viernes, 8 de junio de 2012

Hondarribia, un bello pueblo a orillas del Cántabrico

Prosigo con el relato del viaje que realicé a San Sebastián hace un mes.

Hondarribia, desde la Bahía de Hendaya


El tercer día me levanté a las 9:30, recé Laudes y estuve orando un rato mientras mi madre se despertaba. Desayunamos en la cafetería del hotel y a las 11 de la mañana cogíamos un autobús que iba directo, por la autopista, hasta Hondarribia. Llegamos a una plaza céntrica, cercana a la calle San Pedro.

Nos recibió un conjunto de casas que a mi me dio la sensación de haber recibido influencia tirolesa. De hecho, hace diez años estuve en El Tirol y las casas de Hondarribia por su arquitectura me recordaban a las de aquel lugar austriaco. No son todas las casas iguales ya que hay diferentes formas y tonos, pero todas responden a un mismo modo arquitectónico que se repite a lo largo del pueblo.

Recorrimos la zona antigua, calles estrechas aunque alguna plaza bastante ancha. Vimos las iglesias de La Asunción y de San Francisco de Asís y el Parador. Cerca de este estuvimos tomando un café y luego seguimos recorriendo el pueblo. Salimos fuera de las murallas por una de las puertas. Después nos fuimos al paseo marítimo, donde estuvimos comiendo. Un amigo de allí me había recomendado varios restaurantes, pero ninguno estaba, o eso creo, al lado del mar y mi madre quería comer junto al mar, así que nos metimos en la taberna Kai Zaharra, junto a la bahía de Txingudi. De primero comí risotto, después pato confitado y de postre torrijas. Se puede decir que comí bien, pues mi paladar quedó bastante contento. Tras la comida un chupito, que además ese día me hacía ilusión invitar a mi.

Antes de comer quise haber visto la iglesia de La Marina, pero estaba cerrada. Todos los años en esta iglesia hacen una misa funeral por el niño que comenté en un post anterior, Jokin Ceberio, que era de Hondarribia. Paseando por las calles no podía dejar de imaginar lo que ese chaval tuvo que sufrir allí mismo, pues el acoso escolar que sufrió no ocurrió solo en el instituto sino también en la calle, por ejemplo durante la festividad del Alarde. Hubiera ido al cementerio a orar por él, pero al estar con mi madre pensé que tal vez no fuera conveniente, algún día si Dios quiere volveré solo e iré a orar y a llevar un ramo de flores a su tumba.

Estuvimos paseando por toda la bahía llegando hasta un punto donde se divisa tanto Irún como Hendaya. De haber estado mas días en San Sebastián hubiéramos cogido un barquito que te lleva hasta la ciudad francesa, siempre he tenido curiosidad por esta ciudad.

Casco histórico de Hondarribia


En Hondarribia estuvimos hasta las cinco de la tarde pues queríamos ir al cine. Siempre que voy a una ciudad me gusta ir al cine con la gente de allí, por pura sociología. Eso de decir "mira, estoy en el cine con los donostiarras", por ejemplo. Decía mi sabio padre que no solo se aprende viendo museos y monumentos, sino también compartiendo la vida de las personas de aquellos lugares por los que pasas, sea yendo a ver las tiendas, ir a los bares típicos (no los turísticos, sino donde va la gente de allí), al cine, al fútbol, etc. Si mi amigo hubiera estado me hubiera gustado ir al partido Real Sociedad-Racing de Santander que justo era la tarde que llegué a San Sebastián, pero tal vez otra vez. Aunque, sinceramente, Anoeta no me llama la atención tanto como el viejo Atotxa.
En el cine estuvimos viendo "Los Pelayo", una película donde actúa, entre otros, Lluis Homar. Trata de un señor que tiene el sueño de hacerse rico con los casinos y convence a sus hijos para llevar a cabo una idea que ha tenido, aunque eso le va a llevar a enfrentarse con el dueño de un casino en concreto que le considerará persona non grata.
Por cierto, el autobús que nos trajo de Hondarribia paró al lado del cine, nos lo había dicho el conductor. Está bastante cerquita de la universidad. La última vez que había estado por esa zona fue con mi tía Paulita de camino a Lourdes.

Acabó la pelicula y como ya era la hora de cenar y había hambre nos fuimos de pintxos, a confraternizar con los donostiarras. ¿Cómo estaba la plaza? abarrotá, decía uno, pues los bares estaban abarrotados, era difícil entrar en ellos. Tras mirar en unos cuantos nos decidimos por el bar Platero. Nos pusimos finos pues nos sirvieron pinchos de croquetas, emperador, albóndigas, chile y chistorras regados por una cerveza y, posteriormente, un txacolí. Estaba bastante bueno todo, especialmente el emperador, parecía que lo acaban de pescar pues estaba muy fresco.

De este bar me llamaron la atención algunos detalles en forma de cartéles, os imaginareis cuales, pero bueno creo que lo mejor es rezar por esas personas. Además quienes nos sirvieron, independientemente de su ideología, fueron bastante amables. Recuerdo una vez en la Plaza de la Blanca Paloma, en Vitoria, unos chavales que llevaban estética borroka y, en un restaurante, también nos atendieron bien aunque se dieron cuenta de que no eramos vascos. Yo creo que en general la gente si les tratas con amabilidad son amables. Siempre me han hecho gracia esos que se quejan de que en Barcelona, por ejemplo, les hablan en catalán. Yo nunca he tenido problemas al respecto, si me han hablado en catalán o euskera les he dicho "perdona, no soy de aquí, por ello no entiendo vuestra lengua ¿me podrías hablar en castellano, por favor?" y cambian el registro sin ningún problema. Todo en la vida es tener educación y cortesía.

Salimos del bar, nos fuimos hasta el hotel y yo me quedé un rato conectado a Internet. Después a la habitación, ducha, orar un poquito y a dormir con la radio puesta.