jueves, 9 de enero de 2014

Reflexiones sobre “Caritas in veritate y medio de comunicación: hacia un nuevo paradigma informativo”, de Gabriel Galdón

Reflexiones sobre “Caritas in veritate y medio de comunicación: hacia un nuevo paradigma informativo”, de Gabriel Galdón. Víctor Bustillo Méndez

Se trata de un texto que, aunque sencillo de leer, goza de gran profundidad intelectual y espiritual, prueba de que se puede decir mucho, y bueno, sin recurrir a términos grandilocuentes y melifluos. He considerado oportuno por ello realizar una reflexión sobre diferentes puntos de este documento con le que coincido plenamente.

En primer lugar concuerdo en que se debe rechazar el paradigma mercantilista de la información. Hoy en día, cuando uno recurre a los diferentes medios de información (televisión, radio, o en Internet) da la impresión de que el periodista quiere dar al lector una información previamente procesada, “masticada” (si cabe usar este término), con el fin de que este no piense por sí mismo, sino que cuando termine de leer la noticia piense exactamente lo que la línea editorial, del medio en cuestión, pretende.  Esto es algo que va en contra del humanismo cristiano, el cual tiene en mi opinión, como una de sus características, “alumbrar” la verdad en el conocimiento de otro individuo, algo parecido a la mayéutica socrática.

Efectivamente considero que el denominado periodismo objetivista es una inmensa patraña, como afirmó Indo Montanelli, inserto dentro de una especie de cadena de montaje destinada a dar una visión parcial y superficial de la realidad, manipulando a la sociedad. No hay que analizar mucho para darse cuenta de que predomina la desinformación y la manipulación masiva. Los grandes medios de información de nuestro país están dominados por empresarios que responden a unos fines concretos, ligados en algunos casos a determinados grupos políticos. Un ejemplo es el del tema del aborto. Un periodismo totalmente objetivo diría que cualquier forma de aborto es mala por atentar contra una vida humana, ya que el “no matarás” está, al igual que el resto de Mandamientos de la Sagrada Escritura, en la conciencia del ser humano. Sin embargo vemos como unos periodistas critican la última Ley que se ha promulgado al respecto pues va contra los intereses de determinadas corrientes de pensamientos que no buscan la dignidad del hombre, sino simplemente alienar (pues el progresismo es una verdadera alienación) al ser humano, privándole de todo tipo de moralidad, espiritualidad y negándole su derecho a la búsqueda de la verdad. Además, vemos como esas corrientes de pensamientos van ligadas a determinados grupos mediáticos, que a su vez muestran su apoyo a un partido político en concreto. Buscan, por tanto, sus propios intereses. Pero, si lo analizamos en profundidad, en la otra esquina del ring ocurre algo parecido pues algunos medios de comunicación, que muestran su apoyo al partido gobernante en nuestro país, parecen darse por satisfechos con una Ley que sigue siendo imperfecta. El aborto en todas sus formas es injusto lo es, pues lo inmoral es injusto.

Creo por ello que el periodismo debería sobre todo buscar la erradicación del aborto y, en todo caso, educar al ciudadano para un correcto uso de las relaciones sexuales (las cuáles deben ser ordenadas, es decir dentro del matrimonio). Con la cuestión del aborto no se puede ser objetivo, ni con ninguna otra cuestión que ataque la dignidad del ser humano. Un aspecto que me preocupa del periodismo es lo frívolo que puede llegar a ser a la hora de tratar la cuestión del sexo. Hoy en día la sociedad está hipersexualizada, los propios medios de información recurren al sexo, sobre todo promocionando relaciones desordenadas (esto es, fuera del matrimonio, homosexuales, etc.) y quitando valor a la relación ordenada de un matrimonio tradicional. En los medios de comunicación incluso se está vendiendo un tipo de sociedad donde lo raro es que un joven de 20 años sea virgen. De hecho si uno ve los programas y series de televisión que triunfan, siendo fuertemente promocionados por algunos medios, presentan estereotipos tales como el del “triunfador”, un chulito veinteañero que va al gimnasio a ponerse fuerte, que solo piensa en sexo frente al “friki” un marginado, muy estudioso y que con la misma edad aún es virgen.

Por ello el periodismo objetivista no existe. Pues por un lado se está inoculando a la sociedad cierta corriente de pensamiento, un estilo de vida, en cuya expansión contribuyen los medios de comunicación. Frente a esto debe posicionarse el periodismo humanista, cristiano, con valores, firme en sus convicciones y sin complejos, pues creo que el ser humano está en peligro, por ello no caben medias tintas. Frente a un sistema desinformativo, mercantilista, cabe un periodista humanista, que tenga una actitud de auténtico servicio para la humanidad, que pretenda formar al ser humano para que sea de verdad un ciudadano libre, alguien no sujeto a los intereses caprichosos del poder.

Creo que la frase de  Sartre de que “todo acto de escritura supone un profundo compromiso” es totalmente cierta. Esto vale para cualquier comunicador, no solo un  periodista, pues también vale para un historiador, un escritor, en definitiva a quien escribe algo destinado a ser leído por otras personas. Creo que el principal compromiso es con la verdad. La verdad es un acto de adecuación del entendimiento a la realidad, algo que contradice la teoría relativista de que “la verdad absoluta no existe” pues, para empezar, si no existiera la verdad absoluta el negar esta sería incurrir en falsedad. En el caso de un periodista, por la relevancia que tiene en la sociedad, ese compromiso con la verdad está más patente, o al menos debería estarlo. Lo que no se puede hacer es publicar algo falso como “ha sido hallado el cuerpo de un terrorista suicida en uno de los trenes del 11M”, como hizo determinado medio de comunicación. Tampoco se puede, descubierta la falsedad, tirar piedras al empedrado diciendo que “me fié de la fuente”.

Como historiador que, además, desea trabajar en el mundo del periodismo, uno de los aspectos en los que veo, con más claridad, la responsabilidad que tengo para con mis receptores, es precisamente que debo estar totalmente seguro de las fuentes que utilizo. No puedo decir en un trabajo historiográfico que “los vacceos practicaban una forma de colectivismo agrario” tan solo porque en décadas pasadas hubo historiadores que interpretaron un texto de Diodoro de Sicilia realizando una analogía con las tesis marxistas. Tengo que ver primero que dice ese texto, ver que dicen otros investigadores y sacar mis propias conclusiones. Lo más probable, como piensa un profesor mío de Historia Antigua, es que Diodoro viera algo que los vacceos practicaron en un momento puntual (y quizá no todos, puede ser que se diera en Pintia pero no en Pallantia, por ejemplo) ante una situación de crisis (pillaje por parte de pueblos celtíberos, escasez de lluvia que no ha dejado que lo sembrado fructificase, etc.). Pero no puedo de una parte hacer el todo. Lo mismo, creo, ocurre con el periodismo. No me puedo fiar de una fuente, aunque sea un policía de rango el que me lo dice, que ha sido hallado un suicida en un tren y publicarlo tal cual sin corroborarlo por otras fuentes.

Comunicar algo supone, por tanto, un acto de profundo compromiso, con la verdad, para poder lograr el bien de la propia sociedad. Pero es cierto que la supuesta objetividad defendida por algunos carece de sentido ya que el lenguaje que utilizamos está lleno de constantes valoraciones. Si utilizo palabras como tortura o asesinato ya estoy valorando el hecho, por tanto no puedo ser objetivo. Incluso la fotografía que utilizo para ilustrar una noticia ya tiene una carga de elección, pues hace falta que las cosas que en ella aparecen tenga cierta posición, haya una separación, una iluminación  concreta.

Se habla en el texto sobre la importancia de la prudencia, la cuál forma parte de la razón y tiene como objetivo conocer la realidad. Creo que se trata de uno de los elementos básicos en el buen hacer de un periodista. Aún recuerdo cuando cierto periódico, uno de los más emblemáticos por su antigüedad, tituló en portada “La mirada del asesino de una niña de tres años”, apareciendo el rostro de un varón que abandonaba una casa esposado por la policía. Sin esperar a lo que las investigaciones policiales dictaminasen, ni al veredicto de un juez, a alguien se le ocurrió ese “ingenioso” titular que podría haber destrozado la vida de una persona que, posteriormente, se demostró que era inocente, pues todo fue motivado por la confusión creada por una negligencia médica y de una mala actuación policial. Posteriormente dicho periódico, en un gesto que le honra, pidió perdón a esta persona. Pero es probable que ese joven posteriormente tuviera que soportar alguna mala mirada por parte de alguien que hubiera visto esa portada pero no supiera que el individuo había sido declarado inocente. La prudencia es algo totalmente exigible en un periodista, sobre todo en un país como España, donde la presunción de inocencia es un derecho fundamental. Como bien dice, se deben tener en cuenta la previsión de las consecuencias personales y sociales de las informaciones, teniendo delicadeza y finura

Si hay un colectivo especialmente atacado por parte de la falta de prudencia periodística es el de los sacerdotes. Basta que un sacerdote sea acusado de pedofilia para que determinados medios promuevan una campaña de hostigamiento no solo hacia este clérigo sino hacia la Iglesia en general. Sin embargo, cuando luego el sacerdote queda absuelto los medios que le habían hostigado no informan de que ha sido absuelto. Con lo cual nuevamente vemos como en vez de servir a la verdad se está sirviendo a unos intereses en concreto. Otro caso, quizá políticamente incorrecto, es el de cuando fue liberado Ricart, el único acusado por el crimen de Alcasser. Me llamó poderosamente la atención que habiendo, en mi opinión, otros especímenes en libertad más peligrosos (como los violadores, los etarras, o el propio asesino de Anabel Segura que ahora pide perdón, de forma hipócrita, cuando se ha pasado años fardando en la cárcel de haber “matado a esa pija de La Moraleja”, todos ellos por el fin de la Doctrina Parot. Digo esto  por varios motivos. El primero porque la presentadora de un programa que se emite en televisión por las mañanas dijo que ella no entrevistaba asesinos (cuando en el pasado si lo han hecho, igual que con violadores, etc.) y durante varios días estuvieron informando sobre Ricart de un modo que, a mi modo de verlo, caía en el sensacionalismo. Sinceramente de la versión oficial sobre el caso Alcasser hay muchos elementos que no me cuadran, por decirlo vulgarmente. Si solo había dos acusados ¿Por qué apareció vello púbico de unas siete personas diferentes en los cadáveres? Esta es una de las preguntas sin resolver. Por ello me llama la atención ese hostigamiento hacía uno de los liberados tras el final de la Doctrina Parot cuando al resto no se les hizo un seguimiento tan detallado, siendo casos que están más claros que el de Alcasser, donde hay muchos hilos sueltos.

Pero en el periodismo no solo hace falta prudencia. También sentido histórico y documental. Como historiador reconozco me enfada cuando veo las meteduras de pata que se cometen en los medios de comunicación a la hora de hablar de Historia y de supuestos hallazgos arqueológicos. Un ejemplo fue el de cuando se “descubrió” el supuesto evangelio de Judas. Apareció en los medios como que era “una sorpresa reveladora que haría temblar los cimientos de la Iglesia”. La realidad es que dicho libro se conocía, como un texto apócrifo, se conocían algunos fragmentos, pero es que incluso el hallazgo del ejemplar del que hablaron los medios se produjo décadas antes. Todo formó parte de una burda campaña contra el cristianismo. Pero la falta de documentación, como he comentado, es una falta grave tanto en un periodista como en un historiador. Si se va a hacer un reportaje sobre una exposición sobre Goya en el Museo del Prado debe uno informarse bien sobre los cuadros. Incluso si se ha dado el supuesto de que ha habido un cuadro que ya no se considera que fue realizado por el pintor decimonónico es moralmente reprochable que alguien no se haya documentado e incluya dicho cuadro como parte de la obra de Goya.  Como dice en su texto, se debe exigir preparación adecuada en los informadores.

Pero además de preparación hace falta que el informador disponga de tiempo, métodos y medios adecuados. Lo que no puede ser es que, debido al periodismo mercantilista, se deba elaborar una noticia en un determinado número de días, muchas veces con exigencias difíciles de cumplir si se quiere de verdad realizar algo de calidad. Una noticia, un reportaje, un artículo historiográfico, todos ellos exigen de una planificación, una documentación, una redacción y de revisión para comprobar posibles errores. Posiblemente muchos de los gazapos, fallos graves sobre datos históricos, o el usar fuentes no contrastadas se deban a esa cultura de la prisa que impera no solo en los medios de comunicación, sino en la sociedad en general. Hace tiempo leí un libro en el que un periodista inglés contaba su experiencia cuando trabajaba en un medio de comunicación concreto. Decía este buen hombre que debido al estrés que soportaba tenía que comprar para su hijo cuentos que pudieran leerse en un minuto. Por una serie de circunstancias personales dio un giro a su vida y ahora trabaja de periodista freelance, pudiendo disponer de más tiempo para elaborar las informaciones y, por supuesto, para leer cuentos largos por la noche a su hijo.

Sin haberlo conocido, pero por lo poco que he leído en hemerotecas y por la información que he recibido, creo que un periódico que hizo buen periodismo fue el Diario Pueblo, con reporteros que viajaban hasta el lugar de los hechos, contaban las noticias bien escritas, bien contrastadas las fuentes, teniendo entre ellos además un clima de diálogo y reflexión al respecto de lo que querían informar y de cómo querían hacerlo. Grandes plumas de nuestro periodismo han salido de dicho periódico. Posiblemente tuvo sus errores, yo por mi juventud es algo que desconozco, pero si se que no se puede hacer periodismo teniendo como único valor el de atender a intereses monetarios o políticos. Un periodista, un medio de comunicación, debe tener ganas de contar cosas, debe poner ilusión en ello, debe tener tiempo para documentarse, para elaborar la información, tiempo para reflexionar y dialogar sobre los hechos. Y también para poder atender a la prudencia, la cuál como bien dice regula el gobierno de los hombres, dictamina la elección de los medios e impera cada acto humano. Si no se dedica un tiempo a la reflexión exterior e interior no puede haber buen periodismo.  Como bien dice la prudencia regula el relato periodístico, el cual debe estar enfocado a la búsqueda de la verdad. Si una persona escribe bien debe poner su talento al servicio de la verdad y del bien.

Me gusta especialmente el apartado de que lo que se comunica debe ser necesario o útil a los ciudadanos, perteneciendo a la esfera pública y que una cosa es el periodismo y otra la propaganda o el marketing bajo forma periodística. Muchas veces veo en los medios informaciones que considero realmente irrelevante, especialmente encuestas sobre gustos y costumbres que a veces resaltan lo chabacano y lo burdo. Algo que detesto es que se metan en la vida privada de personas con la excusa de que son personajes públicos. Alguna vez he visto el típico periodista que mete la grabadora en la boca a un futbolista, por ejemplo, este no quería atenderle (porque iba por la calle con la mujer y los hijos, o se metía en el coche cuando venía de comprar, etc.) y el periodista se dirige a la cámara diciendo “vaya borde”. Hombre, es que le has abordado de mala manera mientras estaba realizando un acto de su vida privada, aunque fuera por la calle. Si quería atenderte lo hubiera hecho, pero si no quiere espérate a cuando termine de jugar un partido y atienda a los medios, o cuando finalice el entrenamiento, si ese equipo tiene la costumbre de que los futbolistas sean entrevistados o hagan ruedas de prensa. Pero ateniéndote a lo que realmente importa al receptor sobre esa persona. De Cristiano Ronaldo a mí lo que me interesa es que meta goles con el Madrid, que esté contento en el equipo y se sienta valorado por la afición y que diga que va a meter varios goles en su próximo partido, pero no me interesa si está saliendo con Menganita o Fulanita.

Muy cierto además que el periodismo no debe ser exclusivamente de declaraciones, pues esto sería transmitir a los ciudadanos solo lo que el entrevistado quiere que se sepa sobre algo (política, economía) sin investigar qué hay de verdad en ello. Es cómo si para hacer una biografía de Julio César simplemente nos atenemos a lo que escribió y damos una imagen como de una persona que simplemente era un triunfador, sin dar a conocer sus defectos, que también los tenía. Además es cierto que se debe respetar el principio de autonomía de los diferentes ámbitos personales y sociales. Un caso donde no se hace, y me repele, es cuando por ejemplo colectivos provida organizan una manifestación contra el aborto y en el titular aparece “los obispos y colectivos ultracatólicos se manifiestan”. Señores míos, en primer lugar, un católico provida es un católico consecuente, alguien que se defina como católico y no sea provida sencillamente no es católico; en segundo lugar, si se manifiestan contra el aborto, que es un crimen moralmente inaceptable, no den una información al respecto como si hubieran hecho algo malo. También es curioso cuando un colegio de educación diferenciada aparece en un medio de comunicación y se falta al respeto de la liberta de elección de los padres, y de la propia política de enseñanza que dicho colegio quiere llevar a cabo, plasmando una noticia como si ese colegio fuera un lugar donde hay marginación por sexos y otras cosas horribles, tal como aparece en la noticia, aunque la realidad no sea esa.

Otro aspecto que considero relevante, sobre todo viendo algunas cosas que nos han dicho en el Master, es el de que hay que utilizar, a la hora de comunicar en los medios escritos, utilizando los diferentes géneros literarios que tenemos en nuestra lengua. Sin embargo, en alguna asignatura, pretenden que nos limitemos a escribir de forma simplista y reduccionista, con frases donde solo haya un verbo  (misión en muchas ocasiones imposible) y sin que parezca que estamos valorando la noticia que estamos contando. Igualmente es importante lo de que no hay que obsesionarse con lo malo que una actividad o institución pueda tener, ya que esto llena de desesperanza a la sociedad.  Es cierto que la Corona está pasando por malos momentos, pero también tiene algunas cosas buenas, hay que resaltarlas, para que la gente pueda ver algo de esperanza en la monarquía. Lo mismo con la clase política. Si solo hablamos de los políticos que son sinvergüenzas, pero no de los que son honrados estamos mostrando una visión parcial con la que el ciudadano no puede tener ninguna esperanza, provocando que se desengañe de la política, que no vote y, en consecuencia, que sigan gobernando los malos sin opción de un cambio a mejor.  Si el periodismo tiene como misión el atender al bien del hombre y de la sociedad debe enfatizar también lo bueno de las Instituciones, para que la sociedad no caiga en la anarquía por la desesperanza.

Estoy muy de acuerdo con que el hombre es un ser abierto en sus relaciones al otro y que un periodista debe tener actitud de servicio. Se debe considerar al lector, oyente, televidente como personas que tienen derecho a conocer la verdad y no como meros números votantes o consumidores. Si esto no se hace se cae en la manipulación. Posiblemente una de las cosas que le falta al periodista hoy en día, y en general al hombre moderno, es que no se para a pensar, con lo cuál no puede conocer bien al otro, no puede empatizar con él y puede caer en la tentación de querer engañarle. Sobre todo si no se tiene una dimensión trascendental de la vida, si ese periodista, comunicador, no cree que haya un Dios al que luego tendrá que rendir cuentas por sus actos, por ello puede mentir tan solo para provocar un vuelco electoral que le proporcione réditos por parte del partido político que se vea beneficiado de sus mentiras.

Como conclusión creo que para que haya verdadera libertad en la sociedad los medios de comunicación, los periodistas que trabajan en ellos, deberían renunciar al poder y comenzar a defender la libertad de los ciudadanos, tanto exterior como interior teniendo en cuenta que la dignidad del hombre está en su actitud de servicio hacía los demás. Solo cayendo en la cuenta de que somos entornos para otros podemos tener una actitud de servicio para alguien diferente a nosotros, relativizando nuestros propios intereses para mejora los comunes.



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