miércoles, 20 de junio de 2012

Relato de mi vocación franciscana

Cómo muchos de los que leéis este humilde blog sabéis, el pasado domingo día 3 de junio profesé como franciscano seglar, en la iglesia del convento de la Inmaculada y San Pascual, en Madrid.
Se trata de una profesión temporal, por un año, de cara a tener una mejor formación con el objetivo de profesar de forma perpetua a otro año, si Dios quiere. Es bastante largo, pero os animo a leerlo entero.

La Orden Franciscana Seglar fue fundada por San Francisco de Asís. Es la tercera Orden que el Poverello fundó. Pueden ser franciscanos seglares tanto laicos como sacerdotes diocesanos. Un franciscano seglar se compromete a vivir el Santo Evangelio a la manera de San Francisco de Asís viviendo en el mundo pero no siendo del mundo. Un franciscano seglar es, tal como lo define el propio santo, un penitente. Esto no significa que deba ponerse un cilicio o se tenga que dar latigazos, sino que está en conversión permanente, eso es lo que significa penitencia: conversión. San Francisco habla de cuan dichosos son aquellos que hacen penitencia, que se convierten volviéndose a Cristo. Algún día hablaré, explicandolo mejor, sobre lo que es un franciscano seglar. Hoy me gustaría dar mi testimonio cristiano y franciscano. Siempre he tenido la idea de mostrar ese testimonio, pero hasta hoy no había pensado en plasmarlo por escrito, aunque algunos lo habéis escuchado en mas de una ocasión.

Nací en el seno de una familia católica. Mi abuela y mi tía-madrina eran muy cristianas, igual que mis padres. Ellos me inculcaron la fe. Especialmente recuerdo cuando con pocos años me quedaba en aquella casa, con mi abuela, por la noche y rezábamos antes de ir a dormir, me contaba historias de cuando era joven, de un hermano y un cuñado suyos que fueron sacerdotes (tengo, por tanto, dos tío-abuelos sacerdotes por parte paterna y, por parte materna, una tía lejana que es carmelita). Mis padres siempre me llevaron a misa. Siempre me llamó la atención la celebración de la Eucaristía, de hecho con unos seis o siete años, en la cocina de aquella casa, estando en compañía de mi tío quien se ponía a comer pan con jamón y un vaso de vino, yo cogía una miga de pan, le daba una forma redonda, la mojaba con el vino, hacía un gesto parecido al sacerdote y comía. No se si esto querrá significar algo, o simplemente es una acción infantil sin más, pero lo llevaba a cabo con bastante solemnidad.
Sin embargo yo la Primera Comunión la hice casi de rebote. Esto fue porque, estando en el patio del colegio, se me acerca un día un amigo y me dice "Oye ¿te apetece venirte a Catequesis?" y yo le pregunté "¿Qué es eso?" y me dijo "tu ven y verás". Total que fui, estuve yendo dos años a Catequesis y, con nueve años, tomé la Primera Comunión. Con esa edad me encantaba ver la película Marcelino Pan y Vino e iba por el colegio diciendo a los profesores "quiero ser santo" y una profesora me preguntó "¿No será porque has visto la película El Santo"? y yo "pos no". También me encantaba leer unas vidas ilustradas de San Tarsicio y de San Francisco de Asís, además de los cuentos de Fray Perico que los que nacisteis en los ochenta recordareis. 

En Santoyo hubo, en tiempos, un convento franciscano que fue abandonado tras la desamortización de Mendizabal. En él había vivido un fraile santoyano llamado Pedro. Quizá escuchar historias sobre los frailes de este convento me hizo coger cariño a la Orden Franciscana. Cuando era pequeño vivían personas que sus abuelos habían conocido el convento y a aquellos frailes. 

Sin embargo fui creciendo y, debido a una circunstancia, hubo una temporada donde no creía, o al menos pensaba que era ateo. Fue entre los doce y los catorce años. Quizá fue motivado a que desde los diez años estaba sufriendo acoso escolar, no lo sé. El caso que no le veía sentido a nada pese a que notaba que debía haber alguien protegiéndome. Tenía una sensación contradictoria. Por otra parte yo seguía yendo a misa con mis padres. Especialmente me encantaba cuando íbamos en verano al Monasterio de San Lorenzo del Escorial, aquel lugar tenía algo muy especial. 
Fui recobrando la fe, lo que ocurre es que yo creía pero a mi manera, en plan "Jesús, tu estate en esa esquina, pero no me molestes". Con quince años me fui volviendo un poquito rebelde. En el pueblo comencé a beber, me cogí mis primeras borracheras. Por otra parte en aquella época también caía en el vicio de la masturbación, algo de lo cual llegué a ser, aunque cueste reconocerlo, un esclavo. 

Fueron pasando los años. El acoso escolar lo padecí hasta los dieciséis años. En Madrid aun no salía de fiesta, pero cuando iba al pueblo si. Yo pensaba que me divertía, aunque a día de hoy me doy cuenta de que en realidad era una falsa ilusión que me estaba creando. De alguna manera el alcohol se había convertido para mí en una evasión de mi realidad. 
Entré en la universidad.  Cursé tres años de Historia en la Universidad Complutense. En aquel lugar choqué pues era un ambiente distinto a mi, muy politizado. Por otra parte no sabía que había un grupo juvenil de creyentes que se reunía en la capilla, por lo cual fueron años donde estuve bastante solo, en ese sentido. Sin embargo en Madrid comencé a salir de fiesta, con amigos del colegio (pues los tenía, claro que si). También en la capital española comencé a cogerme bastantes borracheras y a adquirir un comportamiento con el que no estaba contento. Me volví demasiado personalista, no veía mas allá de mis narices. Iba por la calle viendo en los demás a bultos que debía esquivar. Por otra parte me volví rebelde porque me decían "no te emborraches" y yo lo hacía, de hecho salía para emborracharme, no para divertirme. Así pasaron unos años, desde el 2000 al 2004. Yo seguía yendo a misa y creyendo, sin embargo a Dios le tenía en un segundo plano en mi vida.

Llegó el curso 2003/2004. En año y medio sucedió un acontecimiento que cambió mi vida. Dios pasó a ser una persona viva para mí, tuve un encuentro personal con Jesucristo vivo y resucitado. Pero iré contando poco a poco el proceso.
En noviembre y en la nochevieja de 2003, en Madrid y en Carrión de Los Condes, corrí serio peligro. En la primera "casualmente" me encontré con un vecino, en la zona de fiesta, que viendo mi estado ebrio profundo me acompañó a casa, Dios sabe lo que podría haberme ocurrido de haber caído en manos de algún indeseable. En nochevieja salí de fiesta con mis amigos del pueblo por la localidad palentina de Carrión de Los Condes y también me pillé una moña brutal. Hasta tal punto que no se me ocurre otra cosa que ir al final del pueblo y tumbarme en un páramo, junto al río. "Casualmente", también, pasaron dos muchachos que, para nada tenían que pasar por ahí, era un punto alejado del pueblo y de la zona de fiesta y allí no tenía que ir nadie para nada, y menos en una noche heladora como aquella, y me recogieron. Yo estaba, además de con la embriaguez, con hipotermia. Quizá si hubieran tardado un poco mas habría muerto.

Aquello me interpeló. Pasé los primeros meses del año pensando en que estaba haciendo con mi vida. No le veía sentido a nada. Estaba a disgusto haciendo Historia (por causas que no vienen a cuento), hacía cosas que sabía no debía hacer, algo debía cambiar pues yo no estaba contento, sino cada vez mas amargado. Me sentía como en el fondo de un pozo muy profundo, sin escapatoria. Decidí cambiar de estudios y me fui a otra universidad a estudiar la Licenciatura en Humanidades. Eso conllevó cambio de residencia. Conocía al párroco de aquel lugar desde pequeño y le dije que me gustaría hacer Catequesis de Confirmación, pues aun no me había confirmado. Era septiembre de 2004. Comencé a ir con el grupo de jóvenes de la parroquia, a Catequesis, a misa (donde cantaba en el coro), a jugar al fútbol, al cine, etc. Me confesaba periódicamente. Recuerdo que al principio sentí sana envidia por un chico de la parroquia, a quien tengo por mi mejor amigo de allí, que era recién converso y veía en él una fe pura, limpia, cristalina, algo que me interpelaba a cambiar para parecerme a él lo máximo posible. Volvía a sentir en mi aquellas ansias de mi infancia por ser santo. 
Llegó febrero de 2005. La parroquia organizó aquel año la Jornada Diocesana de la Juventud. Primero hubo una misa en la iglesia y después fuimos a un colegio cercano, donde iba a haber Adoración Nocturna al Santísimo Sacramento y, al amanecer, misa con el Obispo. Creo que es algo que no se debe hacer (probable abuso litúrgico) pero proyectaron, en donde fue la Adoración, un vídeo de peregrinaciones diocesanas. Fue de tal manera que la sombra del Santísimo quedaba dentro de la fotografía, parecía que estaba en cada una de las imagenes como si hubiera estado allí en esos momentos. Pero además en cada imagen ponía "Allí donde habeis ido, yo he estado con vosotros". Aquello me interpeló, me di cuenta de que en cada momento de mi vida Dios había estado conmigo, en las alegrías y las penas, en los gozos y las tristezas, siempre. Cuando estaba con mis amigos, cuando sufría el rechazo de otros niños. Siempre. Y lloré. No se exactamente cuanto tiempo, pero pasé un buen rato llorando, allí, delante del Señor. Aquella noche cambió mi vida, empecé a ver que todo tenía un sentido, que había una respuesta a los interrogantes que yo lanzaba al aire.

Siempre había rezado, incluso en tiempos en los que era un descreído. Pero fue en este momento cuando comencé a orar con todas mis fuerzas. Iba a diario a misa, siempre media hora antes para rezar. Fui a unos ejercicios espirituales, aquí en Madrid, en los que nevó. Por otra parte 2005 era el año de la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia y decidí ir, la Diócesis iba a organizar una peregrinación. Fueron días de mucho gozo espiritual. Sobre todo se me quedó grabada la Vigilia junto con el Papa allí, en Marienfield, con millones de personas a mi alrededor. Yo me preguntaba si estábamos locos. Amenazaba tormenta, hacía mucho frío (de hecho no he vivido noche mas heladora que aquella) y sin embargo estábamos allí, con un señor de unos ochenta años que acababa de ser nombrado Papa, pues Juan Pablo II había muerto meses antes.Volví a Madrid y empecé a plantearme si tal vez Dios me estaría llamando a implicarme de alguna manera mas fuerte en la vida de la Iglesia, a servirle entre los hombres dedicando mi vida a ello. Fueron pasando los meses. En 2006 fuimos a Valencia varios amigos de la parroquia porque venía el Santo Padre, a la Jornada Mundial de las Familias. En septiembre fuimos a la peregrinación diocesana a Guadalupe. Durante aquel curso, además de cantar en el coro, comencé a ayudar en la misa junto con mis amigos, los sábados por la tarde. También durante aquellos meses comencé a pensar si tal vez Dios me quería como fraile. Siempre había tenido mucho cariño a los frailes, lo que pasa que no acababa de verme dentro de un convento.

Ojo, en estos años no es que yo dejase de salir de fiesta, seguía yendo con mis amigos, sobre todo en el pueblo. Si, alguna vez caí de nuevo en los viejos errores, la diferencia era que ahora quería enmendarlos y pedía perdón a través del Sacramento de la Reconciliación. Confesarse no significa "bah, peco porque me voy a confesar" sino "voy a tratar de no pecar. Ahora, como el ser humano es débil, puedo caer, en ese caso me confesaré". Son dos cosas muy distintas, aunque los que no son creyentes se piensan que los cristianos no acogemos a lo primero, pero es mentira.
Llegó el mes de febrero de 2007. Yo había estado medio saliendo con una chica. El tema estaba en que quería que ella fuera mi novia, pero me daba corte decírselo. Fue entonces cuando se lo comenté, que me gustaba y que si quería ser mi novia, me dijo que no (de una manera mas fina "tu te mereces algo mejor", lo que viene a ser "yo me merezco algo mejor que tu", pero bueno, ya conocemos la lógica femenina). Fue entonces cuando sentí que Dios me llamaba a algo mas. Por entonces me aficioné a leer libros de Teología, algo que despertó la curiosidad de mi párroco. Me decía "¿Por qué te interesa tanto la Teología, hermano?" y yo no sabía que decirle. Hasta que un día se lo comenté "Hermanillo, creo que Dios me llama para ser sacerdote". Es curioso porque anteriormente una persona ya me había dicho que tenía cara de cura, y otros que me veían como sacerdote, sin embargo yo me negaba. Lo veía demasiado sacrificado y algo que podía complicar mi vida, además no me sentía digno de aquello. Sin embargo, durante los meses siguientes aquello siguió moviendo mi alma y, tras hacer la Confirmación, fui a hablar con el Rector del Seminario. Me dijo "Tu historia es la típica historia de vocación, ven al Seminario". Sin embargo yo quería terminar mi carrera, me quedaban algunas asignaturas pero que debía hacerlas el curso siguiente. Por tanto estuve un año de Introductorio, mientras finalizaba mi carrera.

Pero, a la vez, otro sentimiento albergaba mi alma. Quería ser franciscano seglar ¿Os acordáis cuando dije que me planteaba si ser fraile? yo nunca había oído hablar de la Orden Franciscana Seglar. Pero en aquellos primeros meses de 2007 había estado investigando y descubrí que existía una Tercera Orden Franciscana que albergaba a laicos o a sacerdotes diocesanos. Decidí que quería ser franciscano seglar, lo que ocurre es que el Rector me conminó a ser primero sacerdote y luego ya vería porque "no sabes aun lo que eso significa".

En julio de 2007 fui a Tarragona con el Introductorio y en agosto a Roma con la Diócesis. Fueron momentos de gran gozo, especialmente la peregrinación diocesana. Sobre todo recuerdo el día que estuvimos en Asís, para mi fue muy especial: dormimos al aire libre, por la mañana en el rezo de Laudes cantaron, en pleno bosque, el Cántico de las Criaturas, luego visitamos la Básilica de San Francisco (donde tuvimos la misa) y estuve rezando un buen rato delante del sepulcro del Santo. Después visité la Iglesia donde está enterrada Santa Clara, recuerdo que le pregunté al Obispo si estaba incorrupta, pues la máscara de cera parecía que era su cara realmente.

Entré en el Seminario en septiembre de 2008. Estuve hasta marzo de 2009. Fueron meses muy buenos, guardo buen recuerdo de ellos. Aunque cometí errores, demasiados errores. Creo, en palabras de mi párroco, que no estaba maduro para ello. De aquellos polvos de mi infancia vinieron los lodos de mi estancia en el Seminario. Por razones varias salí de allí. Yo había dado un giro completo a mi vida de tal manera que, anticipadamente, ya me veía celebrando el Cantamisa, en Santoyo. Recuerdo especialmente mi tía en aquel tiempo diciendome "ya verás que bonito cuando seas cura y ondee la bandera en el pueblo porque vas a celebrar la primera misa". En fin, yo había entregado toda mi vida, mi futuro, al sacerdocio y, cuando salí del Seminario, me vi desnortado, casi perdido de no ser porque me apoyé en mi párroco, quien tantas veces ha estado a mi lado. Mi padre decía que quien tiene un sacerdote amigo tiene dos veces un amigo, y en mi caso es algo real, tanto por el cura de Santoyo, mi párroco (a veces digo en broma que primero es mio y luego de los demás xD) y los demás amigos sacerdotes que tengo, sobre todo los que estuvieron conmigo en el Seminario.
Al principio lo pasé bastante mal, fue un varapalo para mí bastante grande. Llegó el verano y un día, yendo a Jesús de Medinacelli, donde iba desde pequeñito los viernes (aunque nunca he ido el primer viernes de marzo, no me gusta demasiado lo que se monta ese día) y vi un cartel donde hablaba de la Orden Franciscana Seglar, en ese lugar existe una Fraternidad de esta Tercera Orden fundada por San Francisco. Mandé un email interesándome por ingresar en la Fraternidad. Pasé unos primeros meses de acercamiento y, en abril de 2010, realicé lo que se conoce como Rito de Admisión. En este te imponen la Tau (que, por cierto, pedí me impusieran una que me había regalado una amiga que, al poco de dármela, ingresó en un convento como monja clarisa), te dan la Regla y el Evangelio.
A partir de ahí son dos años de formación tanto inicial (los que íbamos a profesar) como con el resto de la Fraternidad, en dos días diferentes. 

En general han sido dos años de formación francamente buenos. En el sentido franciscano fui conociendo la Orden Franciscana Seglar. Era lo verdad lo que dijo aquel Rector, pues la Orden es mucho mas de lo que yo me imaginaba y de lo que podía haber leído en Internet, medio al través del cual apenas conoces sobre ella. Lo que importa al final como en toda vida cristiana, es la vivencia. También profundicé en la vida de la Fraternidad, en el conocimiento de San Francisco, de Santa Clara y otros santos franciscanos. Fui a convivencias como las de Estepa, donde conocí a buenos hermanos y donde, curiosamente, me reencontré con alguien que había estudiado en mi colegio, varios años mayor que yo.

Pero este último año he vivido otros acontecimientos que me han ido marcando. El principal fue la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, celebrada el año pasado.Trabajé en ella como voluntario, en el área cultural. Sobre todo recuerdo, como no, la noche de Cuatro Vientos, con aquella tormenta que cayó sobre Madrid. Parecía que Dios quería que demostrásemos que eramos fieles al lema de la Jornada "fieles y arraigados en la fe, firmes en Cristo". Pero, en una de las misas, me vino la idea "¿Y por qué no diacono permanente?". Es decir, comencé a plantearme el diaconado permanente. San Francisco no había querido ser sacerdote, fue diacono. Encima ese verano, en el lugar donde veraneo, conocí a un diacono permanente.

Total que he pasado este año con la cabeza mitad en el Máster en Historia y Ciencias de la Antiguedad que he realizado y mitad en la idea del diaconado permanente. La verdad que ha sido un curso que me ha costado un poco, no se si hay profesores creyentes en los departamentos de Historia Antigua, supongo que los habrá, pero desde luego me he encontrado con algunos que daban muestras patentes en clase de su ateismo, y eso me lo hizo pasar mal. Pero mi fe no se ha tambaleado ni un ápice. De hecho ha salido reforzada. 
Pero bueno, vayamos con la idea del diaconado. A lo largo de estos meses fui dando vueltas a la cabeza con esta intención de ser diacono. De hecho he llegado a la conclusión de que tengo vocación clerical, de que he nacido para servir a Dios como clérigo. Sin embargo en Semana Santa un amigo, gran amigo, que es seminarista de la Diócesis donde veraneo, me dijo "ya, pero si tu quieres ser célibe, tal como me dices, y diacono permanente... para eso hazte sacerdote". Total que otra vez comenzó a brotar esa vieja idea en mí. Además por entonces escuché acerca de la importancia de estar atento a las señales que aparecen en la vida. Sin embargo en Semana Santa ver a aquel diacono permanente predicar y, sobre todo, presidir una procesión me interpelaba. 

El 3 de junio realicé la Profesión Temporal. Esto quiere decir que ya soy profeso como franciscano seglar, lo que pasa que tengo que seguir un año mas de formación para realizar la profesión perpetua (esto no es necesario normalmente, pero en mi caso si). Fue un día muy especial, desde entonces he adquirido el compromiso evangélico de seguir los pasos de San Francisco viviendo el Santo Evangelio tal como él lo vivió. No hace falta decir que desde entonces soy muy feliz.

Lo que ocurre, y tal vez por eso me haya venido la necesidad de escribir este testimonio de mi vida. Es que me ha vuelto a venir esa idea del sacerdocio. Imagino que ahora deberé discernir, de nuevo, sobre si es la vocación que Dios tiene para mí. De momento yo lo que quiero es ser un buen franciscano seglar, especialmente porque quiero y deseo con toda mi alma ser santo. Creo que he nacido para ello, aunque no por eso me creo mejor que nadie, al contrario, creo que cualquiera es mejor que yo. Quiero terminar el Máster, que voy a tardar por circunstancias un año mas, pues quiero ser historiador, sobre todo de cara a combatir las mentiras que se dicen sobre Cristo y los primeros cristianos amparándose en noveluchas tipo Código Da Vinci (aunque quienes defienden esas teorías dicen que no). Quiero seguir formándome como franciscano seglar y profesar, ya de manera perpetua y definitiva el año que viene. Quiero seguir yendo a Crónica Blanca, donde comencé a ir este año, creo que puedo colaborar en medios de comunicación pues tengo algo que aportar. Pero sobre todo tengo esa meta, la santidad. No sé si volveré a retomar la vía sacerdotal en mi vida, aunque en mi alma siento que Dios me está llamando por ese camino. Solo tengo claro, ahora mismo, que debo confiar en Dios, que debo dejarme guiar por Él y, si algún día retomo ese camino, no debo cometer los viejos errores del pasado.

Peregrino, a donde vas, si no sabes a donde ir, peregrino, por un camino que va a su fin... eso dice una canción que siempre me ha gustado mucho. Yo ahora mismo desconozco a donde voy, pero sé de quien me he fiado y, como el de la canción, digo "solo Él, mi Dios, que me dio la libertad, solo Él, mi Dios, me guiará...".