domingo, 11 de septiembre de 2011

El perdón cristiano. Deus, cáritas est

Perdonarás a tu hermano hasta setenta veces siete. Eso dice Jesucristo en el Evangelio de San Mateo que hemos escuchado en la misa de este domingo.

Es una frase contundente, algo que interpela a quien lo escucha. Humanamente, podemos preguntarnos por qué se debe perdonar siempre a aquel que nos ha ofendido, pero si lo pensamos con una perspectiva cristiana nos damos cuenta de que "tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo". El Verbo se hizo carne para redimir al hombre, el cual había ofendido a Dios con su pecado, necesitábamos un Redentor para que la muerte del hombre fuera derrotada y pudiéramos vivir y, si perseverámos con Cristo, hacerlo eternamente.
El Verbo, siendo Dios, se hizo hombre por amor a los hombres, pues muriendo con nuestra carne mortal la redimía con su Resurrección, venciendo al pecado (pues el pecado conlleva la muerte, el alejamiento de Dios, mientras que una vida en Gracia con Dios nos trae la vida, nos acerca a Dios).

Hay varios momentos de la Pasión que realmente me impresionan. El primero es el prendimiento, cuando los soldados apresan a Jesús en el Monte de los Olivos. Él, que es Omnipotente, se hizo manso ante un poder temporal, es uno de esos momentos donde Cristo sin decir nada nos está perdonando con su forma de actuar y, a la vez, nos educa mostrando cómo debemos comportarnos en actitudes similares.
El segundo momento es cuando le colocan la corona de espinas entre burlas, si hubiera sido un dios vengador se hubiera levantado diciendo "pues claro que soy el Rey de los judíos y voy a acabar con vosotros", pero de nuevo con mansedumbre oraba por los soldados y por la humanidad (si, el Evangelio no cuenta que en ese momento Jesús orase, pero es algo que se presupone). En este impresionante momento Cristo no solo nos está perdonando sino que derrota a los que se están burlando pues nada molesta mas al ofensor que la paz de aquel a quien se quiere ofender. Es también algo que para los que somos creyentes cuesta entender, cómo un Dios Todopoderoso permite que le ofendan, pero al mismo tiempo nos enseña la gran Misericordia de ese Dios y, de nuevo, nos educa. Recuerdo durante la JMJ cuando en la Puerta del Sol los laicistas agredieron a los peregrinos y se ve a estos rezando por los perseguidores, eso me recuerda también aquel pasaje "bienaventurados seréis cuando os persigan y maldigan por causa de mi nombre", de hecho en otro pasaje nos advierte Cristo diciendo "si tratan así al leño verde, como tratarán al viejo?" mientras nos invita a perseverar en Él, a estar firmes y arraigados en Él, edificados en Él.
Es, precisamente esa, la actitud que debemos adoptar ante una ofensa, la de la mansedumbre y también la de orar por aquella persona que pretende ofendernos (recordemos, no ofende quien quiere, sino quien puede).

Los dos otros momentos de la Pasión que me impresionan relacionados con el perdón son ya en la Cruz; el primero cuando Jesucristo ora por los que le han condenado a muerte, le han abofeteado, escupido, insultado, empujado diciendo  "Padre, perdonalos, porque no saben lo que hacen". El otro momento es cuando perdona al ladrón arrepentido. Veamos ambos.

Esa oración de Jesús muestra hasta donde llega su amor, el amor de Dios por la humanidad, es ese "Deus, caritas est" que se hace carne en Cristo hasta tal punto que ama a aquellos que le han condenado a muerte y lo hace un poco antes de morir. Probablemente con nuestra mente limitada nos cueste comprender que alguien pueda amar a aquel que está acabando con su vida, seguramente cualquiera de nosotros nos hubiéramos enfrentado con nuestros asesinos... sin embargo Cristo no solo actúa con mansedumbre sino que además los perdona!!! solo alguien que ama de verdad puede llegar hasta ese extremo, Jesús sabe que con su muerte y resurrección (de la cual había hablado a los hombres y muchos no lo habían entendido) está redimiendo al hombre, por eso ora por nosotros al Padre, pues es consciente de que los fariseos, saduceos y los romanos no saben lo que están haciendo, han visto al Hijo de Dios pero no le han reconocido por que están ciegos, tienen ese velo del cual decía San Pablo que antes de su conversión le impedía reconocer a Jesús. Por eso Jesús se compadece de esos hombres y ora para que el Padre les perdone, pues esas personas son necias, son ciegos.

Muchas veces se acusa al cristianismo de que uno peca, se confiesa y ya puede hacer lo que le venga en gana. Pero ese pensamiento está muy equivocado y creo que la historia del ladrón arrepentido lo demuestra. Junto a Cristo había otros dos crucificados, ambos ladrones, uno de ellos no se arrepentía de lo que había hecho y ya estaba muerto antes de subir a la cruz; sin embargo, el otro en algún momento que desconocemos se arrepiente de lo que ha hecho, toma consciencia de que Jesús es el Hijo de Dios (probablemente aceptando la inspiración del Espíritu Santo) y  llora su pecado, es entonces cuando de alguna manera piensa "me levantaré y volveré junto a mi padre" y le pide a Cristo que tenga misericordia de el. Jesucristo, que conoce el corazón de cada hombre, vio que realmente estaba arrepentido, que tenía sincero deseo de conversión, de volverse a Dios y no solo le perdona sino que le dice "en verdad te digo que hoy mismo estarás junto a Mí en el Paraíso".
No exagero si digo que cuando escucho en misa este Evangelio se me pone la piel de gallina, pues muestra hasta donde llega la Misericordia de Dios siempre que hay un sincero arrepentimiento, pues el Señor una vez nos arrepentimos y le pedimos perdón mediante el sacramento de la Reconciliación nos abraza perdonandonos.

Pero claro, para lograr este perdón de Dios uno debe tener un sincero propósito de enmienda, un verdadero dolor de los pecados. Lo que no se puede es ir a confesar diciendo "bueno, hoy me confieso de esto, pero mañana volveré a hacerlo", pues entonces uno no tiene arrepentimiento y está engañándose a si mismo (a Dios es imposible engañarle, en todo caso se podrá engañar al sacerdote pero no a Dios) y seguirá bajo la atadura del pecado. Por eso digo que es terriblemente injusto cuando alguien critica a los cristianos diciendo que cómo se confiesan pueden hacer lo que les venga en gana, ya que si alguien se confiesa sin arrepentimiento allá el con su conciencia, pero no se estará confesando verdaderamente y además estará cayendo en un sacrilegio utilizando de forma errónea un regalo tan grande cómo es el sacramento de la reconciliación.

Porque también hay muchos creyentes que dicen "y porque tengo que confesarme con un cura? yo me confieso con Dios". Esa frase forma parte de los prejuicios que como seres humanos tenemos, ya que cuando nos confesamos le estamos contando nuestros pecados a Jesucristo en persona, el cual nos absuelve a través del sacerdote pues cuando este nos dice "Yo te absuelvo..." ese Yo lo está diciendo Jesús, el cual dijo a los apóstoles "lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo". Por estos dos motivos debemos confesarnos con un sacerdote, lo primero porque es el mismo Jesucristo en persona quien nos perdona y lo segundo porque es la forma que Él ha querido establecer para perdonar personalmente al hombre. Podríamos ir al Sagrario y decir "Señor, perdoname" y Dios nos perdonaría, pero no sería un perdón completo pues Él quiere algo mas, quiere que miremos dentro de nuestra alma aquellas cosas que nos alejan de Él y se las contemos a través de los ministros que Él mismo ha establecido. Por otra parte, confesarse es también un acto de humildad, pues uno se ve obligado a mirar dentro de sí mismo y a confesar a un sacerdote sus pecados. Alguien que no es humilde creo que nunca se va a confesar, lo primero porque creerá que él está limpio y lo segundo porque no entenderá porque debe confesarse con alguien que también tendrá sus pecados, pensará.

Para terminar os invito a que perdonéis a aquellas personas que os han ofendido a lo largo de vuestra vida y también a aquellas personas que hoy o en el futuro os ofenderán. No devolvais mal por mal, rezad por ellos y bendecirles (pues bendecir es hablar bien de alguien).