repetido por quienes lo minimizan. No es posible que en nuestro país haya más de un 20% de escolares que sufren acoso y violencia escolar. No es posible que haya más de un 35% de alumnos que reconocen haber sufrido en algún momento de su vida acoso escolar. Es una puñetera vergüenza que haya un 81% de adolescentes preocupados por el acoso escolar en nuestro país. Es hora de que la sociedad tome responsabilidad y se conciencie. No sólo por nuestros menores, sino por nosotros mismos. Los acosadores escolares de hoy son los que en el día de mañana agredirán a sus parejas o a sus compañeros de trabajo. ¿De qué nos sirve criticar la corrupción económica y moral si permitimos el acoso escolar? Por qué, señores, el problema de España no es la crisis económica. El auténtico problema de nuestro país es la corrupción moral que padece la sociedad. El acoso escolar provoca graves daños en la sociedad, pues si no hay una infancia y juventud bien formada en el respeto al otro es difícil que los adultos se respeten entre ellos.

Cuando yo era pequeño había aún una preocupación en la sociedad por educar en valores a niños y jóvenes. Recuerdo que durante toda la tarde se emitían dibujos que mostraban valores como el compañerismo, la amistad, la tolerancia, el respeto entre iguales. Hoy, sin embargo, lo que se emite a esas horas, en las cuales hay niños y adolescentes frente a los televisores, en muchos casos estando solos en casa, lo que hay son programas que fomentan el hedonismo, la superficialidad, el si tienes "tableta de chocolate molas, sino eres un gordo seboso", donde unos se gritan a los otros. Esto lo ven los niños, que son como esponjas, y lo hacen suyo, sometiendo al acoso y violencia escolar a sus compañeros.

En el caso de R., como en tantos otros, tenía que aguantar, día si día también, que le golpeasen, que le dieran cachetes y le rompieran el tímpano, que le golpeasen los genitales y en las piernas le provocasen moratones, esos moratones que el cadáver de Jokin Ceberio tenía cuando fue revisado por el forense, moratones antiguos, moratones que contaban una historia de dolor y sufrimiento, algo que sufría un niño, que sufre más de un 20% de nuestros escolares, algo intolerable. "Mamá, si no me hubieran hecho lo que me hicieron, sería una persona completamente diferente", cuenta su madre que decía cuando empezó a ir al psicólogo. ¿Cómo es posible que un niño llegue a esa situación y nadie haga nada? pero es la cruda realidad. El que esto escribe sufría el lanzamiento de toda clase de objetos sobre él, lápices, gomas de borrar, estuches, mientras el profesor no hacía nada por evitarlo.
En la red se están leyendo en estos momentos opiniones encontradas. Hay quien dice "yo fui a ese colegio y estoy muy agradecido". Afortunados ellos, que no tuvieron que vivir una situación de acoso y violencia escolar. Pero también se puede leer a quien dice "yo fui a ese colegio y lo sufrí". También en el Instituto Talaia, tras el suicidio de Jokin, otra menor tuvo que cambiarse de centro educativo debido al bullying padecido.

En definitiva, quiero acabar recordando que, según la Declaración de los Derechos del Niño odos los niños tienen los mismos derechos, derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo, derecho a vivir, crecer y ser educados en un entorno adecuado, derecho a ser consultados sobre las situaciones que se les afecten y a que sus opiniones sean tenidas en cuenta. Esto parece ser no ha ocurrido en el caso de R., como tampoco ocurrió en el caso de Carla, de Jokin, en el de Amanda Todd, en tantos casos, muchos de ellos que ni siquiera fueron conocidos por la sociedad.

Reitero que es una vergüenza el hecho de que siga habiendo impunidad para quienes cometen acoso y violencia escolar. Es una vergüenza que los colegios e institutos, centros que deberían garantizar el aprendizaje de sus alumnos en óptimas condiciones y con la seguridad de no verse dañados, callen los casos de acoso ocurridos en sus centros para no manchar el "buen nombre de la institución". Es una vergüenza que en muchos casos la situación de acoso se "solucione" con el cambio de centro del menor acosado en vez de con la expulsión de sus agresores. Yo me pregunto ¿Acaso la solución para con el pederasta de Ciudad Lineal fue cambiar a sus víctimas de barrio o ciudad? no ¿Verdad? se encarceló al agresor sexual. Entonces ¿Por qué no se encierra a los acosadores escolares? Me es profundamente indiferente el hecho de que sean menores de edad. Son menores de edad, pero no tontos, un niño sabe perfectamente lo que está bien y lo que está mal, sobre todo si han recibido la debida educación. Pero, como he dicho, lo fácil es cambiar de centro al menor acosado. Nos quitamos de enmedio el problema.... hasta que se produzca otro caso de bullying en nuestro centro.

Me gustaría terminar simplemente recordando aquello que decía Jesucristo, mi Maestro, sobre los abusos cometidos contra los pequeños. Más les valdría a quienes ejercen la violencia y el acoso escolar atarse a una piedra de molino y arrojarse al mar. Más les valdría a quienes optan por el silencio cómplice ante los casos de acoso y violencia escolar haber sido, al menos, fríos o calientes porque Dios a los tibios les vomita de su boca. Más le vale a todo aquel que participa de forma activa o es cómplice del acoso escolar convertirse, porque de lo contrario no salvarán su alma y sus ojos llorarán a oscuras por no poder ver a Dios mientras golpean, por necios, las puertas del banquete eterno. Que Dios se apiade de su alma. Señor, te pido por tus pequeños, por esos pequeños que sufren acoso y violencia escolar, prótegeles. Por mi parte, no callaré ante estas injusticias. No hay mayor pecado que dañar a un niño, no tiene perdón de Dios. El que tenga ojos, que vea. El que tenga oídos, que oiga. El que sea justo, que actúe. Sé que mis palabras suenan duras y ásperas, pero si sirven para concienciar, si sirven para salvar a los niños de padecer un drama como el bullying creedme si os digo que sonarán como palabras agradables.

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