lunes, 14 de diciembre de 2015

Mártires de Barbastro, dieron su sangre perdonando a sus verdugos, amando a Cristo Rey


Mural conmemorativo Mártires de Barbastro

Desde tiempos inmemoriales, quién sabe si desde el Neólitico, la historia de la humanidad se ha visto zarandeada por una lucha, casi eterna, entre el Bien y el Mal. Durante todo el siglo XX la humanidad asistió horrorizada a las diferentes formas de mal que se hicieron presentes en prácticamente todo el globo terráqueo. Fue como si de pronto el ser humano hubiera enloquecido dejándose arrastrar por una espiral de violencia que le empujó a lo más bajo y vil de nuestra condición humana con la fuerza de un torbellino. España no permanecio ajena a esa locura que llevó al ser humano a cometer las mayores atrocidades. La Guerra Civil española fue el mejor ejemplo de esa locura colectiva que invadió nuestro país hasta hacerle enloquecer. Pero en la Guerra Civil hubo pequeñas historias, podriamos llamarlas grandes epopeyas donde se aprecian valores como el amor, el compañerismo e, incluso, la lucha heroica. Son historias que, pese a lo crudo de los acontecimientos, nos ayudan a reconciliarnos con el ser humano. Hoy quiero escribir sobre una de esas historias que realmente me emocionan y llenan el alma con un sentimiento sublime que soy incapaz de describir: la de los cincuenta y un Misioneros Claretianos que fueron martirizados en Barbastro durante el verano de 1936. Murieron, en palabas de san Juan Pablo II "por ser discípulos de Cristo, por no querer renegar de su fe y de sus votos religiosos". Eran muy jóvenes, ninguno superaba los veinticinco años de edad.


Testigos de la fe y del Evangelio,
Mártires de Barbastro,
gloria de la Congregación y de la Iglesia,
anuncio del Señor resucitado,
profetas del amor y la esperanza,
Mártires Claretianos.
Cantando a Cristo Rey ganáis la altura,
nostalgia nos dejáis en vuestro vuelo.
María es vuestra Madre y vuestra reina;
su limpio Corazón es vuestro cielo.


Himno del Oficio de lecturas.
Día 13 de agosto.

Antecedentes

La España de los años 30 era una sociedad convulsa. Durante la República Española fueron constantes las algaradas y disputas entre falangistas, anarquistas, marxistas y otros grupos. Fue también una época donde el anticlericalismo creció a niveles hasta entonces nunca vistos en nuestro país. Ardieron iglesias, fueron asesinados sacerdotes, religiosos y obispos. También laicos. Desde tiempo atrás había un odio latente en la sociedad contra la Iglesia. Ese odio creció lenta, pero constantemente durante la República española hasta que terminó estallando en 1936. Uno de los puntos calientes durante la primavera de ese año debió ser, sin duda, el ilerdense pueblo de Cervera, en cuyo Seminario Claretiano estudiaban treinta Misioneros. Los sacerdotes encargados de su formación sacerdotal consideraron que Barbastro era un lugar más seguro para ellos. Por este motivo, viendo el clima prebelico que se estaba viviendo y el odio creciente hacia la Iglesia, decidieron los Superiores trasladarse al Seminario situado en la capital del Somontano, donde se encontraba el resto de Misioneros.

Comunidad de Cervera (Lérida). Muchos de ellos fueron mártires en Barbastro

Cómo historiador me pregunto ¿Qué hubiera ocurrido si Franco y sus tropas no se hubieran alzado aquel 18 de julio? Quizá el martirio hubiera sucedido de igual modo o, quizá no. Pero no me gusta hacer historia ficción. Lo que si es cierto es que el coronel Villalba, quien estaba al frente de los militares acuartelados en Barbastro, había prometido a los Superiores claretianos que velaría por la seguridad de los Misioneros. Con lo que nadie contaba, sin embargo, era con que la mayor parte de los militares se pusieran de lado de los anarquistas. Posiblemente fue una de las causas del giro dramático que tomaron los acontecimientos.

Según el sacerdote y escritor Gabriel Campo Villegas, el anarquismo tenía mucha fuerza en Barbastro. De hecho, cuenta "constituían la potencia más agresiva y exasperada de la izquierda, la más revolucionaria". Estos hombres, liderados en un principio por Eugenio Sopena (quién terminó yéndose de Barbastro para luchar en el frente), se hicieron fuertes llegando a tomar el control del Municipio. Quizá con ayuda de la masonería, algo probable y lógico. Comenzó a correr por el pueblo el bulo de que los Misioneros tenían armas escondidas en el Seminario y de que estaban realizando prácticas militares. Lo cierto es que algunos de ellos se encontraban realizando la instrucción militar, obligatoria en aquella época. Tras el levantamiento de los nacionales, el anarquismo se hizo más presente en toda la capital del Somontano. El 19 de julio fueron asaltadas varias armerías de Barbastro y Sopena y sus hombres requisaron todas las armas. Reseña Campo Villegas que por toda la ciudad se escuchaba la consigna "al cura, el primero" pues durante años se había sembrado un odio mortal hacia todo lo que representaba la Iglesia y la religión cristiana.

Amaneció el 20 de julio envuelto en un mal presagio. Dos milicianos irrumpieron en la iglesia, durante la celebración eucarística, con una consigna en la boca: "De parte del comité revolucionario, cierren las puertas de la iglesia". El resto del día transcurrió en aparente normalidad. Los Misioneros lo pasaron rezando en Comunidad. Hasta las cinco de la tarde, hora taurina. Hora que parecía presagiada en el poema de Federico García Lorca:

Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.

Parecen palabras premonitorias estas, escritas poco tiempo antes por el poeta granadino que, por cierto, parece ser que murió rezando el penitencial "Señor Mío Jesucristo...". Aunque esa es otra historia. A las cinco de la tarde la "campana de arsénico" del Seminario de los Misioneros Claretianos sonó energicamente. Fue el hermano Francisco Castán Messeguer quien, al abrir la puerta, se encontró con dos escopeteros que llamaban fuertemente. Este Francisco era hermano de Fernando Castán, mártir en el "Mas Claret". Felipe de Jesús Munárriz, padre Superior de los Misioneros, bajó al escuchar tanto los golpes de la puerta como los gritos prorrumpidos por los milicianos. Volvió a sonar la campana, a toque de obediencia, y, relata el Padre Gabriel Campo Villegas, "En pocos segundos, la escalera se pobló de sotanas y de rostros jóvenes que atravesaban las filas de los escopeteros". Los Misioneros se agruparon en el patio, cara a la pared. Todos salvo dos que se encontraban enfermos y fueron trasladados al hospital. Otros dos Misioneros, aunque también fueron apresados, salvaron sus vidas, pues eran argentinos, algo de lo que informaron a los anarquistas enseguida. Se trata de Pablo Hall y Atilio Parussini, por cuyo testimonio conocemos todo lo que en aquellos días aconteció. Los anarquistas registraron el edificio en busca de armas, sin encontrar nada más que una escopeta... de madera, con la cual realizaban la instrucción militar los Misioneros obligados a ella. Se llevaron presos tanto a los formadores del Seminario como a los jóvenes seminaristas. Cuentan las crónicas que durante todo el trayecto que recorrieron hasta el salón de los Escolapios se vivió una mezcla de emociones en la calle. Muchos eran los que insultaban y amenazaban a los Misioneros, que caminaban pacíficamente, sin un mal gesto, sin una mala palabra, con la mirada serena y fija en el suelo. Pero también fueron bastantes quienes se compadecieron de aquellos jóvenes. Según testimonios recogidos por el Padre Villegas, algunos rezaban "por los misioneretes" y se pudo ver en algunos balcones y ventanas a personas llorando al ver "como les conducían de aquella manera".

Imágenes de los Mártires de Barbastro. Monumento en lugar fusilamientos



El cautiverio

Desde el 20 de julio hasta el 18 de agosto, día en que fueron fusilados los dos últimos seminaristas, los Misioneros permanecieron presos en el salón de los Escolapios. Jaime y Atanasio eran los dos que habían sido trasladados al hospital al encontrarse enfermos. Sin duda uno de los factores que ayudó, en esos terribles días de cautiverios, a nuestros Misioneros, fue el hecho de poder recibir la Sagrada Comunión. Ya el día del asalto al Seminario habían conseguido rescatar los copones reservados en el Sagrario de la iglesia y, antes de marchar prisioneros, comulgaron todas las Sagradas Formas. Hasta el día 26 pudieron comulgar. El hermano Vall les llevaba la Eucaristía para que pudieran recibir la Sagrada Comunión. Este hermano Vall era claretiano y trabajaba como cocinero en la improvisada cárcel. Pero, al vestir de seglar, los milicianos no le creían cuando confesaba su condición de religioso y le tomaban por "un obrero explotado". También comulgaban gracias al ingenio del Padre Rector de los Escolapios, quien puso varias Sagradas Formas en la canastas donde bajaba el pan y el chocolate para el desayuno. De esta forma el Padre Sierra, que hacía las veces de Superior en aquel encierro, ponía una Sagrada Forma sobre el pan que era rápidamente comulgada por cada uno de los seminaristas. Se trataba de una rigurosa prohibición de los milicianos que los Misioneros, sin embargo, pudieron burlar con habilidad. El dos de agosto fueron fusilados los tres Superiores del Seminario, que se encontraban prisioneros en otro lugar. Sus nombres: Felipe de Jesús Munárriz Azcona, Juan Díaz Nosti y Leoncio Pérez Ramos, que habían sido encerrados en otro lugar.

Durante el encierro, los seminaristas se dedicaron, especialmente, a rezar y prepararse para el Martirio, conscientes de que este había de ser su destino (de hecho algunos, como Salvador Pigem, tuvieron, meses antes, la premonición de que iban a morir mártires). El Padre Campo Villegas reseña en el libro el testimonio de Pablo Hall "Rezábamos entre once y doce de la mañana las preces (...) teníamos lectura espiritual, sirviéndonos para ello del breviario (...), al atardecer rezábamos el rosario en comunidad, por pequeños grupos (...), al comenzar el mes de agosto hacíamos el ejercicio de la novena al Inmaculado Corazón de María (...) Cada uno en particular rezábamos muchísimo, sobre todo partes de rosario y rosarios enteros (..) bastantes rezaban cada día de 25 a 30 partes de rosario, amén de otras devociones, ratos de lectura espiritual y piadosas conversaciones". El día que fueron apresados consiguieron rescatar dos breviarios que con los que pudieron rezar y que les posibilitó tener lectura espiritual por grupos. También cantaban constantemente himnos piadosos y estrofas como el "Jesús ya sabes, soy tu soldado...", himno claretiano considerado el Himno de los Mártires de Barbastro, canción que cantaron hasta prácticamente el último segundo de sus vidas haciendo carne aquel "Por tí, Rey mío, la sangre dar". Esta canción fue compuesta por el Padre Vidal Bandrés, tío de Javier Luis Bandrés, uno de nuestros Misioneros. Durante aquellos días soportaron con entereza las amenazas de los milicianos, los insultos de los que se asomaban a las rejas, a pie de calle. Continuamente los anarquistas acosaban a los Misioneros con el objetivo de que colgasen las sotanas y se unieran al frente. En más de una ocasión, les prometieron la libertad si renunciaban a ser clérigos. Según Hall y Parussini, constantemente emitían soflamas como "no os odiamos a vosotros, sino lo que representan vuestros trapos (las sotanas). Quitaos esos trapos y uníos a la revolución". Nuestros Mártires contestaban que preferían morir por amor a Cristo e, insistentemente, daban su perdón a quienes les iban a fusilar. Otra forma de fuerte acoso que los Misioneros resistieron con aunténtico temple cristiano fue la tentación de la carne. Los milicianos metieron en el salón de los Escolapios a un grupo de prostitutas con el fin de provocar a los Misioneros, quienes resistieron aquello mirando al suelo y evitando todo contacto y conversación con aquellas mujeres "de vida alegre". Pero se dio algo verdaderamente curioso en aquellos días. Trini la Palleresa, una miliciana anarquista, se enamoró de Esteban Casadevall, pues argumentaba que se parecía al actor Rodolfo Valentino. Durante muchos días se acercó a las rejas con el fin de que este seminarista se fuera con ella. Aseguraba aquella mujer, aunque probablemente no le conocía de nada, que a Casadevall le habían engañado con la religión y que "era una pena". El chico debió pasarlo bastante mal, pero encontró refugio seguro entre sus compañeros, quienes no le dejaron tener momentos de flaqueza.

Comulgaban con las Sagradas Formas que les llevaban

Durante aquellas jornadas algunos Misioneros recibieron ofertas particulares para ser salvados. Además de la mencionada "Os damos la libertad si renunciáis a vuestras sotanas...", hubo algunos milicianos que, tras reconocer a estos seminaristas, les ofrecieron ser libres. A Salvador Pigem le reconoció un miliciano que años antes había estado trabajando en el Hotel Centro de Gerona, propiedad de los tíos de Salvador. Le ofreció salvarse. Salvador respondió "Si me salvas con los demás, acepto". A Manuel Torras Sais le reconoció un miliciano de su pueblo. Al igual que Salvador, Manuel respondió "Si es con todos, si". También Miguel Massip González rechazó la oferta de libertad propuesta por un miliciano a quien había atendido, durante una travesía, la hermana religiosa de Miguel. Creo que el testimonio de estos tres Mártires supone un aldabonazo en una sociedad tan individualista como la nuestra, donde cada uno "va a su bola y sálvese quien pueda". Se trata, en mi opinión, de un bellísimo ejemplo de compañerismo del que deberiamos tomar ejemplo. Incluso, y sobre todo, quienes nos consideramos católicos.

"Morimos perdonándoos. Obreros, os amamos". Llegó el martirio

Durante los días de cautiverio los Misioneros llenaron las paredes y los bancos del salón de los Escolapios con frases de perdón hacia quienes les iban a asesinar. Ante la petición de Hall y Parussini de llevar sus mensajes a familiares y otras personas, los Mártires escribieron en pañuelos, breviarios, devocionarios, hojas de libreta y envoltorios de chocolate. El padre Gabriel Campo Villegas recopila en su libro algunas frases memorables como son "hágale saber al R. P. José Fogued que ya no puedo ir a China como siempre he deseado" (Rafael Briega) o "Ya que no podemos ejercer el sagrado ministerio en la tierra (...) pasaremos nuestro cielo haciendo bien a la tierra" (Ramón Novich, José Amorós, Javier Luis Bandrés, Miguel Massip y otros) o "Dígale al Rvdo. P. General que yo seré el capitán de la última expedición, y que iré animándolos a todos, y que iremos todo el trayecto cantando y dando ¡vivas!". Esta última fue pronunciada por Faustino Pérez, que se había erigido en el lider de aquellos santos prisioneros. Prometió que tomaría la palabra en el cementerio para hablar a los verdugos y reiterar su perdón y el de sus compañeros hacia quienes iban a matarles. En el cuerpo de este Faustino se conserva una señal evidente del martirio, pues su cráneo se encuentra fracturado. Resulta que, al subir al camión que les trasladó al cementerio, los milicianos le arrearon con la escopeta para que dejase de cantar y de dar "¡Vivas!" a Cristo. El golpe suponía la muerte instantanea. Sin embargo, Faustino, tras un breve tiempo inconsciente, se levantó y siguió cantando. Se considera el primer milagro de estos Mártires, pues nadie se explica como pudo resistir aquello "teniendo la cabeza abierta y echando tanta sangre". Cuarenta de los Misioneros (ya se había producido el fusilamiento de seis de ellos) suscribieron una carta de despedida, escrita el 12 de agosto de 1936 por Faustino Pérez y firmada por todos: "antes queremos hacer constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por la ordenación cristiana del mundo obrero, por el reinado definitivo de la Iglesia católica, por nuestra querida congregación y por nuestras queridas familias. ¡La ofrenda última a la congregación, de sus hijos mártires!". En las paredes del salón escribieron otras frases como "perdonamos a nuestros enemigos", "sangre de mártires, simiente de cristianos" o "a los que vais a ser nuestros verdugos, os enviamos nuestro perdón". Muchos de estos escritos se perdieron después de los fusilamientos. Pero otros perduraron. Cuando en marzo de 1938 las tropas "nacionales" entraron en Barbastro, aún quedaban algunas de estas y otras leyendas trazadas por los Misioneros. Muchos escritos se salvaron también gracias a que fueron escondidos en el cántaro de agua que usaban para beber. Y, como hemos visto, otros textos han llegado a nosotros gracias a Hall y Parussini. Se salvó tambén un taburete en cuyo canto puede leerse "Christe, morituri te salutant" y un texto, con la misma fecha del 12 de agosto, en el que algunos de los Misioneros se despedían de sus familias "con el corazón henchido de alegría santa, espero confiado el momento cumbre de mi vida, el martirio" (Juan Sánchez Munárriz), "Muero yo mártir, perdonándolos (a los verdugos) de todo corazón y prometiendo rogar de un modo particular por ellos y por sus familias" (Tomás Capdevila Miró), "Morimos todos contentos por Cristo y su iglesia y por la fe de España" (Manuel Martínez), "Si rezamos es para perdonar a nuestros enemigos" (Faustino Pérez), "Queridos padres: muero mártir por Cristo y por la Iglesia" (Luis Lladó), "Ofrezco el sacrificio de mi vida por las almas" (Luis Javier Bandrés). Todos escribieron frases parecidas, en las que rogaban a sus familiares que no se entristeciesen por sus muertes, pues iban a perder la vida por Cristo ganando, con ello, la Vida eterna ¡Qué fe tan admirable tenían! ¡Que ejemplo de seguimiento verdadero a Jesucristo!
 
Sobre las tres y media de la madrugada del 12 de agosto de 1936 quince revolucionarios armados entraron al salón con manojos de cuerdas ensangrentadas. Ataron, de dos en dos, a los seis mayores y los sacaron del salón, llevándoles hacia la carretera de Sariñena, a tres kilómetros del lugar. Tras ofrecerles la libertad a cambio de apostatar y unirse a la revolución. Viendo que preferían ser fieles a Jesucristo, a quien ensalzaban constantemente voz en grito, los fusilaron, dándoles posteriormente un tiro en la sien y dejándolos en el suelo para que se desangrasen y no manchasen el camión. Después los llevaron al cementerio y les enterraron bajo cal viva y tierra. Murieron de rodillas, gritando, como después harían sus compañeros, "¡Viva Cristo Rey!" y perdonando a sus verdugos.  Se trataba de:

Sebastián Calvo Martínez
Pedro Cunill Padró
José Pavón Bueno
Nicasio Sierra Úcar
Wenceslao Claris Vilaregut
Gregorio Chirivás Lacambra

A las siete de la mañana, tres horas después de las ejecuciones, se presentó en el salón uno del Comité con varios pistoleros y les tomó el nombre a todos. Era la lista negra, la lista por edades, de los que iban a llamar noche tras noche. Desde aquel momento, los santos prisioneros comenzaron a prepararse fervorosamente para la muerte. Rezaban constantemente el Rosario, hablaban unos con otros, perdonaban de corazón a sus verdugos. Eran conscientes de que no podían morir de cualquier forma, por ello debían prepararse internamente. Acudieron a su encuentro con la muerte cantando, algo que producía escozor en los revolucionarios. Estos preferían que los Misioneros hubiesen muerto desesperados, en silencio. Sin embargo se encontraron con unos jóvenes que cantaban constantemente, provocando el desquiciamiento de sus verdugos.

El 12 de agosto de 1936, cuando el reloj de la catedral de Barbastro marcaba las doce de la madrugada, irrumpieron alrededor de veinte milicianos armados en el salón de los escolapios. Llevaban cuerdas con las que ataron a los Misioneros. Uno de los milicianos, apodado "el enterrador" (Mariano Abad) ordenó que se acercasen los mayores de veinticinco años. Nadie se acercó, por ello sacó una lista que entregó a otro miliciano para que la leyese, pues él era analfabeto. El miliciano leyó:

Secundino Ortega García
Juan Echarri Vique
Javier Luis Bandrés Jiménez
Pedro García Bernal
José Brengaret Pujol
Hilario Llorente Martín
Manuel Buil Lalueza
Alfonso Miquel Garriga
Antolín María Calvo Calvo
Ramón Novich Rabionet
Tomás Capdevila Miró
José María Ormo Seró
Esteban Casadevall Puig
Salvador Pigem Serra
Eusebio Codina Millá
Teodoro Ruiz de Larrinaga
Juan Codinachs Tuneu
Juan Sánchez Munárriz
Antonio Dalmau Rosich
Manuel Torras Sais

Los Misioneros nombrados dieron un paso al frente y aceptaron, con mansedumbre, que los revolucionarios les atasen las manos. Se trataba de las mismas cuerdas con las que sus compañeros habían sido atados antes de ser fusilados. Algunos las besaron -es sangre de mártires, decían-. Juan Echarri, dirigiéndose a los que se iban a quedar aún en el salón, gritó : "¡Adios, hermanos, hasta el cielo!" ¡Qué miradas se dedicaron! ¡Cuánto cariño se tenían! El suyo fue un verdadero ejemplo de compañerismo y amistad. Sabían que no había sido casual el haber coincidido en el Seminario. Algunos, como hemos visto, tuvieron la oportunidad de haber sido liberados. Ninguno cedió, no querían salir con vida de allí sino era con el resto de sus compañeros. En un mundo como el nuestro, tan superficial ¿Cuántos seriamos capaces de hacer algo así? En esta sociedad, por desgracia, prima el "salvese quien pueda". Los Mártires de Barbastro no pensaban, ni actuaron, así. Ellos permanecieron juntos hasta el final. Sucedió que alguno de ellos tuvo muchísimo miedo. De hecho, de cara a la beatificación hubo, parece ser, dudas sobre si beatificar a uno de ellos por el terrible miedo que sintió en aquellos días. Cuentan las crónicas que lloraba de puro terror. Sin embargo, no cedió. Murió por amor a Jesucristo. Murió junto a sus compañeros, sin desistir, sin quitarse la sotana, sin renunciar a la religión (su estado clerical) ni a la fe cristiana. ¡Qué hermosa y, al mismo tiempo trágica, la historia de estos jóvenes Misioneros Claretianos! Un tal Buil, ayudante de cocina en los Escolapios, destacó que "Todos iban tranquilos, alegres, resignados. Aquellos rostros tenían en aquel momento algo de sobrenatural que no es posible describir"

Muriendo de rodillas, perdonando y amando a sus verdugos

Quienes aún iban a quedarse un poco más en el salón de los Escolapios abrazaron a sus compañeros, como última despedida en esta tierra. Miradas llenas de cariño capaces de vencer al odio que en aquellos días se vivía en Barbastro. Los milicianos se cabrearon y uno de ellos dijo "Vosotros los que quedáis, tenéis un día entero para comer, reír, divertiros, bailar, hacer todo lo que queráis. Aprovechadlo bien porque mañana a esta misma hora vendremos a buscaros como a estos y os daremos un paseíto a la fresca, hasta el cementerio. Y ahora, apagad todas las luces y a dormir".
Los veinte cruzaron la plaza del ayuntamiento, en medio de un silencio sepulcral. Los Misioneros, atados de dos en dos, caminaban serenos y a pie firme. Desde alguna ventana se escuchó "estos si que van derechos al cielo". Los seminaristas caminaban sin vacilar. Subieron al camión entre gritos de "¡Viva Cristo Rey!", desatando la ira de los revolucionarios. Las aclamaciones no cesaban. Los Misioneros alternaban los cánticos.  Hubo un revuelo pues los milicianos les golpearon para hacerles callar. El camión los llevó cerca del kilometró 3 de la carretera de Sariñena. Los verdugos y dirigentes anarquistas les conminaron: "Aún tenéis tiempo. ¿Queréis venir con nosotros a luchar contra los fascistas?". Ante estas provocaciones los Misioneros respondían "¡Viva Cristo Rey!" Los revolucionarios instieron "Gritad al menos viva la revolución", algo que fue respondido por los Misioneros con un alborozado "¡Viva Cristo Rey!". Sobre las 12:40 de la madrugada sonó una descarga tremenda acompañada de los respectivos tiros de gracia: uno por uno. Murieron de rodillas, con los brazos en cruz, mientras gritaban "¡Viva Cristo Rey!" y decían, a sus verdugos "os perdonamos". Cerca de allí, en "Torre Jaqueta", cuatro campesinos se levantaron aterrorizados al escuchar los disparos. Aún recuerdan con escalofrío aquellas noches donde el horror y el Martirio se cruzaron. Los milicianos, como habían hecho con los seis anteriores, enterraron a los jóvenes Mártires en el cementerio, bajo una capa de cal y tierra.

Nuevamente los milicianos dejaron desangrarse los cadáveres para que no manchasen el camión y los volvieron a cargar para llevarlos al cementerio. Al día siguiente aún podían verse en el lugar estampas, libros y un zapato pertenecientes a los asesinados. Los Misioneros que aún seguían con vida permanecieron en el salón de los Escolapios, aguardando su martirio. Escucharon perfectamente las detonaciones, como cuenta Pablo Hall "Todos estábamos rezando por nuestros hermanos (...) dos comenzaron una parte del santo rosario, meditando los misterios de dolor, y al oir los disparos , anunciaron los misterios de gloria. Otro llegó a rezar veinte veces el "Magníficat", uno por cada hermano fusilado". Los que aún quedaban en el salón de los Escolapios se prepararon para el que creyeron su último día de vida. En realidad les iban a hacer esperar un día más. Se trataba de:

Luis Masferrer Vila
Francisco Castán Messeguer
José María Amorós Hernandez
Luis Escalé Binefa
José María Badía Mateu
José Figuero Beltrán
Juan Baixeras Berenguer
Ramón Illa Salvia
José María Blasco Juan
Eduardo Ripoll Diego
Luis Lladó Teixidor
Francisco Roura Farró
Miguel Massip González
José María Ros Florensa
Manuel Martínez Jarauta
Alfonso Sorribes Teixidó
Faustino Pérez García
Agustín Viela Ezcurdia
Sebastián Riera Coromina
Rafael Briega Morales


Pero no los mataron ese día. Les hicieron esperar áun durante una jornada más. Un día más de tortura. Les quedaban aún veinticuatro horas para ser mártires. Tuvieron tiempo para escribir su testamento:

«Querida congregación. Anteayer día 11 murieron, con la generosidad con que mueren los mártires, seis de nuestros hermanos; Hoy, día 13, han alcanzado la palma de la victoria veinte hermanos nuestros. Y mañana, día 14, esperamos morir mártires los veinte restantes ¡Gloria a Dios, Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroicos se están portando tus hijos, Congregación querida!
Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por todo nuestro querido Instituto. Cuando llega el momento de designar las víctimas, hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para ponernos en las filas de los elegidos. Hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada. Cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡¡Viva Cristo Rey!!
Son tus hijos, Congregación querida, éstos que entre pistolas y fusiles se atreven a gritar serenos cuando van hacia el cementerio: ¡¡¡Viva Cristo Rey!!!
Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de Nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica y a ti, madre común de todos nosotros. Me dicen los compañeros que yo inicie los vivas y que ellos ya responderán. Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones y en nuestros clamores entusiastas se adivina a ti, querida Congregación, el amor que te tenemos.
Morimos todos contentos, sin que nadie sienta desmayos ni pesares. Rogamos todos pidiendo a Dios que la sangre que caiga de nuestras venas no sea sangre vengadora, sino sangre que estimule tu desarrollo por todo el mundo. Adiós, querida Congregación. Tus hijos, mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolores y angustias en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. Morimos por llevar la sotana y moriremos precisamente en el mismo día en que nos la impusieron. Los mártires de Barbastro y en nombre de todos, el último y más indigno… Faustino Pérez». Él mismo es el autor de la inscripción grabada en el paralelepípedo de madera que puede verse en elhttp://www.martiresdebarbastro.org/museo.html, donde decía "¡Obreros! Los mártires morimos amándoos y perdonándoos" y "¡Viva el Reinado social-cristiano! ¡Obreros, os amamos! ¡Viva el Corazón de María!"

Icono ruso dedicado a los Mártires de Barbastro

Pablo Hall y Atilio Parussini, como hemos visto, no murieron mártires. Por ello son los testigos que más fielmente nos han contado todo lo acontecido en aquellos días. Durante la madrugada, poco después de ser fusilados Salvador Pigem y sus compañeros, unos milicianos avisaron a los dos seminaristas argentinos de que iban a ser trasladados a Barcelona. Se despidieron de sus compañeros, quienes estaban muy animados y aseguraban que irían todo el camino dando "vivas a Cristo Rey, al Corazón de María, a la religión católica y al Papa". Todos entregaron a Parussini y Hall diversos objetos como recuerdo y, también, los mensajes que habían escrito en pañuelos y hojas. Mensajes dirigidos a familiares, al Superior de la Congregación u a otras personas. Cómo habían hecho anteriormente, los milicianos arrojaron a los pies de los Misioneros los cordeles ensangrentados asegurando que al día siguiente les tocaría a ellos. Los futuros Mártires preguntaron "Y¿Por qué no esta misma noche?".

Pasaron el día rezando o bien el breviario o bien el rosario, conversando  recibiendo el Sacramento de la Reconciliación, pues aún quedaba entre ellos un sacerdote, el Padre Luis Masferrer, quién fue dando personalmente la absolución a cada uno. Ya por la noche apareció un grupo de escopeteros en el salón de los Escolapios. Un miliciano, conocido como Torrente, les llamó por lista y les preguntó "¿Queréis luchar contra el fascismo o ser fusilados?" Los misioneros respondieron: "Preferimos morir por Dios y por España". Se abrazaron entre ellos, despidiéndose, y, mientras eran atados con las cuerdas ensangrentadas, pronunciaban frases de perdón y de gratitud: "Os perdonamos con toda nuestra alma".  La plaza se encontraba llena de gente. Los Misioneros caminaron hacia el camión, en completo silencio. Muchos se sintieron sobrecogidos al ver sus rostros jóvenes. Mariano Abad, apodado "el enterrador" volvió a hacerles una oferta "si venís a luchar contra los fascistas y renunciais a vuestra religión os perdonamos la vida". Nadie contestó. El enterrador insistió, blasfemando varias veces. No hubo respuesta o, al menos, no la respuesta con la que los milicianos contaban. Ya en el camión  se oyó un fuerte "¡Viva Cristo Rey!", grito secundado por el resto de Misioneros. Mariano Abad les golpeó con la culata de la escopeta y hundió el cráneo a Faustino Pérez. Este "por más que le pegaban, más enardecido gritaba".

Ya en el kilómetro 3 de la carretera de Sariñena fueron echados al suelo "como fardos". Los Misioneros, de rodillas, con los brazos en cruz, repitieron sus jaculatorias y su perdón "Adios hermanos, pediremos a Dios por vosotros", "Viva la Asunción" o "si me disparan sangrientas balas, daráme alas el ideal ¿Y que ideal? Por Tí, mi Reina, la sangre dar...". Varios segadores que se encontraban cerca pudieron escuchar el espectaculo. Los Mártires, mientras sus verdugos les encañonaban, repetían "Perdónalos Señor, que no saben lo que hacen" y apretaban fuertemente el crucifijo o el rosario entre las manos.  Los milicianos volvieron a preguntar "¿Qué preferís: ir en libertad al frente o morir?". Los misioneros dijeron, unánimes: "Morir... ¡Viva Cristo Rey!". Los fusiles emitieron una brutal descarga acompañada de tiros de gracia. Volvieron a quedar, durante un tiempo, en el suelo desangrándose. Curiosa la hipocresia de los verdugos. Eran capaces de matar, pero luego se cuidaban de mantener limpio el camión. Al día siguiente, sobre el terreno aún quedaban restos pertenecientes a los jóvenes Mártires: cristales rotos de sus gafas, armazones y varillas, rosarios, escapularios medio deshechos, trozos de ropa, medallas y crucifijos. Los Mártires, igual que los compañeros que les habían precedido, fueron enterrados bajo una capa de cal y tierra en el cementerio.

El 18 de agosto, tres días después, murieron acribillados, en el mismo lugar los dos seminaristas Claretianos que llevaban en el hospital desde la tarde del 20 de julio. Sus nombres: Jaime Falgarona y Atanasio Vidaurreta. Llevaban desde el 15 de agosto en una celda de la cárcel municipal, donde estaban con algunos sacerdotes y varios seglares católicos. Conscientes de su destino, se prepararon para su martirio y dedicaban largas horas a la oración, rezando las tres partes del rosario (aún no se rezaban los Misterios Luminosos) y otras oraciones. Fueron fusilados junto al camión, en el mismo lugar donde días antes sus compañeros cayeron abatidos. También fueron enterrados bajo tierra y cal en el cementerio. En abril de 1939 fueron desenterrados los restos de todos los Misioneros Claretianos de Barbastro. Hoy sus restos se conservan bajo la cripta de la iglesia del Corazón de María de la capital del Somontano, junto al Museo dedicado a los Mártires, que fue inaugurado en 1992.

Aguantaban, cristianamente, los insultos y las provocaciones


 Se trata, posiblemente, de una de las crónicas martiriales más importantes, e impactantes, de la historia de nuestro país y, acaso, de la historia de la Iglesia Católica. Hemos oído hablar, en muchas ocasiones, sobre las persecuciones contra los cristianos acontecidas durante el Imperio Romano. Nos suenan lejanas en el tiempo. Puede impactarnos escuchar la vida de los Santos Niños Justo y Pastor, de San Tarsicio, de Santa Cecilia y otros. Sin embargo, al menos es mi caso, reconozco que descubrir esta historia de los Mártires de Barbastro ha sacudido profundamente mi corazón, mi alma. Ya la conocía pues hace un par de años acudí al cine a ver la película "Un Dios Prohibido", que trata precisamente sobre su martirio. Pero no es lo mismo verlo en una película que visitar el lugar donde todo ocurrió, pisar las calles que ellos pisaron, mirar el Museo de los Mártires de Barbastro y recrear en la imaginación cómo era el Seminario en el que vivieron (el museo se levantó sobre sus ruinas). Tampoco es lo mismo ver a los actores que encontrarte de frente con las fotografías de los Mártires, con sus pertenencias, con sus escritos. Se suele decir, al visitar lugares históricos "estoy tocando la historia". Eso me ha sucedido en este diciembre de 2015. He tocado la historia acontecida en julio-agosto de 1936. He sentido, realmente (y no como algo imaginario, sino como algo verdaderamente real y palpable) a los 51 Misioneros Claretianos de Barbastro que hoy la Iglesia venera como beatos. Siento que Salvador Pigem, a pesar de que nació sesenta años antes que yo, es mi hermano. Siento que los cincuenta y un Mártires de Barbastro son mis padrinos espiritualmente hablando. Por otra parte, su vida y, también, su forma de morir, me interpela fuertemente a seguir su ejemplo. Siento que me llaman, desde el Cielo, a ser Misionero del Evangelio en este siglo XXI. Siempre he sido una persona algo tímida y, sinceramente, algo acomplejado. El acoso escolar que viví de pequeño, y el desprecio sufrido en mi historia por diversas personas, incluso de la parroquia, dejó una fuerte herida en mi alma. Por ello, en muchas ocasiones, he desperdiciado oportunidades de evangelizar o dar testimonio de mi fe por el "qué dirán". Sin embargo, hoy siento que los Mártires de Barbastro me llaman a evangelizar, a dar mi vida por Cristo, a desgastarme buscando la salvación de otras almas ¿Cómo? Quizá, simplemente, mediante un testimonio de verdadera vida cristiana y mediante el uso de la palabra, sea escrita u oral. Quizá me llame a ir de misionero a otros lugares. Sólo Dios lo sabe. Pero siento que ellos, los Mártires de Barbastro, me interpelan y me dicen "no tengas miedo, tranquilo, estaremos contigo". Espero que este artículo os sirva para conocer una historia sucedida en el pasado más reciente de nuestro país. Una historia que ojalá nunca más vuelva a repetirse. Os animo a seguir investigando la vida de estos Misioneros Claretianos. Os invito a conocerles y a pedirles que intercedan por vosotros y os ayuden. Creedme, así lo harán.


Me gustaría terminar con unas palabras realmente bellas que resumen a la perfección tanto la historia de los Mártires de Barbastro como mi reflexión final. Se trata de la reseña que aparece en la contraportada del libro que ha servido como principal fuente documental de este artículo, escrito por el sacerdote Gabriel Campo Villegas: "Eran de nuestra misma sangre. Comían junto a nosotros, al amanecer, el cuerpo sagrado del Señor y bebían su sangre. Recitaban el mismo credo y las mismas oraciones que nosotros. Sufrieron las mismas dificultades y tentaciones: el acoso del mundo, la astucia del mal y la codicia de la carne. Pero al ser llamados por su nombre, no amaron tanto la vida que temieran la muerte. Regaron nuestra carne, nuestra casa, con su sangre, mientras su corazón perdonaba y amaba a quienes les mataron. Ahora viven con nosotros, en nuestra comunidad. Acompañan a su pueblo desde dentro. Nos ofrecen su sangre: Esta es nuestra sangre. Y oran por nosotros".

Fuentes:

Gabriel Campo Villegas: Esta es nuestra sangre. Un seminario mártir (Publicaciones Claretianas, 2013).

Esteban Casadevall y compañeros mártires de Barbastro

Mártires de Barbastro



jueves, 5 de noviembre de 2015

La Sociedad Secreta de La Garduña: los illuminatis españoles

En unos días en los que me encuentro terminando de escribir el último capítulo del que va a ser mi primer hijo literario, quiero aprovechar para realizar un artículo sobre un grupo de personas que vivieron en España durante varios siglos y a los que tiendo a considerar como los illuminatis españoles. Me refiero a La Garduña, una sociedad secreta que pudo estar detrás, según algunos, de la creación de organizaciones mafiosas actuales como la Camorra napolitana.



Los orígenes

La vida en España durante la Edad Media fue muy diferente a la que conocemos hoy en día. La sociedad se organizaba en gremios, cofradías, hermandades, órdenes religiosas y militares, etc. Esto no se hacía así por capricho, sino que todos eran conscientes de que solo mediante el corporativismo podían buscar protección laboral, económica y sanitaria. Los españoles se organizaban en grupos sociales a menudo buscando fines comunes que tenían, por lo general, el bien por bandera. Quizá el mayor exponente eran las órdenes religiosas, algunas de ellas originarias de nuestro país, como los dominicos.

Sin embargo, a lo largo de toda la historia, siempre hubo personas que se aliaron para conseguir determinados fines mediante el uso de la violencia. Fueron los antecedentes de lo que hoy llamamos grupos terroristas y mafiosos. Tenemos en la Biblia el caso de los zelotes, fundados por Judas el Galileo, un movimiento político-nacionalista que se consagró como la facción más violenta del judaismo de la época, llegando a recurrir a la violencia y el asesinato para conseguir sus fines. Hoy en España nos parece increible que una banda de terroristas, ETA, perviviera durante décadas asesinando y extorsionando. Pero los etarras no han sido, ni mucho menos, el grupo criminal más longevo de nuestra historia. La Garduña mantuvo su sistema criminal de un modo perfectamente organizado y estructurado durante más de cuatrocientos años.


Su Historia

La Garduña nació hacia 1412 en torno a las fraternidades criminales y alcanzó gran poder y extensión. Su organización funcionaba de modo semejante a mafias modernas como la mencionada Camorra. Estaba impregnada de secretismo, esoterismo y ritos iniciáticos. Entre sus miembros había gobernadores, jueces, alcaldes e incluso directores de prisión. Disimularon ser una orden religiosa y se arrogaron el derecho divino a robar y asesinar. No tenían documentos escritos ni estatutos sino que las normas se comunicaban a través de la iniciación y las elevaciones de grado. Traicionar dichas normas, no escritas, se pagaba con la vida. Entre sus delitos se encontraban raptos, violaciones, secuestro de niños, desvalijamiento de diligencias y cortijos, petición de rescate tras secuestros, falsificación de moneda y asesinato por encargo.

Los organismos judiciales y policiales de la España del siglo XV eran, en muchos casos, corruptos (lo que, por cierto, llevaba a muchos reos a solicitar ser juzgados por la Inquisición, pues tenía fama de ser más benévola y justa que los tribunales ordinarios). Algunos jueces admitían sobornos por parte de los delincuentes y era común que durante las persecuciones hacia judíos y moriscos, ambos estamentos se vieran enriquecidos gracias al pillaje realizado por los delincuentes. Esta circustancia era propicia para la delincuencia y muchos jefes de bandas criminales supieron aprovecharlo. Fue una situación que propició el nacimiento de la Garduña en Toledo. A finales del siglo XV la Hermandad se estableció en Sevilla, ciudad que suponía el puerto de entrada para todo lo que provenía del nuevo continente (oro, gemas, etc.).

Pocas décadas después trece hombres, elegidos entre bandidos famosos y funcionarios corruptos, establecieron la jerarquía de una sociedad secreta que, al igual que tantas otras, funcionó mediante códigos y contraseñas que servían para anunciar a los suyos las acciones que debían realizar y, también, para poder transmitir mensajes a todos los miembros de la hermandad, incluso los que que estuvieran presos. Dos siglos después la Garduña estaba presente en Madrid, Sevilla, Toledo, Valencia, Jaén, Málaga y Córdoba, amén de tener colaboradores en otras ciudades españolas. Desde el siglo XV hasta principios del siglo XIX se dedicaron a sobornar a gobernadores, alcaldes, jueces y hombres importantes que formaban parte de los diferentes estamentos de la sociedad de la época. Se ha llegado a afirmar que en el siglo XIX La Garduña estaba formada por 26.000 miembros entre hombres, mujeres y niños, aunque ciertamente se trata de un número desmesurado que posiblemente tenga más cariz legendario que el más minimo poso de realidad. Nuestro escritor más universal, Miguel de Cervantes, en su Rinconcete y Cortadillo, da cuenta de la base de la Garduña Sevillana, en la que integra a Monipodio, la prostituta Cariharta y otros personajes.



Organización de La Garduña

La estructura de esta sociedad secreta, era piramidal, al igual que sucede con las demás sociedades secretas. Había cinco niveles, que iban de abajo hacia arriba, en los cuales se podía ascender gracias a méritos y diversas pruebas iniciaticas.

  1. Los soplone o fuelles, constituían la base de La Garduña. Informaban de dónde, cuándo y, sobre todo, quién debía ser la víctima del delito. Las mujeres podían formar parte de esta base, eran las llamadas sirenas. Se dedicaban a seducir a las víctimas con el fin de averiguar donde escondían sus bienes y cualquier tipo de información que pudiera ser del interés de La Garduña.
  2.  El segundo nivel de la piramide "garduñil" lo constituía el grupo de los acompañantes, compuesto por los floreadores (gérmen de los actuales carteristas) y los punteadores. asesinos que mataban y y robaban a sus víctimas. En este nivel se encontraban también los guapos, espadachines de gran pericia que servían a La Garduña en duelos y lances varios. 
  3.  Quienes formaban parte de este nivel fueron los creadores del "impuesto revolucionario". Denominados los postulantes. Eran los encargados de pagar "la protección" de los negocios. 
  4. Los capataces, también llamados maestros y/o ancianos, eran quienes regían La Garduña en las diferentes provincias donde se encontraba presente. Se encargaban de organizar los crímenes y también del buen funcionamiento interno de la sociedad secreta. Entre los capataces, supuestamente, se encontraban jueces, altos cargos y miembros corrompidos de la alta burguesía.
  5. El Hermano Mayor, que solía ser un alto miembro de la burguesía, era quién se encontraba en la cúpula de La Garduña, ejerciendo el control de esta sociedad secreta tanto en nuestra península como en las colonias españolas. 
En La Garduña era bienvenido todo aquel que quisiera dedicar su vida al servicio de esta sociedad secreta. De hecho, todo hombre valiente, de buena vista y buen oído, que fuera agil de manos y pies, corto de lengua (que no fuera un delator), expedito al resolver situaciones y pudiera servir o bien indicando buenas operaciones o bien facilitando los medios para llevarlas a cabo, podía formar parte de la sociedad. Cómo distintivo, todos sus integrantes llevaban tres puntos tatuados en la palma de la mano, algo que facilitaba que se reconocieran entre sí.
El grupo de Las sirenas, estaba constutido en su mayoría por mujeres que habían padecido por causa de la Justicia y pasaban a ser amparadas por La Garduña. También se dedicaban a ocultar y vender objetos que la Hermandad tuviera en su poder. Servían a sus hermanos en cuerpo y alma. Otro grupo de mujeres, las coberteras, servían como cepo para los diversos golpes de la sociedad secreta.



Esta sociedad secreta, precursora de los actuales grupos mafiosos, tuvo durante cuatrocientos años un gran poder en nuestro país debido, en gran parte, a la influencia que, mediante el soborno, ejercían en quienes estaban al frente de la sociedad. En muchas ocasiones, incluso, se revistieron con el cariz de órden religiosa para realizar sus fechorías, motivo por el cual se les ha emparentado con la Inquisición, aunque en realidad ambos grupos eran muy diferentes. Si bien es cierto que los miembros de La Garduña se hacían pasar por colaboradores de la Inquisición con el fin de robar a judíos y moriscos, conscientes de que estos grupos sociales gozaban de mayor poder económico que la mayoría de los cristianos y, además, estaban mal vistos por la sociedad, con lo que facilmente sus delitos podían quedar impunes.

¿Relación entre La Garduña y la mafia italiana?



Si bien es cierto que la organización de La Garduña funcionaba de modo semejante a mafias modernas como la Camorra, en realidad la supuesta relación entre ambas forma parte de una vieja leyenda, según la cual, las mafias italianas habían sido creadas por Osso, Mastrosso y Carcagnosso, tres caballeros españoles, miembros de La Garduña, que vivieron en el siglo XV. Tras vengar con sangre el honor ultrajado de una hermana huyeron de Toledo y se refugiaron en Favignana, cerca de Sicillia, donde vivieron casi treinta años. Cuando se separaron difundieron las reglas sociales y el código de la Garduña por Sicillia, Calabria y la Campania. Osso, quién se quedó en la isla, es el mítico fundador de la Cosa Nostra mientras que Carcagnosso habría dado origen a la Camorra en Nápoles, que entonces formaba parte del Reino de Aragón. Mastrosso, por su parte, tras atravesar el estrecho de Messina se estableció en Calabria donde creó la 'Ndrangheta.

No obstante, la historia afirma que en realidad el origen de las mafias italianas modernas fue otro, perfectamente documentado por los historiadores italianos. En el siglo XIX aparece en Italia la figura de los gabelloti, recolectores de impuestos, que administraban las propiedades de los aristócratas recibiendo a cambio un porcentaje de las cosechas adquiridas. Con el fin de que sus sus ganancias aumentasen, dividían las tierras y arrendaban pequeñas porciones a los campesinos, quienes a su vez otorgaban a los gabelloti un porcentaje de la cosecha. Poco a poco estos personajes fueron viendo como aumentaba su poder y se volvieron cada vez más corruptos y comenzaron a extorsionar a los labriegos. Pero no se conformaron con ello, sino que se dedicaban a confiscar pastizales destinados a dar de comer al ganado y, además, organizaron grupos de ladrones. Son el antecedente directo de la mafia y sus prácticas fueron imitadas en las regiones más pobres del país. Según Miguel Alfonso Campos, muchos historiadores afirman que algunos miembros de la cúpula de La Garduña huyeron a Nápoles, ciudad donde se reorganizaron dando orígen a la Camorra italiana. Si leemos entre líneas lo que la historia nos cuenta, quizá lo que parece una coincidencia (final de La Garduña y nacimiento de la Camorra) tenga alguna base de realidad.


El final de una sociedad secreta legendaria

Hasta el siglo XIX las normas y directrices de La Garduña circulaban entre los miembros de la sociedad sin que quedasen plasmadas en ningún documento escrito. Sin embargo, los últimos Hermanos Mayores, decidieron que debían plasmar por escrito sus "hazañas" para poder ser recordados.  El final de La Garduña no se debió a una investigación policial o judicial hacia un grupo de mafiosos. En realidad, el motivo fue un tema bastante escabroso. En agosto de 1821 se hallaron en una casa sevillana los cadáveres de María de Guzmán y de tres hombres que habían violado y asesinado. Según confesó el dueño de la casa, que era un personaje influyente, los tres secuestradores habían violado y asesinado a María de Guzmán sin que se lo hubiera autorizado su jefe. Este, al ver que desobedecieron sus órdenes, les asesinó. Pero, teniendo en cuenta que La Garduña había asesinado, violado, extorsionado, durante cuatrocientos años ¿Qué tenía este crimen de diferente con respecto a otros? En los registros realizados en el domicilio apareció, parece ser, un manuscrito que resultó ser la crónica de La Garduña, también conocido como "Libro Mayor". Reunía estatutos, cuentas económicas y actas de las tropelías realizadas, entre las que se encontraban raptos, asesinatos y robos cometidos por miembros de La Garduña. Se llegó hasta el fondo del asunto y un grupo de cazadores, bajo las órdenes de Manuel Cuendías, detuvo a veinte miembros de la Hermandad, dieciseis de los cuales fueron ajusticiados en la Plaza Mayor de Sevilla en noviembre de 1822. Entre ellos se encontraba Francisco Cortina, el Hermano Mayor de entonces, quién fue acusado de asesinato por Manuel de Cuendías.





Dudas sobre su existencia

Hay serias dudas entre los historiadores acerca de la existencia de La Garduña. La principal es la carencia de fuentes fiables que lo confirmen. En algunos textos, como la mencionada obra cervantina "Rinconcete y Cortadillo", se hace referencia a esta Sociedad Mencionando los Archivos de Toledo y Sevilla como lugares donde se encuentra la documentación que parece constatar que la Hermandad realmente existió. No se ha podido encontrar ningún dato que pueda corroborarlo. No obstante, si hacemos caso a lo relatado por el gran escritor, este conoció en la cárcel a un personaje real que formaba parte de La Garduña.  Según Julio Caro Baroja, La Garduña era el sinónimo de la germanía sevillana del Siglo de Oro, es decir un estilo de vida (de mala vida) compartido por delincuentes que en el siglo  XIX se convirtió en una especie de folletín influenciado por la existencia real de sociedades secretas en aquella España,. Entre ellas se encontraba la masonería y sus códigos iniciáticos. Víctor de Fereal, que había escrito sobre la ejecución de Francisco Cortina en un libro sobre la Inquisición, era según Caro Baroja el seudónimo de Madame de Subervie o Suberwick. Victor de Fereal, en su libro, recogía anotaciones de Manuel Cuendías, un liberal que vivió en tiempos de Riego. Aunque esta teoría no parece del todo cierta pues, según se cree, la propia Madame era, en realidad, el seudónimo de otra autora francesa de nombre desconocido. Con lo cual esta teoría desacreditadora de La Garduña parece un bucle de dificil resolución. En cualquier caso, se cree que los documentos intervenidos a La Garduña fueron entregados a la escribanía criminal de Sevilla el 15 de septiembre de 1821, tal como dijo Manuel Cuendías. En 1918 un incendio arrasó la Audiencia Territorial de Sevilla, desapareciendo para siempre todos los legajos que soponían las únicas pruebas que podrían documentar la existencia de la sociedad secreta.

 Por otra parte, hay investigadores que afirman, sin ningún tipo de duda, que La Garduña realmente existió. Por ejemplo Georg Simmel, sociólogo alemán, o Enzensberger, quienes defendieron el impacto que la Hermandad tuvo en las sociedades secretas. También el propio Manuel de Cuendias, historiador y policía, da cuenta de su existencia asegurando que el Hermano Mayor tuvo gran influencia dentro del Imperio Español. Se cree, además, que en 1476 surge la Santa Hermandad, posiblemente primer cuerpo policial organizado de Europa, con el fin de acabar con el poder de La Garduña y otros grupos criminales. La Santa Hermandad fue instituida por Isabel la Católica en las Cortes de Madrigal unificando diferentes Hermandades que se dedicaban a proteger a los ciudadanos de los reinos cristianos desde el siglo XI.



No obstante, como colofón, cabe decir que, si bien es cierto que no existe constancia escrita sobre La Garduña, más allá de la obra de Cervantes y algún otro texto, no es causa suficiente para negar la existencia de esta hermandad del crimen. Incluso si, como parece, funcionaba como una sociedad secreta, no es de extrañar que, efectivamente, carecieran de documentación escrita. La duda está en saber qué ocurrió con el libro hallado en casa de Francisco Cortina. Parece que se trata de uno de esos libros considerados como malditos, un libro del que se ha oído hablar pero cuyo paradero se desconoce. Quizá, y es opinión de quién esto escribe, el libro en realidad era el propio Cortina, quién pudo confesar ante la policía como funcionaba La Garduña y las fechorías que cometían. Si es plausible pensar que el fenómeno del bandolerismo viniera desde bastante antiguo y, quizá, pudo existir algún grupo, o algunos grupos de bandoleros, que se identificasen a símismos como miembros de La Garduña, quizá sabedores de que este nombre causaba estremecimiento en la sociedad de la época. De hecho, durante todo el siglo XIX estuvo latente la leyenda de La Garduña. En 1857 el ministro de Gobernación de entonces, declaró que "los bandidos andaluces forman una vasta y formidable asociación que  es preciso extirpar con energía”. En Castilla había organizaciones bandoleras formadas por delincuentes portugueses que se dedicaban al pillaje y robo en iglesias castellanas. En 1865 el diario "El Universal" hablaba de un grupo de secuestradores cuyo Comité Directivo estaba formado por personas de importante rango y que tenían por jefe a un presbítero.

Quizá, como dice Javier Coria, en la historia de La Garduña se entremezclan mito y realidad. Los bandoleros y, en general, las organizaciones de maleantes existieron realmente. En muchos casos tenían una estructura organizativa de marcado caracter sectario. También es cierto que en el Diccionario de la Real Academia Española se define "garduño" como "ratero que hurta con mafia y disimulo". Además, en Sevilla se conoce "Garduña" como asociación de malhechores. Por ello da la impresión de que en el inconsciente colectivo perdura el recuerdo de algo que en realidad existió. En cuanto a Cortina, efectivamente fue detenido por ser el propietario de la casa donde se cometió el crimen y, además,  fue declarado culpable. Por ello, igual que hace este autor, creo que es conveniente dejar que tú, querido lector, saques tus propias conclusiones sobre si La Garduña realmente existió o si se trata de un mito que oculta un poso de realidad.

Fuentes:

La Hermandad del Mal: La Garduña 

La Garduña: Sociedad secreta de delincuentes 

La Garduña, temible sociedad secreta

Sociedades secretas:La Garduña 

Sociedad Secreta La Garduña

Leyenda de La Garduña como creadora de la Mafia Italiana 

Sociedad Secreta La Garduña de Toledo 

La Garduña: La conspiración de los marginados



viernes, 23 de octubre de 2015

Treinta y cinco años sin Félix Rodriguez de la Fuente. Reivindico su mensaje, siempre actual



Recuerdo una vieja carretera de doble sentido, por donde hoy discurre la M-501. Recuerdo un Renault 25 recorriendo kilómetros. Ese coche podía ir a Villaviciosa, Palencia o cualquier otro destino. En su interior iba un niño, con su padre, su héroe. Ambos escuchando, con suma atención, los ya en desuso casettes. En ellos sonaba una voz cálida y serena, acompañada en ocasiones por una música melódica y mítica. Se trataba de Félix Rodríguez de la Fuente. Aquel niño era, y sigue siendo, quien esto escribe. Nací unos años después de fallecer Félix, pero durante mi infancia tuve la fortuna de poder ver y escuchar aquellos programas donde Félix nos explicaba los ancestrales aullidos del lobo o el vuelo majestuoso de las águilas.

Recuerdo caminar, de nuevo con mi padre, por la sierra de Guadarrama. Pantano de La Jarosa. Alto de los Leones. Navacerrada. Bosques con esbeltos árboles, raposos (zorros), águilas y halcones, entre otros animales. Recuerdo conversar con mi padre y decirle “papá, esto lo decía Félix” o “papá ¿Sabías tal cosa? lo contaba Félix”. Nací cuando Félix ya no estaba en este mundo, pero seguía viviendo, su recuerdo estaba presente en quienes habían seguido “El Hombre y la Tierra” a finales de los setenta. Pero también, y hay que decirlo, estaba vivo en los niños que nacimos a principios de los ochenta. Recuerdo, también, cuando fui a Matalascañas con el colegio. Año 1992, con motivo de la Expo de Sevilla. Un día estuvimos en Doñana y volvimos decepcionados. No habíamos visto ningún lince. Esos linces ibéricos de los que tanto hablaba Félix ¿Cuántos quedarán a día de hoy? en estos últimos años han muerto varios por atropellos. ¿Cuántos lobos quedaban cuando era pequeño? estaban en peligro de extinción. Hoy, gracias a la labor concienciadora de Félix hay un número respetable de lobos. Aunque no se debe bajar la guardia, pues sigue habiendo quien pretende echarles de hábitats en los que vivieron incluso cuando el hombre aún se refugiaba en las cavernas.
Félix Rodríguez de la Fuente fue el gran divulgador de la naturaleza. Quizá el primero de los grandes divulgadores de temas concretos en los grandes medios. Le siguieron Juan Antonio Cebrián (historia), Nacho Ares (arqueología) o José Manuel Fuentes y Carl Sagan (ciencia). Buscó devolver al hombre a su verdadera posición dentro del planeta tierra. Nos habíamos convertido no solo en “un lobo para el hombre” (como decía Hobbes) sino también en una especie de ángel exterminador de la propia naturaleza. Habíamos perdido nuestra verdadera misión para con los animales. Es cierto que Dios puso la Creación a nuestro servicio, bajo nuestro dominio. Pero nos habíamos erigido en dueños y señores absolutos de la Creación, pretendiendo ocupar el lugar que únicamente pertenece a Dios. Tenemos dominio sobre los animales, cierto. Pero eso no quiere decir que podamos decidir arbitrariamente, y por puro antojo, sobre la vida y la muerte de un ser vivo. Me refiero a cualquier vida, humana y animal. Toda vida es sagrada. En el caso de los animales, se les puede matar para comer, pero no por capricho. Recuerdo el argumento de un defensor de los toros “Es que dominamos la Creación”. Si, cierto, Dios nos concedió el dominio de la Creación, pero fue para que obtuviésemos de ella frutos para nuestro sustento, no por capricho. Pero lo que nunca nos concedió fue el señorío absoluto sobre la Creación. Dominamos a los animales, pero lo hacemos como jornaleros, como meros trabajadores, no como amos y señores de la Creación. Eso, quizá con otras palabras, nos lo enseñaba Félix. El respeto a la naturaleza, a los seres vivos, a toda criatura viva.



El hombre es un poema tejido con la niebla del amanecer, con el color de las flores, con el canto de los pájaros, con el aullido del lobo o el rugido del león. El hombre se acabará cuando se acabe el equilibrio vital del planeta que lo soporta. El hombre debe amar y respetar la tierra como ama y respeta a su propia madre“. Así pensaba Félix, así pensamos muchos. Hace unos años me dijo un amigo de Elche, desconsolado, que había llorado porque un bosque al que iba de pequeño se había convertido en cemento. Habían construido casas y más casas. Habrá quien piense que eso es el progreso. Puede que lo sea pero ¿Hacia donde? en la actualidad hay más enfermedades pulmonares que antes, y no sólo por el tabaco. Crecen los casos de cáncer. De pronto nos vemos asaltados por noticias como que han detectado partidas de pescado con anisakis en las lonjas, o liebres con tularemia. Esto ¿De donde sale? quizá nos estamos cargando el ecosistema, haciendo que enferme la tierra y, con ello, provocamos nuestra propia destrucción. Mencionaba antes a los linces. En Doñana han sido atropellados varios linces en los últimos años. Durante milenios, cuando aún no había seres humanos por aquellos parajes, ya había linces en Doñana. Vino el hombre y realizó carreteras. Estas carreteras fueron surcadas por máquinas cada vez más potentes. Máquinas que invadían el hábitat de los linces provocando la muerte de algunos de estos animales en peligro de extinción. Félix nos advertía sobre esto. Lo hizo con el lobo, con el águila y también con el lince. No somos dueños de la Creación, tan sólo somos jornaleros. Debemos respetar la naturaleza, debemos garantizar el equilibrio del ecosistema. Quizá los linces no tengan tanto valor para el ecosistema como tienen las abejas, pero debemos preservar su existencia. Los animales que pueblan la Península Ibérica nos han sido legados por nuestros antepasados, que vivían en cierta armonía con ellos. Se comían a algunos de esos animales, es cierto. Pero no los masacraban. Quizá no seamos conscientes de ello, pero la desaparición del lince, el lobo o las águilas imperiales nos podría llegar a afectar. Hubo un tiempo, durante la Edad Media, que se cogió miedo a los gatos, por superstición. Vino la peste y la muerte. El lince tiene una labor en el ecosistema que quizá desconozcamos, pero sea necesaria. Es como las arañas, pueden dar asco o miedo, pero evitan que haya otros bichos más desagradables y nocivos.



El mundo es espantoso para el ciudadano medio que vive en colmenas, urbes monótonas y horrísonas, calles sucias recibiendo cultura como píldoras y mensajes que no se ha demostrado que sean perfectos. Nuestra era se recordará en un futuro feliz, si es que se llega, con verdadero terror. El hombre tiene necesidad de libertad, del campo, del cielo, de tiempo para no hacer cosas…. y aprender a imaginar. Hoy no lo puede hacer“. Este lamento, con cierto cariz profético, fue pronunciado por Félix. Tenía mucha razón para afirmar algo así. Vivo en medio de una gran urbe y me gusta observar a mis conciudadanos. Las ciudades parecen la cadena de montaje de una fábrica a gran escala. Los hombres y mujeres que las pueblan parecen meros robots que realizan actos mecanizados. Levantarse deprisa, ir rápido a trabajar, realizar su trabajo corriendo y sin pensar, comer sin que apenas el cuerpo tenga tiempo para digerir el alimento (con las derivadas enfermedades estomacales), volver a trabajar y hacerlo de modo mecánico sin pensar siquiera en lo que están haciendo, irse a casa, correr por las estaciones de metro y bus, vivir en auténticas colmenas humanas donde carecen de intimidad. El urbanita del siglo XXI es una persona sin tiempo apenas para la lectura sosegada e interiorizada, la reflexión o la contemplación de la naturaleza admirando las obras que Dios ha creado. Muchos se preguntan como es posible que triunfen programas como Gran Hermano pero se trata de la sociedad que se nos ha impuesto y ante la que debemos rebelarnos, pues aún estamos a tiempo. No hemos sido creados para vivir en grandes ciudades llenas de contaminación, siendo esclavos del coche y yendo deprisa a todas partes. Dios nos dio un alma y la capacidad de interactuar con Él a través de la oración. Sin embargo, en el mundo urbano, tan lleno de ruido, con esas colmenas humanas, es muy difícil escuchar a Dios. Vivimos como encadenados por algo que nos está alejando del verdadero sentido de la vida. Sobre eso nos advertía Félix. Más Platón y menos Prozac decía un libro. Pero comprender a Platón supone reflexionar, y para pensar hace falta espacio y tiempo para ello. En las grandes urbes ¿Es posible? Quizá si, pero con peor calidad de vida. Lo mismo para relacionarse con Dios. Quizá en las ciudades se pueda hacer, pero desde luego con más dificultad que en la ermita de un pequeño pueblo, en un espacio silencioso y lleno de paz.


El hombre tiene necesidad de libertad, del campo, del cielo, de tiempo para no hacer cosas…. y aprender a imaginar. Hoy no lo puede hacer“. Es una frase llena de verdad y sentido. El hombre tiene necesidad de la libertad que supone poder caminar por la naturaleza, sintiendo la brisa que acaricia los árboles, escuchando el cántico alegre de las aves. Eso es lo auténtico, lo que recuerda al hombre que, detrás de todo ello, se encuentra la mano creadora de Dios. Recuerdo contemplar las montañas bávaras y decirle a mi padre “qué gran artista es Dios”. Sin embargo, basta la mano torpe de un hombre al encender una barbacoa para que el monte arda y los árboles queden reducidos a cenizas y desolación. Basta la mano descuidada y egoísta de un grupo de hombres para que el monte quede lleno de suciedad y porquería. Esa suciedad y porquería, si no se retira, queda durante muchísimo tiempo y provoca daños a la naturaleza. Debemos tomar conciencia de que la naturaleza, también el monte, es un regalo que Dios nos ha dado. La Tierra no nos pertenece a nosotros sino a Dios. Si uno va a casa de otra persona se preocupa por no ensuciar y no destrozar, entonces ¿Por qué no cuidamos la Tierra, que pertenece a Dios? son cosas sobre las que, a su manera, nos hablaba Félix. Tenemos necesidad de campo y cielo, necesidad de ver la obra creadora de Dios en la naturaleza y también de poder contemplar el Cielo, que nos recuerda igualmente a Dios. Recuerdo las noches veraniegas de mi infancia en Santoyo, con mis amigos, contemplando en la era el cielo castellano. Estaba lleno de estrellas, alguna de ellas recorría fugazmente el firmamento. Miraba al cielo y pensaba en Dios, miraba las estrellas y me acordaba de mis seres queridos difuntos. En la ciudad, sin embargo, mira uno al cielo y este cambia radicalmente. Toma un color naranja y apenas se ve alguna estrella. Es mas difícil, por ello, poder rezar aquel salmo “cuando contemplo el cielo y las estrellas que has creado ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?” en la ciudad, a veces, parece que es más difícil acordarse de Dios. Se puede ver una estrella, pero no se puede contemplar, en su más amplio sentido, el firmamento creado por el Señor. Él siempre se acuerda de nosotros, lleva pensando toda la Eternidad en cada uno de nosotros. Pero en la ciudad la gente apenas tiene tiempo para acordarse de Dios. Prisas, frenesí, atascos, ruidos estridentes, gente corriendo ¿Quién piensa en Dios? muchos lo hacen, cierto. Pero a veces parece más difícil hacerlo.Rodeado de la naturaleza, sin embargo, parece acaso más fácil acordarse, todo recuerda la obra creadora de Dios.



Necesitamos tiempo para no hacer cosas. Es lo que los romanos llamaban el Otium Graecum, es decir dedicar un tiempo para permanecer sosegado, reflexionando, pensando y sobre todo, al menos nosotros los cristianos, rezando. La vida moderna, apartada de la hermana madre tierra, como la llamaba San Francisco de Asís, no nos deja tiempo para la reflexión o la oración. Necesitamos ese tiempo. Por ello debemos cuidar la naturaleza. Un mundo sin naturaleza, sin árboles, sin animales, con los ríos contaminados sería un lugar terrible para vivir. Si no cuidamos la naturaleza, que se nos ha sido dada por Dios ¿Cómo vamos a cuidar a nuestros propios hijos? Es muy complicado amar al ser humano si no se ama la naturaleza. Pero además, como decía Félix, el hombre necesita tiempo para imaginar. Hoy muchos nos quejamos de que las artes, en general, no tienen la calidad de antes. Pintura, literatura, escultura… parece que no se hacen obras tan buenas como antiguamente. Al menos por lo general. Si el hombre no tiene naturaleza para admirar, reflexionar, escribir, dibujar ¿Cómo va a crear arte? es más difícil, desde luego.
He querido recordar a Félix Rodríguez de la Fuente haciendo estas reflexiones, pues considero que su pensamiento, sus enseñanzas, siguen vigentes. Debemos cuidar la naturaleza, debemos darnos cuenta de que, aunque esté bajo nuestro servicio, no nos pertenece. Tan sólo somos jornaleros, no somos los amos de la Creación. Pero, además, debemos darnos cuenta de la importancia que tiene para nosotros que el ecosistema esté en equilibrio y se respete la naturaleza. Dijo un autor anónimo que “Sólo hasta que se haya talado el último árbol, contaminado el último mar y muerto el último pez, el hombre entenderá que no se puede comer el dinero”. Hoy se destruye la naturaleza por el culto a Mammon, al dios dinero. Se arrasan bosques para construir casas o campos de golf. Se pesca a gran escala para ganar más dinero, aunque haya especies en peligro de extinción. Se matan animales como visones o focas para vender más. Pero, quizá lo más terrible, se mata a niños en las minas de coltán para que los modernos luzcan el nuevo Iphone o cualquier smartphone de moda. No sólo se mata a niños de ese modo, es cierto. También muchos mueren en lagos contaminados, buscando en la basura materiales que puedan vender, o explotados en fabricas de grandes multinacionales en países pobres. Pero vuelvo a hacer la pregunta. Si no respetamos la naturaleza, que pertenece a Dios ¿Cómo vamos a respetar la vida de nuestros propios hijos? ¿Puede alguien decir que defiende la vida cuando lleva un móvil de última generación cuyo coltán ha sido extraído por un niño explotado?


Creo que mi amigo, cuando lloró al ver en lo que se había convertido el antiguo bosque donde jugaba durante su infancia, lo hacía no solo por el bosque en sí. Lloraba, quizá, también por los niños que ahora pasan hambre en nuestro país y a los que se podría alimentar con animales de bosques como aquel. Lloraba, quizá, por esos niños que pasan hambre y podrían tener buena alimentación si en lugares donde hoy hay cemento y contaminación hubiera huertas y árboles frutales. Por ello creo que es importante reivindicar a Félix Rodríguez de la Fuente y su mensaje. Es fundamental que volvamos a vivir mirando a la naturaleza, respetándola y sirviendo a Dios como jornaleros a través de ella, no como si fuera algo que nos pertenece a nosotros, cosa que es mentira. Pertenece a Dios. Él es el dueño de la Creación. Nosotros debemos cuidarla.
En definitiva, treinta y cinco años de la muerte de un gran maestro. Félix Rodríguez de la Fuente, alguien que nos enseñó a amar la naturaleza, que nos hizo darnos cuenta de la gran importancia que tiene cuidar el medio ambiente. He querido recordarle haciendo estas reflexiones que, si bien pueden tener cierta carga polémica, creo que reflejan una serie de realidades sobre las que debemos abrir los ojos, despertando, si realmente queremos que la especie humana siga poblando la tierra.

Post Scripto: este artículo lo publiqué en Infovaticana el 15 de marzo de 2015, cuando era colaborador de ese portal web de información religiosa.

jueves, 22 de octubre de 2015

La muerte, el Carpe Diem y la motivación para mejorar personalmente

Cómo ya hice en mi artículo sobre las señales, vuelvo a aprovechar los mensajes lanzados por el gran periodista Iker Jiménez en su "Universo Iker" para realizar algunas reflexiones sobre algo en lo cual llevo tiempo pensando: la importancia de vivir, de verdad el momento, aprovechando cada minuto de nuestra vida, siendo conscientes de que así como vinimos desnudos a este mundo, del mismo modo nos marcharemos. En nuestro zurrón tan solo nos llevaremos el amor que hayamos sido capaces de dar y el amor que nos hayan dado. En esta ocasión Iker reflexionaba sobre el sentido de la muerte. Os invito a que escuchéis el programa. Los constantes aldabonazos que lanza el periodista vitoriano calan en el alma de un modo realmente potente. Os lo aseguro.

Cada día es una nueva oportunidad para crecer. Aprovéchalo

Desde pequeño he mirado al cielo preguntándome qué habrá sido de todos aquellos que han vivido en nuestro planeta azul desde la noche de los tiempos. Esas personas que con sus grandezas, también con sus miserias, poblaron la Tierra desde época inmemorial. He pensado mucho en grandes figuras como Octavio Augusto, Cristóbal Colón, San Francisco de Asís... en definitiva, personas cuyas historias, por diversos motivos, me impactan. Recuerdo también una reflexión de Carolina, una profesora que tuve en el colegio "¿Qué sentido tiene la vida si después no hay nada?". Estas personas siguen viviendo gracias a su legado. De Octavio heredamos todo lo que supuso el Imperio Romano: el Latín, las carreteras inspiradas en las vías romanas, el Derecho Romano, la literatura, el arte, organización política, militar e, incluso religiosa, sistema económico.... en fín, son infinitas aportaciones las que nos dio la civilización romana. Cristóbal Colón nos llevó al Nuevo Mundo, dio a Castilla la posibilidad de ser un gran Imperio, puso en relación a los europeos con esos americanos que, pese a la distancia geográfica y cultural, eran sus hermanos. San Francisco de Asís nos legó la forma más pura de abrazar el Evangelio, el modo de vida cristiana más auténtico, nos enseñó a sentirnos hermanos de toda la Creación. Son hombres que estuvieron atentos a las diversas señales que aparecieron en sus vidas. A Octavio le impulsaba el afán de convertirse en el hombre más poderoso de Roma y proseguir la obra de su querido padre adoptivo Julio César. A Cristóbal Colón le movía la determinación de realizar un viaje hasta las Indias aunque, y es mi teoría, quizá tuviera información privilegiada sobre el Nuevo Mundo (algún día escribiré sobre el llamado Prenauta). A San Francisco de Asís le movió aquella voz que en plena noche le llamó "Francisco, Francisco ¿Por qué buscas al siervo en lugar de al Señor?".

Tu vida no es fruto de la casualidad. Verdaderamente tiene sentido

Estos tres hombres no hubieran conseguido realizar sus sueños de no haber sido personas con los pies puestos en el presente, en el día a día. Y aquí llegamos al tema que hoy nos ocupa en este artículo. Siempre he tenido la impresión de que se ha confundido el verdadero significado del término "Carpe Diem". Solemos asociarlo a lo hedonista, al placer, al mero "pasarlo bien". Pero para mí es una frase que encierra algo más profundo que un mero "disfrutar el momento". De hecho, su verdadero significado es "Aprovecha el momento", entendiéndolo como "no malgastes el tiempo, aprovecha cada momento de tu vida para cumplir tus metas, para crecer como persona". Octavio Augusto, Cristóbal Colón y San Francisco de Asís supieron dar plenitud al Carpe Diem. Pero no lo hicieron en medio de borracheras, drogas o sexo. Bueno, Octavio y Colón estuvieron casados, así que de lo último algo tuvieron, pero de forma ordenada. En cuanto a San Francisco, antes de su conversión se divertía al modo mundano de los nobles de su época. Pero los tres renunciaron a los placeres inmediatos en pos de un logro mayor, para conseguir algo que diera sentido a sus vidas. Lo que quiero decir es que en cuanto tuvieron un objetivo vital, cuando se fijaron un camino a recorrer en su vida lo hicieron de tal modo que nada material pudo apartarles de su meta. Augusto quiso ser el primer hombre de Roma, el más poderoso, el fundador de un Imperio, y lo consiguió. Cristóbal quería zarpar rumbo a las Indias y consiguió convencer a los Reyes Católicos para realizar su sueño. San Francisco quería seguir totalmente al Señor y lo consiguió. Los tres fueron personas, por cierto, profundamente religiosas.

Seguramente te sorprenderá el título de este artículo. Es posible que te estés preguntando "Muerte y Carpe Diem ¿Qué tienen que ver ambas cosas? especialmente ¿Qué tienen que ver con la mejora personal?". Mi respuesta es: Todo.  Como muchos sabéis, soy madridista pero debo admitir que me gusta la filosofía futbolística de Diego Pablo Simeone, el "Cholo Simeone". Su "Partido a partido, jornada a jornada" yo lo extrapolo a "Momento a momento, minuto a minuto, hora a hora, día a día, aprovechando cada instante para mejorar". Me gustaría ahora hacerte una pregunta y que pienses brevemente, apenas unos segundos, en ella: ¿Has pensado que, quizá, mañana puedes estar muerto? No, no pretendo crear mal rollo, al contrario. Vivimos en una sociedad que se ha apartado tanto del sentido profundo de la vida, que nos aterra la sola mención de la palabra "Muerte" (Por cierto, la Hermana Muerte, como la llamaba San Francisco de Asís). Nos aterra tanto pensar en que podemos morir que, al mismo tiempo y sin darnos cuenta, estamos teniendo miedo a vivir. Hoy no sabemos vivir. Creemos que si lo sabemos pero, en realidad, pasamos las horas, los días, enfrascados en una rutina que realmente ni nos planteamos que pueda tener un sentido. Nacemos, vamos a la guardería, después al colegio, luego a la Universidad, trabajamos, nos jubilamos y después estamos muertos. Desde una mente puramente racionalista podríamos pensar, como se planteaba Carolina, "¿Para qué? ¿Qué sentido tiene todo esto?" En realidad tiene mucho más sentido del que somos capaces de concebir. Quizá, amigo lector, puedas pensar que todo esto es un sermón religioso. Nada de eso. Es, en realidad, filosófico. Ya los filósofos griegos hablaban de un Ser Supremo, un Creador que nos ha dado el gran regalo de la vida. Después vino Jesús de Nazaret y nos enseñó que ese Creador, al que Él llamaba "Abbá Padre" es Amor y que nos creó por puro Amor. Dios es Amor y somos, en realidad, un milagro suyo, somos el fruto de su pensamiento. Cada uno de nosotros. Dios ha pensado en nosotros desde la Eternidad, como decía el otro día un amigo recientemente ordenado sacerdote. Aquí viene la gran cuestión sobre la que quiero reflexionar: "El Amor es el nos lleva a aprovechar el momento para mejorar personalmente y que la muerte pueda tener verdaderamente sentido".

Debemos amar la Creación, con todo lo que ello supone


Todos soñamos con un mundo mejor. Queremos un mundo sano, que no exista el mal, que nadie pase hambre, frío o que ningún ser humano sufra. Pero muchas veces caminamos por el mundo sin darnos cuenta de un detalle esencial: Si quieres cambiar el mundo, primero debes cambiar tú. Cantaba Michael Jackson que lo fundamental era sanar al hombre del espejo. Es decir, si quieres que el mundo mejore, primero debes cambiar al hombre o la mujer que ves reflejada en el espejo cuando te lavas la cara al levantarte por la mañana. Me gustaría que, en esos momentos, te preguntases ¿Qué estoy haciendo para que ese hombre, esa mujer, mejore? ¿Realmente estoy convirtiendo mi vida en un continuo acto de amor? Si de verdad estás interesado en crecer personalmente, nunca estarás completamente satisfecho con la respuesta pues tu objetivo será siempre el de mejorar día a día. San Juan de la Cruz decía "Al atardecer de la vida nos examinarán del amor" ¿Por qué le cito? Muy sencillo: Si Dios es Amor y ha pensado en ti desde la Eternidad, si tiene un plan divino para ti (dentro del cual están esas señales que te manda para que logres tus sueños) evidentemente, para que tu vida tenga sentido, debes amar y poner pasión en cada cosa que hagas en tu día a día. Si de verdad quieres que tu vida tenga un sentido, no puedes vivir mediocremente. Tienes que amar, pero amar de verdad, a tus seres queridos y tu labor diaria en los estudios o el trabajo. Quizá piensas "Quiero mucho a mi novia/esposa/padres/amigos", pero pones cara avinagrada cuando te contrarian. Quizá disfrutas las posibilidades que te da el trabajo (aquello que puedes hacer con el sueldo que buenamente ganas) pero te disgustas cuando te encargan una tarea dura y fatigosa. Quizá sueñas con ser periodista, ingeniero o médico y eres feliz pensando en lo que harás cuando acabes la carrera, pero te fatigan los exámenes. Quizá quieres estar en forma, pero te quejas de las agujetas tras el entrenamiento. Y, mientras, pasa la vida y piensas "Algún día lo haré. Algún día seré feliz". Te marcas metas pero, al mismo tiempo, las vas postergando. Llegará enero, te plantearás objetivos para el nuevo año y, cuando llegue marzo, se te habrán olvidado. Y pensarás "Algún día..." Por eso hoy te digo, amigo lector, que el momento para lograr tus sueños, tus objetivos vitales, para mejorar como persona en todos los aspectos es ¡AHORA!

Cuando te miras al espejo ¿Estás contento con la persona que ves?

Si de verdad quieres que en tu vida deje de gobernar la mediocridad, el tedio y el sin sentido es AHORA cuando tienes que poner la solución. Sé consciente de que eres mortal y tu vida dura un instante. No vivas viendo pasar la vida sin más. Has nacido porque Alguien ha pensado en ti desde la Eternidad. Por eso debes aprovechar el momento presente. Debes hacer realidad en tu vida el Carpe Diem. Destierra el "Algún día lograré..." y ponte desde AHORA a trabajar por conseguirlo. La constancia debe ser tu compañera de viaje pues Roma no se construyó en un día. Decía en otro artículo que en "En la actitud está la clave para tener una vida de éxito". Si Octavio Augusto, Cristóbal Colón y San Francisco de Asís consiguieron sus objetivos fue precisamente porque tomaron conciencia de cual era su objetivo vital y se pusieron a trabajar día a día, con una actitud constante por mejorar. Eran mortales, personas normales como tu y fueron conscientes de ello. Pero los tres supieron ver el sentido trascendente de su periplo vital y lograron sus sueños prestando atención a las señales que se les iba presentando en su vida diaria. Trabajaron día a día, aprovechando bien el momento, conscientes de que un día iban a morir y querían dejar un legado a los demás.  Los tres pusieron amor en su trabajo. Octavio Augusto amaba Roma y convirtió una pobre ciudad de ladrillo en una urbe de mármol que fue la capital de un Imperio, la ciudad de la cual su amado padre adoptivo Julio César se habría sentido orgulloso. Cristóbal Colón amaba la navegación y, podríamos decirlo así, le apasionaba la aventura que emprendió. San Francisco de Asís amaba a Dios y, como sabemos, a toda la Creación, haciendo visible en su vida el amor que sentía por Jesucristo. Ninguno de los tres perdió el tiempo. Hoy se suele usar el término "procrastinación" referido al postergamiento de las actividades. Es decir, podemos caer en la tentación de pensar "Debo trabajar/estudiar pero primero voy a hacer esto que me apetece más". Quizá a Octavio Augusto le hubiera apetecido más pasarse la vida comiendo higos debajo de un árbol. Posiblemente Cristóbal Colón podría haber dicho, ante la negativa de los portugueses, "pues ya no me apetece navegar". A lo mejor a San Francisco le apetecía más irse a la guerra a combatir y haber seguido viviendo superficialmente. Pero los tres estuvieron atentos a las señales que se les presentó en sus vidas. Los tres tomaron conciencia de que algún día iban a morir y de cual era el motivo por el que habían nacido, aquello que daba realmente sentido a sus vidas.

Somos enanos a hombros de gigantes.

Me gustaría terminar este artículo animándote a pensar en esa posibilidad: Si mañana estuviera muerto ¿Qué sentido habría tenido mi vida? Aprovecha el momento. No postergues por más tiempo eso que te gustaría hacer y vas dejando para "algún día". No postergues por más tiempo tu deseo de crecer como persona, de ser más culto, de amar de verdad a tus padres, a tu pareja o a tus hijos. No postergues por más tiempo tu deber de estudiar o trabajar. Puede que te sea fatigoso, que a veces sientas enfado por mil y una circunstancias. Pero solo una cosa te vas a llevar de este mundo, recuérdalo: el Amor que hayas sido capaz de dar y recibir en esta vida. La pasión que hayas puesto en tus quehaceres diarios. De ti depende cómo te recuerden cuando te hayas ido de esta Tierra rumbo a la Eternidad. Aprovecha el momento. Vive cada segundo, cada minuto, cada día, cada hora, cada año poniendo amor en todo lo que haces, amando a quienes te acompañan en tu caminar vital. Muchos dicen "¿De qué me sirve amar si a mi no me aman?" Creo, sinceramente, que son necios. Lo son porque no han sabido comprender el verdadero sentido de la vida. Recuerda, al atardecer de la vida, nos examinarán del amor. Quizá te sientas desdichado porque hay quien no te ama, quién no te comprende, porque no te sientes valorado por los profesores o tu jefe. En esos momentos debes recordar aquello que te dije en algún artículo anterior: Son simples seres mortales, gente de carne y hueso, con sus debilidades y grandezas. Sé comprensivo con ellos y ámalos. Dios te ama tal como eres. Tu Creador es paciente contigo pese a tus debilidades. También lo es con los demás, pese a sus flaquezas. Por eso has de tener paciencia con ellos. Recuerda, solo te llevarás de esta vida el amor que hayas sido capaz de dar.

¡APROVECHA EL MOMENTO!